20 de marzo, 2012. Por: Mónica Quintero Restrepo.
En El Colombiano.
La periodista Patricia Nieto lanza hoy su libro Los escogidos, que recoge varias crónicas sobre el conflicto armado.
En el cementerio de Puerto Berrío, cuando las personas van a elegir una tumba para rezarle al cuerpo que está allí, escriben, con carbón, la palabra escogido, “como diciendo, este señor, este cuerpo que está aquí, ya tiene alguien que reza por él. No me lo toque”.
Patricia Nieto no lo escribió en carbón sobre ninguna tumba. Lo escribió en un libro, Los escogidos, que recoge varias crónicas a las que empezó a hacerles reportería en 2008 y que terminaron juntas, en 106 páginas, después de una carátula con su foto morada.
“Se puede decir que es un trabajo que está en la línea de algunas cosas que yo he hecho, que es recuperar, permitir que la gente que ha sufrido por el conflicto armado, cuente su relato y el país lo conozca. Pienso que es un aporte a las narrativas y, en último término, a la memoria de las víctimas del conflicto armado en Colombia”.
Patricia es una periodista. También profesora de la Universidad de Antioquia. Se ha interesado por el tema de la violencia desde hace un tiempo, 1994 podría ser. Es una cuestión recurrente en sus crónicas.
Un interés que tiene que ver con no hacer lo que decía la intención aquella de echarle tierra al horror. A ese intento, político y económico, de decir que no pasaba nada.
“Por otro lado, me llama la atención esa tendencia que hay de decir que la gente está saturada de violencia, que no quiere leer, que los noticieros y los periódicos son los culpables de la guerra, por reproducirla. Eso me inquietaba mucho, obviamente no siempre se hace con responsabilidad o espíritu informativo debido, pero es también una posición en contra de esa línea que dice que la guerra está en el periódico. No. La guerra está en los campos, en las ciudades, en los pueblos, y la gente la vive. No es una ficción”.
Los escogidos es eso. Un interés de denunciar, de contar, desde lo literario, lo que pasa. De hablar con los muertos, de saber que con sus cuerpos hablan. Incluso de preguntarse por la muerte. Por eso muchas de las crónicas están en primera persona. “Era el tono y la voz que el tema me pedía”.
Las primeras letras, antes de todo, son de Antígona: “Murieron./ Y los responsables son los vivos”.