2 de agosto de 2020. Por: María Paula Lizarazo.
En El Espectador.
Aunque me muera a la izquierda (2020) es una novela sobre rebeldía y lucha, cuyo personaje principal es Verónica, alias Emilia. La periodista cultural Camila Melo entrevistó a su autor, Fernando Araújo Vélez, en la presente edición de la Feria del Libro de Manizales.
¿De qué va “Aunque me muera a la izquierda”?
Esta novela es una respuesta a una gran cantidad de interrogantes que me he ido haciendo a lo largo de la vida y de la escritura, que de alguna manera son inseparables; estos tienen que ver con dos cuestiones fundamentales: esa mirada original, ese pequeño punto que encontramos cuando somos niños o que nos encuentra, no sé. Hablo de la mirada original, para citar una frase de Yukio Mishima, que lo pone en tres palabras: la marida original del “origen de todo”.
Quise construir una novela a partir de un origen de todo, que en este caso es una simple portada de un disco de Los Beatles en el año 64 y una canción, de Los Beatles también, en un tiempo que era muy en blanco y negro, muy lleno de manuales, instrucciones y todo lo demás: lo que se debe ser, lo que se debe hacer, lo prohibido; entonces ella [la protagonista] descubre esta portada de unos cuatro tipos que están con un flequillo y ya eso la marca porque le da un tono de libertad. Tiene ocho años y esa es la mirada del origen de todo lo demás, porque después empieza a dar una cantidad de pasos para encontrar esas otras miradas y para luchar por ellas y por esas otras realidades.
Otro punto tiene que ver con el arte y con la poesía. Quería que fuera una poeta por unos libros que había leído sobre unos rusos y sobre la Revolución Rusa; yo me encontré la historia de la poeta Anna Ajmátova y quise hacer un libro en el que la protagonista fuera una mujer, también para responder a una cantidad de movimientos. Como decía Antonio Machado: “se hace camino al andar”, hacer y superar obstáculos que, por fortuna, los hay.
Esta novela usted la empieza a escribir a mediados de 2017, en comparación con su anterior novela Y, por favor, miénteme que tardó aproximadamente 10 años en escribirla tras estar en un proceso de investigación muy arduo. Aunque me muera a la izquierda también tiene un gran repositorio de memoria artística, ¿cómo hace usted esta construcción? ¿Cómo pone todos estos elementos sobre la mesa y los hace parte de esta historia?
Pienso que en esta novela estoy yo en mi más amplia dimensión, pese a que sea la voz de una mujer la que lo cuenta. Hay libertad. No recuerdo si en las páginas esté citado Miguel Hernández: “para la libertad sangro, lucho, pervivo”, que también la cantó Serrat.
Creo en la libertad, lucho por la libertad y esta novela es la libertad. No hay una coma, ni un punto, ni una palabra que yo no quisiera que fuera. Agradezco a Sílaba Editores por eso.
Esta novela soy yo, sin que haya que decir que para bien o para mal: son mis miradas originales, es mi música, son mis lecturas. Está situada en los años 60, 70 y principios de los 80, luego no podía poner otros artistas u otros poemas. En un alto porcentaje es lo que me marcó en la vida, esas miradas originales, y las fui involucrando y las fui metiendo en la medida en que se me iban apareciendo o las iba encontrando.
Yo pienso que el mejor estado en el que puede estar un ser humano es en estado de escribir: está uno con todos los sentidos abiertos y eso no tiene que ver con la inspiración o milagros o magias, sino con estar en estado de búsqueda. En ese estado uno va encontrando su pasado, su historia.
Acabo de volver a terminar Los hermanos Karamazov. Pensé siempre que en esa novela había una frase que determinó gran parte de lo que pienso, la frase es “nunca le digas a una mujer te amo”, pero resulta que no, que en las páginas de esa novela no está esa frase, pero no importa que no estuviera, esa frase de Los hermanos Karamazov que no estaba me marcó y me llevó a comprender que la vida es hacer y seguir haciendo: concretar algo es morir de alguna manera. Y esto está en Aunque me muera a la izquierda, a través de un técnico de fútbol, Menotti, que tenía siempre un cigarrillo y que le pidieron un texto para El Gráfico y escribió que el día después era el día más triste de su vida porque se le habían acabado las ilusiones para levantarse todos los días y seguir trabajando y construyendo: ya había llegado al final, era campeón del mundo.
