Maleza, Clara Llano

Maleza, Clara Llano

15 de noviembre del 2016. Por: Manuel Daza Ramírez .
En NQS Colectivo Literario.

Bogotá, martes 15 de noviembre de 2016

Querida Clara:

Ayer estuve en un matrimonio. Hacía años que no estaba en uno. Tantos, que cuando recibí la invitación me sorprendió saber que aún se celebraban. Y me sorprendí también al ver que en esencia siguen siendo lo mismo. Alguien poco sensible podría decir quizás que estar en uno es estar en todos, pero por fortuna puedo decir que gozo de la mirada que tú me enseñaste a tener, de manera que difícilmente me aburro.

Llegué temprano y desde ese momento imaginé que tenía conmigo una cámara. Decidí que imaginariamente haría solo el registro de rostros o a lo sumo de un cuerpo entero a la vez. No como vos, claro, que te atreves a veces a planos más amplios, pero cuando me los cuentas no puedo dejar de mirar a quienes estaban allí, o no puedo dejar de escucharlos. Y me pasé el tiempo juzgando cuáles de esos sucesivos registros serían los más hermosos, los más llamativos o los más dramáticos. Sí, estoy contándote algo que sabes de sobra, pero sé que lejos de aburrirte, estás haciendo ahora el registro de cada una de mis palabras o de mis frases, pero sobre todo, sé que haces el registro de lo que callo, de lo que no puedo expresar pero que está allí, tejido en mi testimonio. Y sabes de qué hablo si te digo que no vi a todos los padres de la novia del mundo cuando este padre de la novia miró a su hija con esa sonrisa de ojos tristes. Solo lo vi a él. Y así fue como a mi manera, terminé asistiendo al primer matrimonio al que asistí, después de haber estado en muchos.

Alguien me dijo que habías publicado tu libro. Pero aunque yo lo leí hace tiempo en las historias que me contaste, sé que en caso de leerlas en tu libro volvería a estar en ellas así como estuve en los recuerdos de mi propia vida al conocerlas. No sé por qué lo titulaste Maleza. Yo prefiero apartarme del significado inmediato e imaginarme que esa palabra es un juego, como una ingeniosa forma de designar el mal. Un mal soterrado y leve pero trascendente, entretejido en el pasado de todos, porque todos fuimos al colegio, alguna vez montamos a caballo, nos gustaron las guayabas y nos asustamos con dios. En esas historias que parecen comodines puedo acomodar mi pasado, y cualquiera podría hacerlo. Pero me sucedería lo mismo que con la fiesta de matrimonio; fue como todas, pero fue única.

Lamento que ya no sea posible que esto te llegue de improviso en un envoltorio de papel. Ya no puedo imaginarme la sorpresa o la decepción, ni la forma en que quedará roto el sobre, ni si el destino de las hojas será el de acumular oscuridad hasta que se vuelvan amarillas, o si acaso se convertirán en un efímero escombro instantáneo. Ya el mundo no permanece siendo el mismo durante mucho tiempo. Si para nosotros el pasado se medía en décadas, para la gente ahora si acaso se mide en meses. Y yo no he podido cambiar; yo soy de los que recuerda. Ya parece que las claves del presente solo están en la última oleada. Pero tus historias nos recuerdan que sus claves en realidad son remotas.

Espero volver a saber de ti.

Manuel