Buenos Aires, portón de Medellín

Orlando Ramírez Casas, un conversador que escribe

2 de septiembre, 2009. Por: Sílaba Editores.
En Sílaba Editores.

1 ¿Por que escribió un texto sobre Buenos Aires?

Soy un afortunado que quiso escribir sobre el barrio donde nació, y resultó ser un barrio con raigambre histórica. Pocos barrios tienen tanto qué ofrecerle a los moradores que quieran escribir sobre lo suyo.

2 ¿Qué matices recuerdas en el barrio?

A pesar de que había pobreza en el mundo que me rodeaba, en mi niñez no conocíamos los tugurios, ni se hacían patentes los desplazados. Había ricos, y era notoria la opulencia con que vivían, comparada con las posibilidades que teníamos nosotros, pero no había tanto derroche como llegamos a conocer cuando hizo su aparición la narcoemergencia que se fue a buscar las lomas del Poblado, e hicieron su aparición los desplazados que vinieron a vivir en tugurios en las faldas del cerro Pan de Azúcar. Creo que soy testigo del paso de los tres estratos tradicionales: Pobres, ricos, y de clase media o “acomodada”; al de seis estratos, tirando a siete. Esas diferencias económicas marcaban comportamientos culturales derivados de las oportunidades de estudio y de trabajo, y de la educación recibida en casa porque, como dicen, “hay cosas que se maman desde la cuna”.

3 ¿Por qué te enamora la tesis de que allí nació Medellín?

Mi libro ya había encontrado camino de publicación cuando leí el libro “Miscelánea sobre la historia, usos y costumbres de Medellín”, escrito por el Dr. Alberto Bernal Nicholls, en el que expone esa tesis de manera bien documentada que se apoya en don Marco Fidel Suárez, en el Dr. Manuel Uribe Ángel y en el cronista de Indias Juan Bautista Sardella. Me pareció incontrovertible y busqué por Internet y en las bibliotecas algún trabajo que desvirtuara esa tesis, pero no lo encontré. Dándola como cierta, la conclusión es un hecho relevante: Medellín nació en la Vuelta de Guayabal en La Toma, y ese lugar hace parte de lo que era Buenos Aires a finales del siglo XIX. Eso va en contravía de lo que se ha creído por cuenta de un historiador que cometió un error de apreciación y unos colegas suyos que “se dedicaron a copiarse unos a otros”, pero yo no iba a desaprovechar la oportunidad de resaltar que fue allí donde nació Medellín.

4 Háblanos de personajes del barrio, de lugares…

Son tantos los personajes de la vida de Medellín que tienen que ver con el barrio, que remito a los lectores a mi libro. Baste saber que en él vivieron el General Pedro Justo Berrío y su hijo el General Pedro José, ambos gobernadores. Que allí vivieron músicos de la talla del maestro Carlos Vieco. Magnates como don Carlos Coriolano Amador y don Pepe Sierra. Allí hizo méritos don Marco Fidel Suárez, en la batalla de El Cuchillón, para ser ascendido a teniente. La historia de la Puerta Inglesa, importada a lomo de mulas; la de la iglesia y el castillo de los Botero; las de los cerros, hacen parte de la microhistoria del barrio. Sólo hablar de la quebrada Santa Elena da para muchas cuartillas no digo ya de Buenos Aires sino de la ciudad.

5 ¿Qué es el barrio Buenos Aires en la actualidad, qué lugares frecuentas y qué otros secretos lo hacen vital para quienes vivimos al otro lado del río?

Dos cosas se mezclan en un lugar: tiempo y espacio. En Buenos Aires el espacio ya no es el mismo: el urbanismo ha venido cambiándolo y los referentes arquitectónicos han venido desapareciendo. El Buenos Aires del pasado no se reconoce en el de hoy. Y en cuanto al tiempo, cada generación vive un tiempo diferente. Lejos están los tiempos en que los soldados de la guerra civil en la hacienda de El Cuchillón se enfrascaron en la llamada batalla de las libras de dulce a tirarse con libras de panela. Lejos están los tiempos de nuestra niñez de pantalón corto. El modus vivendi de los muchachos de hoy dista años del nuestro, del de nuestros padres, del de nuestros abuelos que conocieron la lujosa casa del maestro Efe Gómez antes de que la convirtieran en cambiadero de aceites y fritanguería de chunchulla. Del Bar Astral no queda sino el aviso y el local está próximo a ser demolido. Del bar El Sol de Oriente quedan el aviso y dos puertas, y la esquina fue convertida en licorera junto con otros locales comerciales. Para ser sinceros, ya no me gusta ir porque me da nostalgia de lo que se fue para no regresar.

6 ¿Cómo fuiste construyendo el libro, lugares, entrevistas, otros textos de consulta?

