18 de septiembre de 2016. Por: El Mundo.
En El Mundo.
Como una marca registrada, el humor y la sátira hacen parte de las herramientas literarias de las que Esteban Carlos Mejía (Medellín, 1953) echa mano cada vez que tiene en mente escribir un libro. Por lo visto, no es algo programado o que opere por hábito, más bien es un condición innata, un modo de estar en el mundo que Mejía despliega con naturalidad en distintos frentes de su corpus literario. En Esos besos que te doy (Sílaba Editores, 2016) su última novela y segunda parte de la “Trilogía de espaldas a Medellín” -la primera, I love you putamente- Víctor Yugo, personaje ladino, incorrecto, “mercenario”, se vuelve un aventurero del “rebusque”, un personaje modelado por la pasión que orientará su búsqueda hacia situaciones absurdas y delirantes.
“En esta novela, a diferencia de I love you putamente, quise trabajar la hipótesis del rebusque en todas sus facetas: sexual, existencial, social, literario. Por eso plasmé unas situaciones que rayan en lo ilógico y que se presentan, además, desde el terreno de lo metaliterario. Me gusta decir, directamente, que es una novela pretenciosa. Pero la pretensión no vista desde el orgullo sino atravesada por la ironía”, comentó el escritor antioqueño.
Mejía recordó aquella vez que su abuela le dijo -ante la insistencia del pequeño niño en hacer chistes todo el tiempo-: “Mijo, no haga eso, que usted no es chistoso”. Fue tal vez esa negación la causante de ese énfasis potenciado en reconocer en la literatura un territorio virgen para ensayar su mirada sarcástica del mundo.
“Para mí el humor es la raíz de todo. El humor asociado a una sensación de plenitud. Trato de no forzarlo, que se dé de manera natural. Por ejemplo, de estos tres escritores a los que les debo mucho -el cubano Guillermo Cabrera Infante, el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum y el mexicano Jorge Ibargüengoitia- he aprendido no sólo a forjar un estilo propio y exigente, sino también a cómo afincar el humor dentro del texto sin que se note el esfuerzo, como parte ya constitutiva del libro mismo”, explicó Mejía.
Medellín, como ciudad y como espacio, se ha vuelto para Mejía un personaje principal que vive y respira y cambia con los años, como cualquier persona ante el paso del tiempo. “En esta novela Medellín vuelve a ser protagonista -agregó Mejía-. Una Medellín que es una entre tantas: una ciudad fantasmagórica, cambiante, de geografías desordenadas. Una Medellín también erótica, directa, como quise plasmar en esta novela. Yo no soy un escritor que insinúe, no es lo mío. Me gusta ser directo y develar el mundo sin máscaras ni concesiones”.