En Revista Semana.
La novela del escritor colombiano Ricardo Cano Gaviria ‘La puerta del infierno” apareció ya en España -donde el autor se encuentra radicado- bajo el sello en Ediciones Igitur. En Colombia, lo será con Sílaba Editores, y próximamente saldrá en México en Vaso Roto Ediciones. Lucía Donadío conversó con él sobre algunos aspectos de su novela.
P: Al leer tu novela uno tiene la impresión de que algunos de sus protagonistas son gente real, gente conocida…
R: Y es absolutamente cierto. Los lectores que hayan conocido a Victoria de Silva, mi amiga de París, muerta hace pocos años, sabrán que Madame de Grégoire solo puede ser ella y nadie más. En cuanto al Gran Zubiela, todos los que lo hayan conocido, o hayan sabido de él, sabrán que es Estanislao Zuleta, aunque por la novela desfila solo su nombre, un nombre que es él mismo como un personaje.
P: ¿Cuál es el papel de los nombres en una novela, y por qué cambiarlos?
R: En una novela, como sabía Proust, los nombres son ya de algún modo protagonistas. Toda novela es un sistema platónico, o mejor, socrático, de rememoración; pero como el resultado es una ficción, para subrayar este nivel es mejor cambiarlos, supongo, aunque los modelos sean preservados en la recreación.
P: Dos décadas después de Una lección de abismo, que fue considerada la mejor novela publicada en Colombia entre 1988 y 1992 publicas La puerta del infierno, una novela de corte muy diferente… ¿O cree que hay algo común entra ellas, algún punto de contacto?
R: Se trata en efecto de dos novelas muy diferentes, pero sus mismas diferencias las emparentan. Una lección de abismo era una novela epistolar, que se desarrollaba en un ir y venir de cartas entre dos amigos, y La puerta del infierno es una novela dialogal, de hecho una larga y reiterada conversación también entre dos amigos. En las dos creo que hay una sensación de movilidad e inseguridad muy parecidas. Y las dos miran hacia abajo, hacia el subsuelo, que en una era el abismo mental, o ideológico, y en la otra es el infierno histórico. Y en las dos, en un momento dado, la realidad da un vuelco para el lector…
P: ¿No cree que eso es un peligro?… Me refiero a que muchos lectores apresurados pueden abandonar la lectura antes de descubrir qué es lo que pasa realmente en la novela…
R: Sí, es un peligro… Pero yo creo que los novelistas deben hacer alguna apuesta, y no subirse al tren de la novela con una maleta llena de seguros de vida, de seguros contra todo riesgo. El problema de la novela hoy en Colombia es que en un 80% está llena de ese tipo de maletas…
P: Explíquese…
R: Salta a la vista… Si escribes sin tener en cuenta lo que más pide el público, es decir, si te sales del casillero temático del narcotráfico, de la violencia política, y en menor grado de la novela policíaca, que puede ser una variante de los otros dos, parece que eres un escritor fuera de línea, un desclasado…
P: ¿Y la novela histórica? Yo creo que su novela es una novela histórica sobre Colombia…
R: La novela histórica está posiblemente menos afectada por ese encasillamiento, pero corre el peligro del cartón piedra cuando se aleja mucho del presente. En el caso de La puerta del infierno, la novela se sitúa en esa zona crepuscular en que la historia todavía tiene testigos, y uno de ellos es el propio autor. Por eso podría decirse que es una novela generacional, de corte flaubertiano, una especie de educación sentimental a la colombiana. Pero aunque me gusta mucho la idea son los críticos los que han de decidir…
P: ¿En ese sentido, la revolución de 1848 en Francia sería como el mayo francés o lo que lo antecedió en su país, las huelgas del 66 y el PRS, los freudo-sartro-marxistas de su época?
R: Digamos que quien busque por ese camino puede encontrar algo, pues no me parece un camino equivocado…
P: Ahora la pregunta muy comprometida: ¿es usted un freudo-sartro- marxista como Rolando Dupuy?
R: Bueno, aunque Rolando Dupuy seguramente se parece mucho al autor, sería un error confundirlos… Y es él quien se ríe, o ironiza, sobre los sartromarxistas, que en cambio yo miro con cariño, pues fui uno de ellos, y en muchos aspectos aún lo soy. Por ejemplo, creo que la novela admite una interpretación sicoanalítica, y que el acto de escribirla hace parte de mi autoanálisis… Esa es otra parte de la apuesta del autor, que lo que lleva es una maleta de apuestas, y no una de seguros… ¡Y por favor no vayas a creer que tengo algo contra las compañías de seguros!