Septiembre de 2012. Por: Jacobo Arango.
En La palabra.
El escritor y profesor de la Escuela de Estudios Literarios perteneciente a la Universidad del Valle, Alejandro José Loópez (Tuluá, 1969), presenta este mes su primera novela: Nadie es Eterno, publicada por Sílaba Editores. La historia se desarrolla durante el vertiginoso año de 1990, acaso el punto aálgido del sicariato en el Valle del Cauca. La Palabra conversó con él acerca de la novelística de la violencia, la novela moderna y, por supuesto, sobre Nadie es Eterno.
La Palabra: Dado que tu novela habla sobre la violencia y está situada en Tuluá, ¿cuál fue la influencia que tuvo la novelística de Álvarez Gardeazábal en tu obra?
Alejandro José López: En mi novela hay un diálogo con diversas literaturas, sin duda entre ellas está la novelística de Gustavo, que he leído con mucha pasión. De su obra y de la literatura escrita por Truman Capote me viene una especie de sistema narrativo, que es el chisme, el cual es una fuente muy importante de narración para mí.
L. P.: ¿Qué opinión tienes de la literatura colombiana de la violencia?
A. J. L.: Si bien existen grandes obras dentro de esta corriente, que es casi un género, hay también muchas novelas que tienden a agotarse en la casuística, que responden a la inmediatez de los hechos. Y ahí se corre el riesgo de quedarse en el registro de lo violento, de terminar haciendo obras más sociológicas que literarias. Para mí la clave en esto tendría que ver con la elaboración del lenguaje y con la incorporación del mito. Aunque vivimos en una época que le exige al escritor mucha eficacia comunicativa, el arte de la novela no puede limitarse al entretenimiento: me parece primordial que se genere un saber por esa vía artística; es decir, que se indague en profundidad la condición humana.
L. P.: ¿Cuál debería ser entonces el papel de la novela actual?
A. J. L.: Aunque la novela es el género por excelencia de la modernidad, necesita conectarse con la tradición literaria anterior y, fundamentalmente, con el mito. Pienso que el mito nos abre un camino que puede librarnos de la superficialidad. Ésta es una lección muy importante que aparece en la obra de Faulkner, por ejemplo, una lección que he procurado incorporar en la escritura de Nadie es Eterno.
L. P.: De acuerdo con esto, ¿cómo aparece el mito en tu novela?
A. J. L.: Sentí la necesidad de estructurar esta historia recogiendo el mito grecorromano de la muerte del padre, que está en la fábula de Saturno devorando a sus hijos. En este sentido, novelas como El sonido y la furia o Absalón! Absalón!,
del maestro norteamericano, han sido determinantes en mis itinerarios creativos. Cuando descubrimos de qué manera Faulkner teje narrativamente sus propias obras utilizando el mito como base estructurante, vemos que sus historias se dimensionan profundamente y que, así, escapan a lo anecdótico. Esta fue una gran enseñanza para mí como narrador, una verdadera revelación.
L. P.: ¿Cuál es la historia detrás de Nadie es Eterno?
A. J. L.: Aquí se regresa al tema del narcotráfico y su criminalidad, se cuenta la historia de un sicario llamado Pacho Tiro, la cual tiene como escenario la ciudad de Tuluá en uno de sus periodos más atroces. Aquí se cuentan todas aquellas historias del pueblo, donde el chisme y la maledicencia también son protagonistas. Sentí que el tema se me imponía, que necesitaba escribirlo, pues pertenezco a una generación que resultó fuertemente marcada por la vorágine del narcotráfico. Ya desde el punto de vista de la escritura, he trabajado durante 18 años en esta novela, cuya primera versión fue realizada en 1995. Y he estado reelaborándola durante todo este tiempo, comentándola con amigos muy cercanos, lectores muy agudos todos ellos, como Edgar Collazos, Kevin Alexis García, Darío Henao, Julián Malatesta, Óscar Osorio y mis compañeros del Taller Literario Botella y Luna, entre otros.
L. P.: En esta novela aparece un personaje bastante memorable llamado Rafico, un pintor gay que sirve como contrapunto a otro personaje excesivamente rudo y cruel, que es Pacho Tiro. ¿Cómo lograste integrar ambas historias?
A. J. L.: Cuando uno se enfrenta a la escritura de una novela, tiene que poner la intuición al mando del proceso creativo. Si un escritor empieza a querer controlarlo todo, a matematizar la historia, estropea por completo la novela. Yo pensaba que Rafico iba a ser un personaje absolutamente episódico; pero empezó a crecer, a pedir espacio. Entonces, decidí que si tenía tanta fuerza, tanto vigor, se había ganado su lugar; así que le di rienda suelta. Y lo curioso es que logró integrarse con el mito de la muerte del padre; sin embargo, a diferencia de Pacho Tiro, el periplo de Rafico está en clave cómica: la suya es una historia bufa.
Nadie es Eterno es una novela que regresa al tema central de la literatura colombiana contemporánea: la violencia. Con un hábil manejo de la oralidad y un amplio registro narrativo, Alejandro José López se inscribe dentro de una tradición que cuenta con exponentes tan importantes como Gustavo Álvarez Gardeazábal o Evelio José Rosero, quienes también han sabido iluminar con sus obras la convulsionada realidad que les tocó en suerte.
Entrevista realizada por Jacobo Arango. Estudiante Lic. en Literatura. Publicada enLa palabra, sección Palabra Crítica, p. 15.