Volviendo a esta mirada original, quisiera que nos contara sobre el Fernando Araújo que un día va caminando, llega a una droguería y ve El Gráfico: esa revista que se convierte en un eje de lo que usted decide hacer por el resto de su vida
Cuando compré esa revista de niño, ya me había enamorado del fútbol por otra mirada original: estaba aburrido en la casa buscando la manera de desaburrirme y encontré una transmisión de un partido de fútbol por unas carreras de caballo que daban en los intermedios y que mi mamá estaba oyendo porque apostaba en las carreras, entonces, cuando no estaban en las carreras transmitían un partido de fútbol y esa vez había un jugador yugoslavo que se llamaba Dragoslav Šekularac y a mí me impactó, además de la transmisión, la radio, como sonaba…, ahí me enamoré del fútbol.
Después de enamorarme del fútbol, iba caminando por ahí un día y me encuentro con una revista que tiene en la portada a un futbolista con una gran foto. La leí y al comienzo no entendí nada. Después la esperaba cada semana. Leía todos los artículos y veía que mencionaban a Borges o a Cortázar y yo iba y buscaba quiénes eran y por supuesto que no entendía nada. No había Internet. Había más tiempo para la imaginación.
¿Cómo esta novela intenta darnos una mirada distinta de la mirada oficial?
Yo de tanto escribir he llegado a muchas conclusiones, como que todo el mundo debería escribir y todo el mundo debería contar su historia, si no quién la va a contar.
No solamente hablo de escribir en una novela o una historia, sino de cantar: Silvio Rodríguez cantó de la Revolución Cubana a través del amor, por poner un ejemplo; o Charly García en Argentina; en fin. Muchos han contado en el cine. Yo viví inmerso en esa época de sueños, de solidaridad; y no me estoy refiriendo a partidos políticos ni me importan los partidos políticos: de nada nos sirve cambiar el poder de unos por otros, lo que nos sirve es transformar a la gente.
Yo viví muchas conversaciones maravillosas en las que estábamos convencidos de que se podía lograr un cambio desde abajo con la educación, con la cultura, con la música; nosotros fuimos de alguna manera producto de esos cambios y hay muchos que quedan todavía que, más allá de que piensen de un lado o del otro, piensan en el otro: en actuar con solidaridad.
La lucha de antes era por toda la humanidad. Incluso a Evita Perón le preguntaron por los “ismos” y dijo: “No me hablen de ismos mientras las condiciones sociales sean las que son”.
¿Usted cree que esa división de filosofías de izquierda y de sus múltiples voces cerraron las puertas de la revolución o son algún tipo de esperanza?
La historia está en permanente cambio y se está reescribiendo. Las revoluciones como se pensaban antes ya son imposibles. También fueron imposibles antes a excepción de la cubana. Creo que tenemos que apostarles a las pequeñas revoluciones, como decía Eduardo Galeano, y empezando por uno mismo: uno mismo ser un ejemplo todos los días, tenemos que ser consecuentes en todo sentido. Es como dice Bertolt Brecht: “pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”.
¿Usted cree que la obra también termina escribiéndolo a uno?
Y lo describe, todo lo que uno escribe habla de lo que uno es, indudablemente. Lo que va a quedar de nosotros es nuestra obra y lo que va a hablar de nosotros en cien años es nuestra obra.
Al preguntarle sobre periodismo, especialmente sobre periodismo cultural, Araújo Vélez responde: “Lo maravilloso de las secciones de cultura es que siempre están en un rincón como “esos: los locos que escriben poemas”. Precisamente con poemas y con canciones uno puede ayudar a cambiar a la gente. Nosotros ahorita estamos terminando una audionovela, que nunca se había hecho, y me dirán que eso qué tiene que ver con el periodismo: tiene que ver con todo. Todo es humano, demasiado humano, como decía el gran filósofo, por lo que no hay periodismo, hay periodistas, no hay literatura, hay escritores, no hay amor, hay amantes”.