19 de febrero de 2014. Por: Julia Escobar.
En Sílaba Editores.
Buenas noches a todos. Para la Fundación Mario Escobar Velásquez y para Sílaba Editores es no sólo un placer, sino también un honor contar con su presencia. Muchas gracias por haber aceptado nuestra invitación. Mi nombre es Julia Escobar Villegas; como algunos de ustedes saben, soy nieta del autor cuyo libro les presentaremos hoy.
Lo primero que quiero hacer es contarles un poco sobre la Fundación. Luego de la muerte de Mario Escobar Velásquez, nosotros, sus familiares, nos propusimos hacerle un homenaje a él como nuestro ancestro, y estuvimos de acuerdo en que la mejor manera de realizarlo era conservando y difundiendo su obra literaria, porque somos conscientes de que esta es su única y mejor herencia, no sólo destinada a nosotros, sino también a ustedes, es decir, al mundo. Además, porque creemos en ella profundamente, porque la amamos, porque todos la hemos leído, la hemos comentado, la hemos contado como se cuentan las historias en torno a un fuego, que es el origen de un hogar. Desde ese núcleo familiar sabemos que nuestro abuelo puso a su literatura todos sus esfuerzos físicos, espirituales e intelectuales. Sabemos bien cuánto le costó crearla, sabemos que todo su ser está plasmado en ella. Esta actividad que efectuamos es nuestra manera de recordarlo; leyéndolo, conversamos con él. Sin embargo, no nos interesaría tanto promover su obra si no creyéramos en su calidad. Mario Escobar, en efecto, no creía tanto en el nombre del autor como en la obra. Yo comparto su opinión. En la literatura, el nombre no importa: importa el contenido. Escribir es, de alguna manera, desaparecer, borrarse, transformarse, ser otros. Porque amamos las historias de Mario Escobar Velásquez y porque creemos en su calidad, queremos que se difundan, o para usar un término más discreto, más modesto y, por eso, más bello: queremos ofrecerlas. De modo que creamos la fundación en compañía de personas que fueron amigos de Mario Escobar y quienes, además, son notables intelectuales. Nuestro objetivo es, entonces, promover su obra, compuesta por libros que se encuentran agotados, presentes como joyas raras en algunas bibliotecas. Promoverla en dos sentidos: el primero de ellos es reeditándola, tal como hicimos en el 2013 con la novela Cucarachita Nadie, publicada bajo nuestro sello Thule Editores, una entrañable historia sobre una prostituta, escrita en homenaje a esas mujeres que marcaron la vida de Mario Escobar; y en el 2014, con la novela Marimonda, en la Colección del Bicentenario de Antioquia, publicada por la Universidad de Antioquia, con un bellísimo prólogo de Claudia Ivonne Giraldo, una historia inolvidable sobre un mico que él observó muy de cerca. El segundo sentido es publicando lo inédito. Este libro, titulado Itinerario de Afinidades. Perfiles, es nuestro primer logro en este campo. Hay que confesar que somos una fundación que trabaja lenta pero firmemente. Estamos aprendiendo todo lo concerniente a este oficio; no tenemos afán pero tampoco queremos detenernos. Procuramos poner en conjunto el talento y el tiempo del que todos sus integrantes disponemos para alcanzar estos objetivos.
Habiéndoles contando un poco sobre el origen, objetivos y trayectoria de la fundación, quisiera compartirles la historia de creación de este libro. Mario Escobar lo escribió, en realidad, durante toda su vida, y algunos de los presentes pueden dar fe de que él mismo intentó publicarlo. Sin embargo, terminó entre sus papeles póstumos, todos los perfiles dispuestos en el mismo orden en que lo encontrarán ustedes en el volumen, salvo el último perfil sobre el poeta Luis Carlos González, que fue un hermoso hallazgo de Jairo Morales muy poco antes de enviar el archivo a imprenta. Ya él les contará más en detalle sobre esta experiencia. A principios del año pasado salieron las convocatorias anuales del Ministerio de Cultura, y nos dimos a la tarea de enviar este libro para su participación. En un breve período tuvimos que transcribirlo, diagramarlo, diseñarlo, imprimirlo, empastarlo en machotes y enviarlo con sus documentos y formularios respectivos a Bogotá. Fue una experiencia intensa, hermosa para mí especialmente porque fue la primera vez que participé en la realización de un libro en cada uno de sus pasos. En este proceso debo mucho a la escritora, editora y amiga Janeth Posada Franco, quien me acompañó y asesoró junto a sus dos hermanos. Con uno de ellos pasé un día y una noche imprimiendo las páginas (una tras otra, mirándolas salir con preocupación, temerosos de que se dañaran o de que se acabara la tinta) en la casa de Janeth, luego de haber comprado y cortado en su tamaño respectivo todo el material enorme de papel propalbeige de 70 gramos en el centro de la ciudad, y luego de haber obtenido las carátulas en una imprenta, con el apuro del estudiante de diseño que tiene que entregar su trabajo final en pocas horas. A continuación, otro de los hermanos de Janeth me recibió en pleno día laboral y me ayudó a pegar pacientemente las páginas a las carátulas en su empresa de San Cristóbal. Logramos enviar los machotes al concurso, pero no fuimos los ganadores. Sin embargo, el libro estaba casi listo. Fue entonces cuando, en la ocasión de la última fiesta del libro, nos encontramos con Lucía Donadío en el stand de Sílaba Editores, y le contamos con entusiasmo de nuestro proyecto. No sabemos si ella es consciente de la inmensa alegría que sentimos al recibir su acogida del libro en su editorial, la cual admiramos, y al saber que nos brindaba toda su valiosa asesoría y amplia experiencia en la tarea. Su camaradería, profesionalidad y sensibilidad eran lo que le faltaba a este libro para salir a la vida, tal como ustedes lo recibirán hoy. A Janeth Posada Franco y a Sílaba Editores, nuestro más profundo agradecimiento y cariño.
