Sobre El cuarto secreto

Sobre El cuarto secreto

Marzo de 2021 I Por: Consuelo Posada I Revista Universidad de Antioquia

Como tutora de la novela de Claudia Ivonne Giraldo, no fue fácil pasar de una lectura cautivante a la tarea del análisis literario: a pesar de las relecturas, la narración me atrapaba y el deslumbramiento por la palabra no me permitía pasar al nivel de la crítica. Más allá de los temas que me eran afines, me sentía seducida en la casa del bosque o en las habitaciones del apartamento de Irene, el personaje central de El cuarto secreto. Descubrí que parte de esta magia estaba en la manera como la voz narrativa detenía las acciones y se quedaba encantada con la palabra, tejiendo reflexiones o concentrada en los detalles menores que conforman cada momento. Si una mujer prepara su maleta y dobla lentamente su ropa, la narración parece congelarse, concentrada en reflexiones sobre los objetos tirados en el piso, sobre los collares que irán a otras manos, en un tono íntimo que se adentra en cada personaje y en los pliegues que enriquecen la mirada. O si el personaje femenino se mira las manos, hay largas frases que evocan los momentos de esas mismas manos en la adolescencia y que le traen pensamientos de aquello que serán sus manos en el momento final de su vida.

Los formalistas rusos buscaron explicar el origen del placer que producen los textos literarios. Para ellos el secreto está en la forma tortuosa del lenguaje que nos alarga el camino para llegar a las cosas. La literatura, mostraban los formalistas, es la manera más larga y más difícil, pero también la más hermosa, para contar algo. Para lograr este placer, se hace necesario prolongar la llegada del objeto y hacer más duradero el proceso de la percepción. Ese despaciamiento que los estudiosos conocen como rallentare, podría mostrarse como el resorte de la novela de Claudia Ivonne Giraldo.

Aquí las acciones más simples se convierten en rituales: preparar el pan, sembrar una flor o ensartar un collar de cuentas son momentos prolongados que nos embriagan. Como efecto de este despaciamiento, la buena literatura logra dibujar las cosas como si nunca antes se hubieran visto. Como en los mejores ejemplos citados por los formalistas, en todos los pasajes de la novela de Claudia Ivonne siento que el texto nos devuelve la sensación inicial que una vez sentimos cuando apreciamos ese evento por primera vez.

(…)En esta novela de Claudia Ivonne Giraldo, como en la buena literatura, se ofrecen al lector posibilidades diversas para profundizar, más allá de la trama que conforman las acciones de los personajes. Aquí sólo he enunciado un puñado de temas pero se quedan intactos muchos puntos que merecerían estudios especializados.

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