“Tal vez a las cinco”, un poemario de duelo y amor

“Tal vez a las cinco”, un poemario de duelo y amor

05 de mayo de 2022. Por: Daniel Rivera Marín.
En El Colombiano.

Este jueves Mónica Quintero Retrepo presenta su primer poemario editado por Sílaba. Se trata de un puñado de versos sobre las heridas abiertas por la muerte violenta del padre y el desamor de quien se alejó con un cúmulo de promesas no cumplidas. El duelo y el desamor son los otros nombres de la ausencia, son pequeñas dosis de la muerte.

Mónica asume la postura de quien recuerda y al hacerlo busca respuestas o al menos dejar testimonio de estas rupturas. En su voz hay rastros de la niña que se enfrenta a la noticia de la orfandad y la adulta a la que un amor del ayer le presenta a la novia que hoy llena el lugar una vez ocupado por la poeta. En este libro hay gatos, ventanas, miradas al mundo del afuera y a las encrucijadas de la intimidad.

Este es un libro sobre un duelo, ¿cómo decidió escribir, exponerse?

“Cuando estaba niña descubrí en la biblioteca de la casa un libro compilado por Darío Jaramillo que se llamaba Poemáquinas, y era para que los niños hiciéramos poesía. Ese libro me presentó la poesía y encontré que esos escritos que yo hacía en un cuaderno de colores los podía usar para explicarme: ¿por qué no tenía papá, cuando los demás sí? Por qué era diferente. La poesía ha sido siempre eso: me ayuda a explicarme. Después ha sido leer para encontrar compañía, para saber que no estoy sola en la tristeza. Yo voy olvidando lo que leo, pero otras compañías, sobre todo en el último año que he querido leer sobre el duelo, pienso en La muerte del hermano, de Daniel Mella; Cuando muere el hijo, de Abel Posse; Departamento de Especulaciones, de Jenny Offil; y Despojos, de Rachael Cusk. Siempre releo a Mary Oliver, a Idea Vilariño y a Darío Jaramillo”.

Un poema dice: “¿Para qué escribirte?”, ¿encontraste respuesta a eso?

“Yo recuerdo mucho las palabras de una amiga: dijo que no molestara tanto a Eduardo (el padre) escribiéndole o hablándole, que no lo estaba dejando ser un muerto tranquilo, que lo soltara. Por esos días dejé de escribirle. Fue muy difícil. Yo he inventado a mi papá siempre, es algo que he necesitado para entender por qué lo mataron y quién soy yo desde esa muerte. Hay muertes que te acompañan, y esta ha sido mi compañía. Yo soy también esa Mónica que no tuvo papá, y lo he aceptado. Hay quienes se inventan a un investigador, yo me invento a un papá. Lo hago por mí.

En este país somos muchos los que hemos crecido, por la violencia, con el vacío de alguien: del papá, de la mamá, del hermano. Ojalá fuéramos más los que pudiéramos explicar ese vacío escribiendo o conversando. Supongo que soy afortunada de poder escribirlo, y tal vez lo que me gustaría al compartir los poemas es que si alguien tiene ese vacío sienta que no está solo, que sentir tristeza está bien. El final del primer poema del libro dice: “Nos levantamos cada día/ estudiamos, trabajamos, seguimos. / Vivimos, papá. / Y, sin embargo, cuántos muertos que podrían estar en casa. / Vos, por ejemplo”. Cuando uno tiene una pérdida sigue viviendo, pero eso no significa que deba olvidar a sus muertos. No es quedarse en el dolor, pero tampoco es esconderlos”.

El libro tiene dos duelos: el de la muerte y el del amor… ¿el desamor como abandono?

“No sé si como abandono, pero sí como pérdida. Yo no siento que Eduardo me haya abandonado, tampoco la D, que digamos es personaje principal de los poemas de desamor. A Eduardo lo mataron y con D no funcionó. Ahora bien, todo parte de la realidad, quizá porque yo soy periodista y porque creo que uno escribe de lo que conoce y lo que lee, pero los poemas van yéndose solos, tienen su vida, no dependen de lo que me pasa a mí. A veces necesitan una idea más fuerte de lo que pasó en la realidad. Además, yo escribo a partir de los recuerdos, y qué es un recuerdo sino una invención. Yo no conocí a Eduardo, y lo escribo. Este libro pudo haberse llamado dos hombres y un gato, y tiene que ver con eso que parece un mantra para mí: escribo para entender. Invento para entender. Vivir en los mundos paralelos es lo que me permite vivir en este”.

Vos, que sos macroeditora de cultura en El Colombiano, ¿cómo ves la publicación de poesía en el país?

“Debe ser porque me rodeo de gente que escribe, porque sí siento que se está publicando poesía, que las editoriales independientes, sobre todo, publican poesía por estos días. Me parece que hay jóvenes escribiendo. Me gustan mucho Manuela Gómez y Santiago Rodas. Hay grupos de escritura, de lectura. Seguro falta mucho, pero de pronto las redes sociales y el afán hacen (o harán) que cada vez leamos más poesía, que es algo con lo que puedes desconectarte: lees un poema y sigues; mañana lees otro y ya está. Puedes leer mientras almuerzas, vas en el bus, en un ratito mientras trabajas. Se trata de que descubramos que la poesía puede ser muy cercana, y que nos podemos encontrar en ella”

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