5 de septiembre de 2014. Por: Guillermo Samperio.
En Sílaba Editores.
(Por los cinco años de vida y creatividad de la editorial Sílaba)
I.
Quien quiera que seas: cuando cae la noche sales de tu aposento, donde todo lo sabes, de tu mansión cercana a la gran mar. Quien quiera que seas, con ojos cansados, liberas el esfuerzo, elevas, con lentitud, una rama con flores violetas, la yergues hacia el cielo, sola y recta. Y tú has hecho el mundo: uno inmenso, como una palabra que madura en silencio y se va al cosmos. Y tu pensamiento lo comprende con ternura, tus ojos se apartan de él. Amo tu desnudez porque así, desnuda, me bebes con los poros, como hace el agua cuando entre sus paredes nos sumergimos. Tu desnudez derriba con su calor mis límites, me abre las puertas para que te adivine, me tomas de la mano como a infante extraviado, quien en ti deja quietas su edad y sus preguntas.
II.
Transeúnte, amar es percibir el propio espíritu a través del espíritu de la amada. Cuando ella se aleja de tu alma es que has perdido la tuya. Está escrito: “Tengo un amigo, mi tristeza no tiene amigo.” Así, mis largos años solitarios en mi casa, intentando regresar a mí mismo y convertir mi tristeza en un yo más alto en la meditación nocturna.
III.
Vago horizonte, gestos mojados, tendido fantasma, nos invierte el lirio. Otoño, celeste puro, exaltado, entre nubes de viento, aleteando. Duerme el pueblo. ¿Es ello cierto bajo esta luz casi nevada de un jardín algodonoso que flota, se abre, y se cierra sobre las calles solas en una fantasía tan infantil de pura? Grandes cisnes efímeros sobre un sueño de cal y follajes. Mi ensueño mira una figura celeste y terrena a una vez.
IV.
La noche pálida tiembla con una inquietud secreta. Tanto jazmín, no obstante, y azahares tantos, a tus pies. Alma de los tapiales y de mis veredas, ¿quizás?
Allá, hacia el fervor plateado del río, ¿será otro tu sentimiento? Soledad de azucenas tienes, hacia el vapor celeste de las islas. Otra será la emoción de las quintas cercanas que descienden hacia el alba, a destiempo de las costas entre tu blancura tímida de flores. Más allá del jazmín, más allá del azahar, más allá de los tapiales viejos, más allá de las islas, más allá de las quintas, más allá de la luna de las arenas, que alumbró los juegos pobres; la noche pálida tiembla con una inquietud secreta en tu cuerpo, sobre el que recargo mi soledad y mi ardor. Alma mía, sobre el viento y la noche, mira, mira el bosque de velas que sostendrá esta, nuestra noche pura, en tanto encuentro tu humedad y la luna nos eleva hacia su centro.