13 de julio, 2011. Por: Mónica Quintero Restrepo.
En El Colombiano.
BEATRIZ VÉLEZ LE da una mirada antropológica y sociológica al balompié desde lo corporal y las particularidades que se ven en la cancha.
Si acaso ha jugado fútbol en esos partidos que no llevan a ninguna parte, salvo al ocio. El interés de Beatriz Vélez por el balompié comenzó por el cuerpo y, quizá porque alguna vez le dijeron y leyó, hasta en Eduardo Galeano, que el gol es el orgasmo del fútbol.
Después de muchos años de investigación y de un trabajo juicioso y serio, esta paisa presenta el libro Fútbol desde la tribuna. Pasiones y fantasías.
La sociedad todavía nos hace preguntar en ¿una mujer hablando de fútbol?
“El fútbol es una actividad de carácter masculino. Y es en la medida de los hombres, porque está hecha por ellos, para ellos mismos. Ningún deporte está hecho para las mujeres, porque los deportes se ejercitan en el espacio público y las mujeres, hasta hace muy recientemente, no habíamos tenido la oportunidad de disfrutar del espacio público. Yo cuando era niña me decía, pero por qué ellos pueden jugar y nosotros no. A las mujeres les tocó batallar para que las aceptarán. Por la historia el deporte y los espacios públicos han sido masculinos, entonces es obvio que la predominancia ha sido masculina. Los mujeres han sido mal vistas, las que juegan son vistas como que están traicionando su feminidad”
¿Y no ha cambiado?
“Ha cambiado profundamente, pero porque las mismas mujeres dijimos basta, es que tenemos que instalarnos en el mundo. Ya tenemos derecho al voto, a la vida pública, al trabajo, a ejercer cargos altos, a jugar fútbol. Es un fenómeno reciente y claro que es raro, pero ya eso se ve”.
¿Por qué se interesó por investigar?
“Es que el gol es el orgasmo del fútbol, cuando ellos me dijeron eso, yo dije, esta cosa como tan curiosa, de una actividad que es completamente masculina, donde los hombres son los que juegan y es visto por otros hombres, que tenga este contenido sexual tan evidente. Eduardo Galeano dice, el gol es el orgasmo del fútbol, porque lo que pasa es que es una explosión de alegría y de todo, de endorfinas. Entonces yo ya empecé a preguntar, se compara al orgasmo, se compara a la vida, tú dices la vida sin fútbol no es vida, si se acabara nos moriríamos. Lo comparan al amor, la llenura, porque después de un partido están plenos. Entonces como esas cosas tan serias desde el punto de vista de la condición humana, comparables al fútbol, yo me preguntaba, pero por qué. Y empecé a indagarlo y efectivamente, el juego en general nos pone en una dimensión de encuentro con nosotros mismos, porque es una especie de paréntesis que se le pone a la vida diaria. El juego te permite cosas que generalmente no te permites, como estar cerca de tus enemigos. El juego permite transgredir el orden, la cotidianidad, el trabajo. Jugar es muy gratificante. El fútbol entra en esta categoría, pero tiene un particularidad y es que su mandato es absolutamente demencial: pone en una oposición a la mano y al pie, que en el orden de la vida diaria y en el proceso de la vida humana han cooperado. Nunca se han opuesto y aquí se oponen. El fútbol pone a pelear al pie con la mano y eso ya es absurdo y lo más absurdo todavía es que lo pone a pelear para controlar una pieza que ni siquiera se puede controlar, porque si hay algo incontrolable es un balón por su redondez. No tiene aristas, uno lo tira y nunca se sabe para donde va, y encima no se puede controlar con la mano sino con el pie y encima hay que estar atento a que la mano no se meta. ¡Por favor, qué es esto! (risas). Y viaja a 150 kilómetros por hora, porque con la tecnología es cada vez más aéreo, entonces esa vocación aérea del balón y esa terrestre del pie y quieren que se junten y que entren en una relación amorosa. Porque para producir el gol, el balón y el pie tienen que entrar en una suerte de cópula. El balón tiene que dejarse guiar por el pie hasta que éste le dice, métase allá. Su mandato es tan absolutamente demencial que exige del cuerpo el desarrollo de unas técnicas. El fútbol demanda hacer lo imposible, al cuerpo, a la ley de la gravedad, entonces por esa razón el fútbol se convierte en una cosa, es prácticamente hacer lo imposible. Uno ve algo y dice, pero cómo lo hicieron, repítalo y verá que no es capaz. Es que el cuerpo en la urgencia del momento resuelve la situación y esto de hacer cosas imposibles es lo que es propio de los humanos. La cultura es la imposibilidad y eso nos caracteriza. Hacer lo imposible”.