El primer esbozo lo hice entre marzo y junio de 2005 y constaba de 22 capítulos que luego reagrupé en 14. Fluyó de manera natural a base de recuerdos y de datos aportados por todo aquel al que tenía la oportunidad de comentarle mi proyecto. Luego me entrevisté con don Daniel Posada, un hombre de 92 años que me dio información y me hizo aclaraciones en los seis meses que compartimos antes de él morir. Muchos octogenarios y nonagenarios me aportaron información y muchas personas de todas las edades en un tema que se me volvió obsesión al punto de identificarme con frecuencia, cuando llamaba a pedir verificación de algún dato, como “Orlando Ramírez, el del libro sobre el barrio Buenos Aires”. En algún momento en estos años empecé a recorrerlo a pie, tal como lo hice muchas veces de niño, y sin darme cuenta empezaba en la Plaza de Flórez o la Vuelta de Guayabal, subía a Miraflores y bajaba por La Milagrosa. Ese recorrido lo hice unas cuatro o cinco veces, dos de ellas en sesiones de fotografía para identificar lugares y ángulos de interés y para reconocer callejuelas de las que me hablaban pero yo no tenía claras en la memoria. En estos cuatro o cinco años que llevo en la tarea, todo libro que contuviera alguna mención al barrio llamaba mi atención. Cualquier cabo que en Internet me guiara a complementar la información era seguido por mí de manera obsesiva. El libro se fue engrosando y pasó de 240 páginas en los borradores de las primeras versiones a 560 en el borrador final. El trabajo de diseño y redistribución de espacios lo redujo a 502 páginas, que no son pocas, pero no fui capaz de cercenarle renglones al anecdotario menudo, ni de sacrificarlos en la historia marginal que sirve de contexto para entender sucederes puntuales de nuestro territorio.

7 ¿Por qué colocas un epígrafe de tango en cada capitulo?

No sólo de tangos vive el hombre, también hay bambucos y otros ritmos o textos, pero sí, el tango es el príncipe reinante en el universo de los gustos musicales de mi vida. Como cosa curiosa, no tengo un epígrafe de boleros, el otro ritmo que ha marcado mi camino.

8 ¿Quién es Orlando Ramírez Casas?

Difícil pregunta para uno responderse, pues el Orlando Ramírez que yo veo con seguridad es distinto del que ven los demás. Algunos megalómanos habrá que se vean mejor de lo que son, pero yo pertenezco a la clase de los que tendemos a subestimarnos y los amigos nos ven mejores de lo que nos vemos. Espero que yo esté tan equivocado al juzgarme, en mi exigencia; como lo estén mis amigos al hacerlo, en su benevolencia. Quisiera creer que soy un buen tipo, pero no sé si todos puedan decir de mí lo mismo.

9 ¿Desde cuándo escribe Orlando Ramírez Casas?

Hay algo relacionado con el destino. Crecí con mis padres, tía y abuela, y no eran lectores. No hubo en mi niñez una biblioteca que me estimulara ni hubo un ejemplo en tal sentido. La lectura y la escritura están relacionadas. Pero fui el hijo mayor y centro de atracción en la familia. Es posible que alguna frase infantil fuera calificada de ingeniosa y admirada, despertándome el deseo de agradar. Se dijo entonces que yo había heredado la inteligencia de mi fallecido tío Antonio que era poeta, y que los dos teníamos la vena literaria del primo Ñito. Alardeaba la abuela de parentescos con el primo Ñito Restrepo y la Restrepería. No sé qué haya en la carga genética que uno trae que lo impulsa a escribir y le hace tomar amor por la lectura, así como hay quienes nacen predispuestos para ser futbolistas o ciclistas, o predispuestos para ser músicos o pintores. En mi caso, y desde pequeño, tuve claro que lo mío era escribir. Sin embargo no estudié literatura ni me desempeñé laboralmente en el área. Tuve que esperar a la jubilación para disponer de tiempo para esa tarea. Lo que sí recuerdo es que fui uno más acometido por el síndrome de Gutiérrez González: “Todos cantamos en la edad primera”; y cometí versos que hoy me avergüenzarían pero me prepararon para que después fuera buscado por los amigos en el papel de “secretario de los amantes” y por jefes y compañeros de trabajo para que redactara cartas y memoriales. Tardé tiempo en entender que una cosa es la redacción comercial y otra la escritura literaria. Es algo que vine a aprender en los talleres de escritura.

10 ¿Qué has publicado antes?

Precisamente hice mis primeros pinos publicando de mi propio bolsillo “En Altavista se acaba Medellín”, sobre el barrio al que llegué de postadolescente y del que salí casado. Una experiencia interesante y necesaria que, a la luz de lo que he aprendido en los talleres, tendría que reescribir para sacarla de la categoría de bitácora personal. El libro sobre el lugar donde nací y pasé los primeros años, “Buenos Aires, portón de Medellín”, le debe mucho a esa experiencia y a dos o tres textos que me han publicado en revistas y en la antología “Obra diversa” del taller de escritores de la Biblioteca Pública Piloto.

11 ¿Cuáles son sus preferencias literarias y por qué?