Lo tercero sobre lo cual quiero hablarles es sobre Mario Escobar Velásquez como familiar y como maestro. Para todos y cada uno de los integrantes de su familia siempre estuvo claro que lo más importante para nuestro abuelo era la literatura. No podemos negar que su pasión y vocación literarias no fueron siempre fáciles de asumir en el ámbito doméstico. Él fue un padre amoroso, pero muy estricto, y aunque siempre estuvo presente en la vida de todos, su prioridad fue la escritura. De ahí la historia legendaria de su partida hacia Urabá, cuando contaba con cuarenta y tantos años, cuando decidió renunciar a todo para dedicarse a escribir. A pesar de las dificultades que su empeño literario causó en el hogar, todos sus hijos lo apoyaron siempre. Mario Escobar quería escribir por placer y necesidad íntima; al principio, no tenía intención alguna de publicar. Si no hubiera sido por el reto de su hijo Héctor, quien lo convenció de enviar su primera novela, Cuando pase el ánima sola, al concurso nacional Vivencias de 1979, la historia hubiera sido muy distinta, y quién sabe si todos estaríamos congregados aquí. El hecho es que sus hijos estuvieron entre sus primeros lectores atentos, y lo apoyaron e impulsaron a cumplir sus metas. Hay algunas anécdotas –hoy muy graciosas- entre nosotros, sus nietos, quienes recordamos en la época de nuestra temprana niñez al abuelo escritor con un paño amarrado fuertemente alrededor de su cabeza, encerrado en su cuarto, exigiendo tiránicamente silencio en beneficio de su concentración frente a la retumbante máquina de escribir. Yo, por mi parte, fui la única entre nosotros quien se acogió a él como alumna desde niña. Manifestando amor hacia los animales y hacia los libros, me regalaba volúmenes con bellas dedicatorias y libretas decoradas para que escribiera, a condición de que él revisara y corrigiera el texto producido. Más tarde entré al taller de escritores, donde me trató como a una estudiante más, con libretazos en la cabeza y críticas severas. Asistí a sus clases, siendo una niña entre muchos adultos, y recibí una formación literaria que considero de fundamental importancia en mi desarrollo como persona, escritora y lectora. Aunque recibí sus lecciones durante toda mi adolescencia, después de su muerte no he dejado de sentir que me faltan sus amonestaciones precisas y vigorosas. No obstante, me quedaron, como a ustedes, sus libros, a los que recurro frecuentemente no sólo para releer las historias, sino también para repasar las enseñanzas de técnica y estilo literarios. Además, mi abuelo me dejó otra herencia muy especial: sus amigos. Desde mis compañeros del taller hasta sus colegas escritores, casi todos presentes hoy en este recinto. Ellos también han sido mis maestros.
La Fundación Mario Escobar Velásquez y Sílaba Editores les presentamos hoy un libro muy especial, que en principio se llamaba sólo Perfiles, pero a cuyo título antepusimos Itinerario de afinidades porque consideramos que este libro es un recorrido por algunos de los personajes que marcaron especialmente la sensibilidad de Mario Escobar Velásquez; escritores, empresarios y lugares cuyo origen, carácter y trayectoria fueron fuente de reflexión para él en materia literaria y existencial. Mario Escobar decía que uno era también esas personas que lo habían precedido, de las cuales había aprendido. Uno añade tan sólo una gota al río por el que fluye. Esperamos que este libro que preparamos con tanto esfuerzo y amor les guste y los inquiete tanto como a nosotros. Nuestra labor apenas comienza: los invitamos a seguirnos y a acompañarnos en nuestros siguientes proyectos.