¿Radica en eso su éxito?
“Claro, en eso radica su posibilidad de enraizamiento en la vida de todos, porque aparte de eso, el fútbol es un negocio, y como tal nos lo metieron por los ojos y todos los días, hasta que nos habituaron y ya es muy importante. Sociológicamente hablando, el fútbol es un espectáculo corporal, dirigido al consumo y al negocio, pero que si ha logrado arraigarse de esa manera, que la gente por encima de esto adora el fútbol y no ve esa parte comercial, es porque el fútbol está consultando nuestra condición antropológica y ahí apela a nuestra íntima naturaleza que es hacer lo imposible, es decir, practicar lo que nosotros somos. Nos encanta lo innatural”.
Ha sido un trabajo de investigación largo. Hablamos incluso de más de diez años.
“Yo me pensé a interesar en el fútbol por un camino inusual. Era profesora de antropología y sociología del cuerpo y de la ciudad, por allá en los 90. El cuerpo apenas se empezaba a insinuarse como un bien apreciado por los individuos. Empezábamos a instalar en la modernidad y ello tiene que ver con que el individuo adopta el estilo de vida que le convenga. Entonces empecé a estudiar el cuerpo y a darme cuenta que en el fútbol era uno de los espectáculos donde más se exhibía lo corporal. Así que me empecé a interesar, porque además el espacio público estaba invadido por los que les gustaba el fútbol. Yo como socióloga tenía que indagar y ahí fue como me interesé en el fútbol. Hice un trabajo de terreno con futbolistas, con gente que hablaba de fútbol, con entrenadores, entrevisté a Maturana y a la gente de la selección Colombia …”.
¿Por qué teorizar sobre el balompié?
“Nosotros como seres humanos no somos analfabetas, afortunadamente. A nosotros el conocimiento nos gusta mucho, porque como todo está por saberse, entonces narrar las cosas de una manera diferente, eso agranda el horizonte”.
En el libro dice que el fútbol da cuenta de las debilidades sociales
“El fútbol tiene unos componentes blandos y duros. Los primeros tienen que ver con la parte antropológica: lo que nos une, lo que nos acerca al otro y que el gol y la buena jugada, que hace que digas, pero qué es esta belleza y te quieras abrazar con el otro, porque es como encontrar nuestra humanidad a través de la acción del otro. Es como la parte linda, que nos unifica, que nos hace hermanos, pero hay una sociológica que tiene que ver con el negocio y con un modelo de masculinidad, que muchos fanáticos se reclaman. Entonces son esos que quieren humillar, que empujan, que quieren mostrar que son superior al otro. Detrás de esos seres que se afirman así, destruyendo, gritando y humillando al otro, hay seres muy frágiles. Porque desde que tengas que reafirmarte, humillando al otro, tienes que ser frágil”.
¿Tiene eso que ver con la violencia?
“Claro, con la violencia que se ha apoderado del fútbol. Es que el fútbol es un juego que también es una guerra, porque son dos bandos que están en una guerra permanente. Y además como el fútbol es todo patriarcal, porque es que el arbitro es un padre. Lo que el árbitro decide es algo que nadie puede impugnar, pero ¿qué principio hay que no se pueda impugnar en el orden humano? Nada y este es el único tirano absoluto, porque aunque se haya equivocado, no echa para atrás. Si hasta las leyes más importantes de la sociedad se pueden echar para atrás, ¿por qué la de un árbitro no? Por favor, eso es absurdo, pero entonces hay una pirámide muy jerárquica y muy rígida y los hinchas lo aceptan y todo, pero en el juego se trata de burlar todo eso. Todos se burlan del árbitro, como se equivocó con la mano de Maradona, pues todo el mundo la ha celebrado y es una historia que se repite y se repite y hay el jolgorio por haber violado la ley. Entonces hay un montón de aspectos en el fútbol que hay que mirar con más disección. Y que hay mucha gente que no tiene más que fútbol en la cabeza, entonces qué más se les va a pedir”.
