Antes de ser silencio

La voz que brota del silencio

12 julio 2020. Por: María José Noriega Ramírez.
En El Espectador.

Ana María Bustamante encuentra en la poesía la posibilidad de nombrar sus emociones. Los viajes interiores, de autoexploración, son la razón de sus versos.

Para Ana María Bustamante, socióloga y poeta, la literatura es un hecho social. La capacidad ética que ha desarrollado en su relación con los otros y el acercamiento que ha tenido con la poesía desde lo simbólico, se deben a la cohesión y cercanía que tienen sus dos oficios. Para ella, la sociología y la escritura son indisociables, y el papel que juega la literatura en el desarrollo social ha sido una pregunta “casi que obligada” en su quehacer profesional.

José María Vargas Vila, en su adolescencia; Hugo Mujica, llegando a sus veinte años, y mujeres poetas latinoamericanas como María Mercedes Carranza y Blanca Varela, con un tratamiento especial de las emociones y por la misma condición de mujer, marcaron los versos de Bustamante. Y es que, para la poeta paisa, la lectura y escritura van de la mano. Así como en su adolescencia empezó a interesarse por versos y estrofas, por esa misma época su pluma comenzó a plasmar sus primeros intentos de poesía. Aunque la escritora admite no saber en qué momento exacto terminó su primer poema, de ahí que nombre sus primeros versos como intentos, sí reconoce que su necesidad por entender y profundizar en sus emociones viene de tiempo atrás. De ahí que Bustamante, desde los trece años, optara por escribir casi a diario, y que encontrara en la poesía un género literario lo suficientemente flexible para iniciar un recorrido de autoexploración y entendimiento.

“Soy el silencio que sobrevive / tan lejos, / donde la boca del mundo desaparece / y queda solo una sombra, / un fluir inmenso de agua / donde la soledad se yergue. / En la ceguera de mi nombre / emprendo el viaje”. Así empieza el poemario Antes de ser silencio, un libro que surge de la inquietud de la autora por emprender un viaje hacia ese estado. “Había una urgencia en mí por encontrar el silencio en la palabra. El libro tiene un lenguaje muy depurado porque lo que busco, a través de él, es un momento de calma después de lo atareado que puede ser el día”.

Bustamante admite tener una fascinación, casi una obsesión, con los viajes. No solo con aquellos materiales en los que emprende un desplazamiento físico, sino también con esos emocionales que la impulsan a buscar su propia voz. De esa necesidad de movimiento y de un proceso exigente de lograr poner en palabras las múltiples sensaciones, que por momentos parecen imposibles de ser nombradas y permeadas por el lenguaje, nace este libro.

“Un ardor de hojas que van a caer / como palabras que van a decirse / o campanas que van a sonar. / Un temblor de ramas que van a quebrarse / como porcelanas viejas, como los huesos, / así es la voz: / un descomponerse para que el lenguaje diga / todo lo hiriente y frágil / que guardan los párpados. / Sin embargo, escribir es otra cosa, / no tiene preludio. / Es arrancarse las uñas mientras el mundo gira”. Lograr poner en palabras lo que no tiene nombre supone un reto para la autora, pues aquello que el lenguaje no alcanza a definir termina por exigirle un ejercicio complejo de escritura, a tal punto que lo innombrable termina siendo la fuente de inspiración de sus versos. “Esa necesidad de dar nombre a lo que no lo tiene es la razón de mi poesía”.

El silencio permite a Bustamante nombrar sus sensaciones, pues para ella el autoconocimiento se da, justamente, en ese espacio de vacío. “En esos silencios es donde encontramos un verdadero diálogo con quienes somos realmente”. Esos momentos de abstracción permiten callar el ruido externo y amplificar las voces internas, base de la construcción como seres humanos. De ahí, que el poemario, que es más un libro de búsqueda, se divida en cuatro capítulos, y que el primero y último se llamen El inicio y El regreso. Así, los primeros versos narran la necesidad intrínseca por escribir, y los últimos plasman el retorno a la esencia del ser. “Mis poemas reflejan este tránsito, este viaje”.

Actualmente, Bustamante está haciendo la Maestría en Sociología de la Universidad de Antioquia y su proyecto de investigación gira en torno al origen social de las emociones. Ella siempre ha pensado que estas, por las que todo ser humano transita, están por fuera de cada uno, aun cuando terminan por configurar la existencia misma. De ahí que considere que la poesía es el lenguaje más sensible al alma, pues se puede naturalizar y entender fácilmente. Después de todo, “los humanos somos seres discursivos y las vivencias propias pueden encontrar validez en un poema ajeno”.

La literatura, ya sea en forma de resistencia o de exploración del ser, ha funcionado como medio de tránsito dentro de la complejidad social y política del país. La autora se atreve a decir que en Colombia se está dando un proceso de ebullición de propuestas poéticas que ha resultado en la consolidación de múltiples voces: David Marín, Yenny León y Henry Alexánder Gómez, son ejemplo de ello. La diversidad de temas, desde la inquietud por la calma de Marín, y por la violencia de Gómez, es lo que a Bustamante más le atrae de la poesía colombiana. Es por esa riqueza temática que a la poeta le gusta leer la poesía que se produce en el país.

Reflexiones sobre qué es lo humano; cómo se nombra lo que está afuera, pero también lo que está adentro, y la definición del mismo ser, son transversales a los versos de Bustamante, a su consolidación como mujer y poeta. “Me gusta dejar claro que es una mujer quien escribe porque, como dije alguna vez en un poema, hay dolores que son invisibles a los hombres. Las mujeres compartimos ciertas formas de ver el mundo y escribir poesía es una forma en la que yo, Ana María Bustamante, me nombro y me construyo a mí misma”.

Aquí, algunos poemas de Bustamante.

VENGO AL ENCUENTRO CON LO ANTIGUO,

al hondo renacer de esta ceniza.

A poblar el silencio,

el cansancio, torpemente,

con mis huesos fundidos.

A nacer, viajera

en el indefinible milagro del alba.

A eso he venido.

***

CAMINO ENTRE SAUCES Y MONTAÑAS

bajo un diluvio encendido de cantos de aves

y canto yo también.

El sol desaparece en el agua

que se ha encendido para abrazar esta lejanía.

La infancia es este pájaro ciego

que ha volado

a los primeros árboles del camino,

donde hilos de luz tejerán de nuevo el sol.

Soy una mujer que se resiste a sus muertes.

Donde surge la nieve:

ahí tengo que llegar.

***

CUANDO EL SALTO SUCEDA

habrá que inventar la voz de nuevo,

despertar los pies de la tierra.

Volverá a nacer la luz

intermitente

en la lluvia.

Una sonrisa aprieta el latido:

un hombre hundido en las uñas

como soledad que ha de abrirse,

como fuego que quemará

la simetría de los días.

Vuelvo a oler la nostalgia:

dedos pinchados con los niños que fuimos.

***

No basta abrir los ojos hay que abrir lo mirado quitar las vendas al pecho de nadie.

Hugo Mujica

MIRAR AL FRENTE ES REBELARSE, GANAR

las pequeñas revoluciones de

cada día

Con eso no basta.

Hay que rasgar lo visto

hundir las uñas en lo mirado

y llevarse el propio cuerpo

lejos de la memoria.