Me inclino por la narrativa y la novela. También el cuento, y algo de poesía. Y la escritura de mi libro me ha hecho interesarme por el género de la crónica urbana. Antes leía lo que caía en mis manos, pero me he vuelto selectivo. Tal vez sea la conciencia de que no me alcanzará la vida para leer todo lo que tengo por leer. Soy avaro con mi tiempo y paso de largo por la literatura inmediatista de semáforo, que algunos guasones dicen que no es literatura. Exageran. Creo que mucho se aprende con la lectura de experiencias vividas por los demás. Sólo que a mí se me va terminando el tiempo y tengo que dejar esa lectura a otros.

12 Te encaminas por la historia, ¿Acaso por no dejar que la memoria del barrio se pierda?

Quisiera creer eso, pero no es cierto. Empecé escribiendo la historia de Buenos Aires como un juego de contar anécdotas de calle y esquina, y registrar nombres que rondan la niñez. Después aparecieron referencias a personalidades relacionadas con el barrio, y creí conveniente mencionarlas. Luego hizo su aparición la historia para apoderarse del protagonismo y dejar el anecdotario como decorado. El componente histórico es lo más relevante de mi libro, pero no fue ese mi propósito inicial.

13 ¿Qué tanto tango hay en Buenos Aires, lugares, barras de amigos, coleccionistas?

Nací 10 años después de la muerte de Gardel. El tango era furor y se respiraba en cada esquina. Aunque no con la misma intensidad, aún lo es. Las barras (del Apagón, del Chispero, del Paraguay, de Cuatro Esquinas, etc.) generalmente estaban asociadas a algún café de esquina y, como consecuencia natural, a una embriaguez de tangos. Coleccionistas hay, pero no asociados particularmente a mi barra. Aunque debo mencionar que fue Rodrigo Arias quien nos enseñó a gustar del tango, cuando yo lo rechazaba por considerarlo música de borrachos. Con el tango me empecé a emborrachar. No voy a hacer un inventario de los muchísimos cafés que molían tangos en sus traganíqueles (en el libro aparecen), pero sí agrego a los ya mencionados del Bar Astral y el Sol de Oriente que nos tocó vivir, los del puente de la Toma que trasegaron otros tangueros, los del Cambray y La Milagrosa, y en este tiempo de comienzos del siglo XXI el Homero Manzi, donde todavía vamos a dar pábulo a nuestra nostalgia tanguera.

14 ¿Cómo ves el tango en Medellín?

Hay tres grupos de tangueros, a mi parecer. Uno es la gran masa de gustadores del tango porque sí, simplemente, sin meterse en honduras de análisis y cosas de esas. Otro es el de los que presumen de saber de tango y pontifican, aportan datos, mantienen viva la llama del amor por ese ritmo. Son muchos. Y hay un tercero de número más bien escaso que es el que Rodrigo Pareja denomina “tangueros de ley”. Son la Biblia en el asunto. Yo pertenezco al primero, aunque algunos por bocón tratan de clasificarme en el segundo, pero me falta “pelo pal moño”. Tengo amigos en el tercer grupo, pero me quito el sombrero ante ellos y ni por asomo se me ocurriría abrir la boca en su presencia. Ante un Luciano Londoño o un Jesús Vallejo Mejía, como decía mi abuela, “mejor callar que locamente hablar”.

15 ¿Qué significa publicar un libro después de tanto esfuerzo?

Decía a alguno que yo no sé si alguien se acostumbre a publicar libros y ya no sienta nada con la aparición de uno nuevo. He leído que el maestro Otto Morales Benítez ha publicado más de cien. Yo no sé si uno se acostumbre. El primero que publiqué “En Altavista se acaba Medellín” fue casi vergonzante, pero lo hice con mucho amor y esperé mucho de él. No me dio tanto. Aunque sí, fue gracias a él que pude colgarme el sombrero de “escritor”, escritor malo, pero escritor al fin y al cabo. Eso me ha abierto muchas puertas. Con este de Buenos Aires he recibido reconocimientos y la íntima satisfacción del trabajo bien hecho. Con todos los defectos que pueda tener (sé que los tiene) soy consciente de que es un trabajo bien hecho. Me dolía quedarme con él entre un cajón o dejarlo sólo para el disfrute de mis amigos. La satisfacción que siento de saber que estará al alcance de muchos lectores en general, y de los habitantes del barrio en particular, es grande.

16 Volviendo a la primera pregunta. Para tus amigos, ¿Quién es Orlando Ramírez Casas?

Habría qué preguntarles a ellos. Pero tal vez lo que más me caracteriza es mi afición a conversar. De adolescente podía pasarme horas parado en una esquina hablando de lo habido y por haber. Hoy haría lo mismo, sentado en una mesa de café. Creo que “Buenos Aires, portón de Medellín” es una larga conversación, y haberlo escrito en ese estilo me facilitó un camino que de otro modo me habría resultado pedregoso.