¿Con el fútbol nos olvidamos de la vida cotidiana?
“La vida se paraliza, hasta la vida de pareja. El fútbol es lo primero, y no por esa cosa machista, sino porque el fútbol es tan bello que es la posibilidad de encontrarnos con nuestra propia humanidad”.
¿Esa belleza, tiene que ver con pensar el fútbol como arte, incluso?
“Más que como arte, como un hecho estético. No todo lo que es estético es arte, porque la estética es sobretodo aquello que te emociona. Las sensaciones, las emociones que te ponen la piel de gallina. Cuando la cosa es bella y estética, eso te sobrecoge y el fútbol te produce eso, porque es la jugada innombrable, tú no tienes palabra para decir cómo fue eso, porque es tan absolutamente hermoso y único, que la palabra queda corta, porque el fútbol se escribe con el instrumento que es el cuerpo”.
Su lectura es hecha desde la tribuna.
“Sí y desde la tribuna a la que yo fui conducida. Yo hablo desde un lugar que a lo mejor a los hinchas muy radicales no les gusta y descalificarían. Primero, no soy jugadora de fútbol, sino que he jugado fútbol como por tomar el pelo. Yo he visto muchos partidos por televisión. A mí me gusta el buen juego. Esos partidos que son monótonos porque es el Nacional el que juega, a mí no me interesan. A mí me gusta el buen juego, de buena calidad, independientemente que lo juegue el Manchester o el Barcelona o no importa. Me gusta el bello juego”.
¿Y cuál es el bello juego?
“Digamos el que hace Ronaldinho, el que es de jugadas, lo que se llama el fútbol abierto. No ese partido cerrado, que es para evitar que no haya gol y cada vez los partidos profesionales son cada vez más cerrados y eso no produce placer, porque el placer es el gol. Primero eran marcadores 4-5, 3-2, ahora no tanto. Porque además el fútbol se juega según cada cultura. Una como la inglesa es digamos muy de la racionalidad y de la previsión. A ellos no les gusta la sorpresa y el fútbol es una cosa de sorpresa. Ellos pretenden, a través del director técnico y del entrenamiento, adelantarse a lo que va a ser el partido. Y lo que tiene el fútbol de bello es que por más que previas el libreto, en el momento de la escena, porque es un performance, las cosas cambian. Y mira que los jugadores hacen lo que les da la gana y el técnico está allá gritando y vociferando, a veces de manera grotesca, y nadie lo escucha. Ellos están haciendo lo que les parezca, porque son los actores. Los partidos europeos son con mucha técnica, muy rápidos y muy eficientes, tun tun, muy bellos, pero hay individualidades en donde hacen cosas muy lindas”.
¿Cómo jugamos los colombianos?
“A mí me parece que hay una cosa muy triste y es que los colombianos no rematamos. Entonces todo se queda como en la mitad del camino. Hay mucho pase y mucha cosa bonita, pero no hay remate. El remate hace falta. Entonces yo no se si es porque nosotros no somos tan decididos o porque no tenemos tanta confianza en que somos buenos o porque es una cultura del aplazar mucho las cosas. El juego criollo nuestro ha sido bastante descuidado. También creo que hay muchos factores extra futbolísticos que muchos saben. Es una sociedad un poco densa en ese sentido”.
¿Cómo es eso de que el fútbol tiene dos libretos?
“Uno es el que yo llamo de progresión en el terreno, que es cuando va avanzando el equipo hasta la portería y eso es una cosa fría, un libreto aprendido y donde el hombre se afirma como buen jugador, atleta. Sin embargo, después del gol entran en lo que yo llamo una regresión progresiva, porque estos hombres empiezan a hacer unas ‘payasadas’ y unas cosas como si fueran niños y ahí es donde se explica que el hombre contenido, sin emociones, se desdobla. Tú los has visto, tirados en el suelo, abrazándose, haciendo jugadas, tirándose a la tribuna. Eso es muy bello porque es la emoción total. Y eso es lo que yo te digo, que el fútbol permite: jugar a esa idea de virilidad, pero también encontrar la infancia perdida. Porque los hombres el mandato viril les dice que no pueden mostrar flaqueza y ahí sí se muestra. Y se muestra cada vez más porque cada vez más hay una justificación de la sociedad moderna a expresar lo que uno siente”.