24 de abril de 2015. Por: John Saldarriaga.
En El Colombiano.
La fuente de donde Olga Elena Mattei extrae su poesía sigue siendo inagotable.
Por eso, sus poemas se cuentan por miles y su calidad por unidades astronómicas. Y también por la misma razón, ahora nos sorprende, después de ocho años de silencio editorial, con un nuevo libro: Voces de la clepsidra.
Le dieron dos meses para prepararlo y claro que le costó trabajo hacerlo. Pero en su caso, la lidia no fue porque tuviera que escoger entre poco, sino entre mucho.
“Tengo los borradores de siete libros casi listos y 4.000 páginas garrapateadas a mano, del tiempo en que no había computadores”, revela esas cifras que parecen obscenas.
En este nuevo volumen integra trece capítulos que, en realidad, cada uno de ellos es parte un libro individual.
Asombrada por lo Humano y por el Tiempo, esos dos seres que se relacionan las más de las veces de una manera tormentosa, en el título, ambos tienen su parte: las voces que en ocasiones son clamores de esos seres frágiles, y la clepsidra, que mide el Tiempo en agua.
Seres humanos primitivos, antiguos, de ficción, históricos, iluminados, amantes, amigos… Todos ellos como dueños de un aliento divino.
Me llamo Uto./ Venimos caminando detrás de la cueva, hasta muy lejos…/ pero estamos cansados./ ¡Tres soles caminando!/ (Nosotros caminamos parados)./ Buscamos alimento: seres que caminan/ agachados, con las manos (…)/ pero si no encontramos algo…/ algo para morder…/ todos nos dormiremos…/ ¡del todo! ¡Sin querer!
“Traté de hacer este poema, Uto, con frases torpes como bien pudieron ser las de esos seres que carecían de lenguaje…”. Olga Elena dice que un día encontró un poema sumerio, de hace 5.000 años, como una plegaria en la que relataban horrores de la guerra. Y terminaba diciendo que la divinidad no permitiría que se repitiera la guerra, porque el hombre tenía que haber aprendido de todo eso.
“Los seres de hoy somos iguales a los primitivos, en cuanto a que somos vulnerables. Pero tal vez somos peores ahora, porque sabemos y, por tanto, no deberíamos repetir torpezas”.
Otros poemas del libro exaltan las maravillas del mundo, tanto por su belleza, como por el significado que tienen para la raza humana.
Y el hombre volador,/ el que se fue al espacio,/ el hombre planetario,/ el que giró y miró la tierra,/ (este pequeño globo de piedra),/ desde su nave, ¡vio el dibujo de una raya/ sobre la esfera!/ ¡Vio una culebra gigantesca! ¡Y se dio cuenta/ de que eso es/ la muralla!
Y en “Mis amantes” habla de seres que admira por nobles, valientes, sabios o creadores. “Teniéndolos al frente podría enamorarme de ellos”. Y agrega: “Enamorarme de Van Gogh… qué ser difícil, con sus crisis profundas de depresión. Pero tal vez si le brindara un amor espiritual, lo habría salvado de la tristeza. Le digo que sé que duerme con un arma bajo la almohada y, sutilmente yo trataría de quitársela”.
Y qué pequeñas palabras/ hubiera yo podido decirte,/ amigo, para que vinieras conmigo,/ a mi recinto, donde te hubiese hecho/ un refugio, un estudio,/ tu propio espacio.