La muerte es un carnaval

La muerte es un carnaval

septiembre 11 de 2019. Por: Fernando Araújo Vélez

El Espectador

“Joselito Carnaval”, novela del suizo Pierre Béguin, basada en la matanza de diez recicladores en la Universidad Libre de Barranquilla en 1992, es una de las novedades de la editorial Sílaba para este año en la Fiesta del Libro de Medellín.Vivos no valían nada y molestaban a todo el mundo, pero muertos, “muertos, Cachaco”, como dijo el Abuelo de los recicladores del barrio de Rebolo una tarde sofocante en la que se transó en una aguda y agria discusión con uno de sus socios, el Cachaco, “muertos valemos unos cuantos pesos y le aportamos a la ciencia. Contra esa verdad, Cachaco, todos los discursos y las promesas, la moral y las leyes no valen ni la vieja camisa mugrienta que llevas puesta”. El Cachaco acababa de llegar con algunos de sus compañeros de una manifestación en el centro de Barranquilla. Habían pedido justicia para sus diez colegas asesinados y mutilados unos días antes en la Universidad Libre. Se sentían eufóricos, como si hubieran ganado una guerra sólo por haberse unido y haber exigido que hubiera investigaciones y que cayeran los culpables. Algunos medios los captaron. Hablaron con ellos. Algunos se plegaron a su marcha, convencidos en ese instante de que no los abandonarían, pero los abandonaron, por supuesto.Los abandonaron los periodistas, que del escándalo de los recicladores pasaron al fútbol, a la farándula, al Carnaval y a otros escándalos, y los abandonaron los indignados, que se dejaron llevar por los acontecimientos, por las cortinas de humo, por la música y la fiesta y el silencio cómplice de la ciudad y del país y en una semana se habían olvidado de su furia y de sus promesas. Se abandonaron incluso ellos mismos, porque comprendieron que vivos no valían nada y molestaban a todos. Comprendieron que el mundo no iba a cambiar por diez muertos más, muy a pesar de que el Cachaco dijera y repitiera: “Va a cambiar, Abuelo, va a cambiar. Unos políticos se unieron a nuestra marcha e incluso nos cruzamos con el secretario de Gobierno. Nos prometió la ayuda y la protección necesarias, y nos dijo que se van a contactar con unas empresas públicas y privadas para que nos den un lugar seguro en donde dormir”. Y lo comprendieron, porque al fin y al cabo, como decía el Abuelo, “cuando un gigante se sienta por un momento al borde del camino, los enanos creen estar a su altura”.

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