Escriben los lectores de Niño de buena ortografía

Escriben los lectores de Niño de buena ortografía

Por: Juan José Hoyos.

Sobre el libro de Rubén (Vélez) de parte de un lector que no fue educado en Hollywood.

“Solo quiero decirte que estuve leyendo durante estos días tu último libro, NIÑO DE BUENA ORTOGRAFÍA MATA A SU HADA MADRINA. Me cuesta trabajo resumir lo que sentí a medida que iba pasando sus páginas. Muchas historias me divirtieron (tu elegante humor negro puede que haga rabiar a mucha gente; a mí me hace reír a carcajadas). Otras me pusieron a pensar en las vidas y los destinos de lo que podría llamarse -espero no ofenderte- «nuestra generación» (los que ya pasamos la línea de sombra de los cincuenta…). Algunas más -el secuestro de tu hermano, los muertos que bajan por el río Cauca, las fincas abandonadas, los retratos de los nuevos ricos- me devolvieron a los años macabros de las motosierras y el narcotráfico, que por cierto no han acabado.

Otras me hicieron preguntarme sobre el sentido de la poesía y del oficio de escribir. Pero por encima de todo, de principio a fin -tengo que usar esta palabra melodramática- casi todas las historias me conmovieron… Los retratos de tu madre, tu padre, tus hermanos. El barrio, el vecindario, los amigos del colegio, las casas, las fincas, el tío negociante, Bernarda. La historia de Lorenzo Jaramillo. Tu propio (a veces desolado) autorretrato. En algún momento, cuando hablabas de los años setenta, hasta recordé las clases de Economía I en la Universidad de Antioquia a las que asistíamos con tanto desgano que a veces preferíamos quedarnos afuera hablando de los libros que estábamos leyendo: Cortázar, Leopoldo Marechal y otros…

No te he dicho nada de la edición, ni de la estructura narrativa (el álbum) que escogiste porque ya este mensaje está demasiado largo, pero las dos me parecen grandes aciertos.

En pocas palabras, solo quería decirte, Rubén, que me gustó mucho tu libro. Pienso que es una Obra (las mayúsculas son tuyas) de arte hasta en sus pasajes más sórdidos y amargos. En últimas, como decía Hegel en su tratado de Estética, el arte no tiene nada que ver con la belleza, sino con la verdad. Y este libro -para usar una palabra «culta» que ya casi nadie usa- la rezuma”.

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