21 de abril de 2013. Por: Juan José Hoyos.
En El Colombiano.
Esta vez los truhanes no tienen los mismos antecedentes de los de hace 30 años: sus familias no son de “cunas humildes”; no tienen ojos de vidrio; no cenan en restaurantes venidos a menos; sus oficinas no quedan en edificios de mal gusto, construidos en zonas deterioradas del centro. Son señoritos y señores nacidos en “nobles cunas”; criados en casas lujosas; educados en los mejores colegios; miembros de los clubes sociales más aristocráticos; sus problemas de salud son atendidos por los mejores especialistas en el exterior; cenan en “Andrés Carne de Res”. Visten trajes de Armani. Y a veces, en las mañanas, viajan a Miami en jets privados a jugar un partido de golf y regresan en la tarde.
Sin embargo, sus operaciones fraudulentas con el dinero ajeno parecen copiadas de los hampones del Grupo Colombia que estafaron a miles de pensionados y viudas. Ellos, como sus antecesores, recibían a manos llenas miles de millones de pesos de ahorradores a los que les prometían el oro y el moro.
Unos y otros se enamoraron de Fabricato para especular con sus acciones. Ciertas historias de la vida se viven primero como comedia y luego se repiten como tragedia.
Esto fue lo que sucedió, primero, con Félix Correa, y hoy con el cartel de Interbolsa. Con un agravante: la empresa de Félix Correa era una firma de segundo orden, que ofrecía altos intereses para atraer clientes iletrados.
Interbolsa, en cambio, era un cartel con fachada de comisionistas, los más importantes de Colombia. Su presidente era al mismo tiempo el presidente de la junta directiva de la Bolsa de Valores de Colombia. Su maniobra de engaño fue, pues, mayor y más grave su golpe a la confianza pública.
La mayoría de sus clientes eran de Medellín, donde Interbolsa era el rey. Aquí tenía su sede principal, vaya una paradoja, en la misma trágica esquina de la Avenida Oriental con La Playa, donde funcionaba el siniestro Grupo Colombia.
De todo esto trata el nuevo libro de Alberto Donadio publicado por Sílaba Editores. Su título lo dice todo: “El cartel de Interbolsa. Crónica de una estafa financiera”.
Donadio ha publicado otros libros ya clásicos en el periodismo colombiano como “Banqueros en el banquillo” y “¿Por qué cayó Jaime Michelsen?”.
Según Donadio, Interbolsa rompió todos los récords delincuenciales. Defraudaron escuelas de altas finanzas como la Universidad Eafit; bancos; conventos; colegios religiosos; grandes empresas concesionarias de carreteras, y miles de ahorradores, como María Kamila Pineda, una estudiante de Bogotá de 21 años que perdió a su padre e invirtió en Interbolsa el seguro de vida que él les dejó a sus hijos para financiar sus estudios.
Hay pocas diferencias entre lo que sucedió con el Grupo Colombia y con Interbolsa: el dinero que se robó Félix Correa tasado en pesos de hoy es una bicoca comparado con el billón de pesos que robaron estos delincuentes de cuello blanco.
Félix Correa les robó a viejitos despistados. Interbolsa le robó hasta al Banco de la República.
Tal vez la diferencia más vergonzosa es que a Félix Correa se lo alzó la Policía la misma semana en que el Estado intervino a Furatena. En el caso de Interbolsa no hay todavía un solo banquero detenido. Privilegios que concede el Estado a los delincuentes de cuello blanco.