Los escogidos de Patricia Nieto es una historia terrible y (no ‘pero’: ‘y’) luminosa. Patricia Nieto es una académica de la comunicación en la Universidad de Antioquia en su Medellín, pero no solo enseña a agradecidos alumnos hambrientos de crónica: ha organizado talleres para víctimas de la violencia, para que puedan sacar afuera el dolor y la angustia que los atragantaba, y que desde afuera se pueda escuchar su voz.
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La historia parece simple: a Puerto Berrío llegan, flotando por el río Magdalena, los cadáveres de mujeres y hombres, víctimas de la violencia colombiana. Vienen sin nombre, sin identidad, sin historia. Un grupo de vecinos los acoge, los nombra, los entierra, los visita y les cuenta cosas. Son actos de desagravio, que vuelven a humanizar a los que fueron torturados, asesinados y deshumanizados. A veces vienen familiares en busca de sus deudos. A veces los encuentran, y entonces los vecinos los dejan ir como a amigos que parten.
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Con estos mimbres, Patricia Nieto construye un libro de periodismo narrativo con mucho de poesía. De hecho, le encuentro puntos de contacto con relatos de grandes cronistas que destilan prosa poética para acercar al lector a la esencia y el sentimiento de una historia. En primer lugar, Elogiemos ahora a hombres famosos, de James Agee. En América latina, uno de mis favoritos es Missing, de Alberto Fuguet. Y a caballo entre las Américas, Ciudad del crimen, de Charles Bowden. Cada uno a su manera, cuentan la realidad con prosa más poética que novelística. Leyéndolos, te dejas llevar por un ritmo intoxicante, que te hace bailar con las palabras como si fueras la serpiente del encantador hindú.
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A veces hay conversaciones entre la periodista y los personajes. De pronto, ellos hablan con los muertos. En otros momentos, interpelan al lector.
Pasan por Los escogidos la historia terrible de Colombia, la ciencia bruñida del forense, y como en el mejor Kapuscinski, de la niebla de lo que ignoramos tras investigar mucho, surgen las preguntas en estampida: “¿Quién divisó tu cuerpo detenido en un recodo del río. A qué horas se sorprendieron los niños con tu cuerpo como toro desollado. Cuántas horas permaneciste en ese pozo oscuro. Se alimentaron los peces de tu carne. Sorprendiste a los perscadores cuando emergiste del lecho frío. Sabe a hierro la tierra después de la lluvia. Te acompañó la luna?”
El libro de Patricia tiene la levedad del susurro y la profundidad de las sentencias definitivas.