“Siento gran cercanía entre la escritura, la edición de un libro y la carpintería. Se sopesan las palabras como se miden las patas de una mesa, se anclan frases como se clavan los tornillos”, dice Lucía Donadío, directora editorial de Sílaba, que lleva cinco años poniéndole forma de libro a la felicidad: “La mayor emoción es recibir el libro de la imprenta y entregárselo al autor. El olor de las páginas, los ojos y las manos del autor que lo acarician y lo abrazan”.
Donadío es hija de un carpintero y una ama de casa, es hija de la tranquilidad y la sencillez de su familia. “El arte nace del vacío, del dolor y la ausencia, pero también de su contraparte, la alegría de crear, de construir, de transformar”. Alberto Donadío, su hermano mayor, el periodista de la casa, es un aficionado a los libros y se encargó de dotar a la familia con páginas y letras.
En 2009, Orlando Ramírez y Lucía Donadío se conocieron en el Parque de los Pies Descalzos de Medellín. Ramírez, con esa inseguridad inicial propia de los creadores, llegó al encuentro temeroso de sus 476 páginas. Pero, según él, “fue atracción a primera vista por la calidez, la sencillez, la gentileza que Lucía desplegó en ese primer encuentro. Pero, sobre todo, por el profesionalismo que, sin hacer alardes ni alharacas ni aspavientos de autoelogio, mucho menos de autosuficiencia, dejó entrever”. Él confió en ella y ella en él.
Trabajaron juntos durante meses y la publicación de Buenos Aires, portón de Medellín le dejó a Donadío la sensación de que sí se podía vivir del romanticismo. Con todo y su extensión, con todo y el auge de internet, con todo y la emergencia de la literatura juvenil, mucho más corta y ligera, el libro de Ramírez se vendió bien. El resultado final de la edición del texto la hizo pensar que quería publicar literatura y periodismo, que ese sería su fin, que su sueño podía estar puesto sobre el papel.
Además es el sueño de los autores, muchos de ellos sin espacio donde contar sus historias. “Las grandes editoriales que se ocupaban de la literatura, como Planeta y Norma, se han cerrado a ella. Lo que estamos viendo en este momento es que el cliente tiene la razón. Se ha venido entronizando una literatura de los bajos fondos, con personajes criminales. No tiene, creo yo, ningún mérito convertirlos en personajes de exaltación literaria. Sílaba, lo hemos conversado entre los amigos de mi generación, difunde, distribuye bien y se preocupa por la calidad estética de la obra”, afirma el escritor Fernando Cruz Kronfly, quien ha publicado con esta editorial las novelas Desterrados y La vida secreta de los perros infieles. Ahora alista un libro de ensayos.
Sobre la calidad, Donadío cree que “un buen libro es aquel que tiene la huella única de su autor y se percibe en él su búsqueda peculiar, su mirada y la construcción sobre un tema o asunto que logra trabajar o explorar en profundidad”.
Esther Fleisacher publicó con Sílaba su primera novela, La risa del sol, y para la editorial también fue su primera vez en este género. “Así como Sílaba me acompañó, yo pude acompañar el libro”, dice sobre su experiencia. “Sílaba ha logrado reunir escritores con una trayectoria interesante. Es reconfortante ver que una editorial independiente, que nace paso a paso, se va consolidando. Eso es muy difícil en un medio como el nuestro”.
Pronto completará sus 100 ejemplares, y alcanzará a Cortázar en edad, quien con su cumpleaños se convirtió en el padrino de Sílaba desde el comienzo. El libro más reciente es El arte de disentir, una reunión de las columnas de opinión de Alberto Aguirre, publicadas entre 1984 y 2009 y seleccionadas por el periodista Mauricio Hoyos. Un texto gordo, nutrido del carácter del columnista. Un viaje por el tiempo y por la historia del país.
Cinco años atrás, cuando Lucía Donadío quiso fundar su sueño, hizo una lista de 40 palabras para bautizar el proyecto. Leyó y leyó el diccionario hasta que encontró la definición que buscaba: la palabra griega silabi viene del verbo comprender, abrazar, incluir, juntar. De ahí viene el lema, el objetivo de Sílaba: “enlazar autores, libros y lectores en ese fecundo encuentro de voces y sentidos que encarna la escritura y la lectura”.
Y permanecer. Ese es el objetivo final. No tienen oficinas, todos trabajan desde sus casas, se encuentran en cafés, bibliotecas, parques o por la web. Hacen tirajes pequeños y no tienes grandes bodegas, los libros están en las librerías o en las manos de cada lector.
Sobre la primera vez que le publicaron un libro de cuentos al escritor Juan Camilo Betancur Echeverry, escribió: “Subí hasta la Cruz en Cerro Combia y entre árboles leí el libro de corrido, como si fuera de otro. Ese día mis dedos temblaban y en el aire escribieron la palabra: ‘gracias’”. De esa felicidad de los autores se alimenta Sílaba.
Y también de su poder. En esta carrera contra el tiempo de la humanidad, Sílaba, al publicar escritores, los detiene, los inmortaliza con su creación. Cinco años en los que una editorial independiente y alternativa logra ser artífice de lo que sólo pueden los libros: alcanzar la vida eterna.
Esta nota fue reproducida, con información complementaria, en NTC … Documentos