19 de diciembre de 2020. Por: Literatura.
En La Cebra que habla.
Compartimos gracias a Sílaba Editores fragmentos del libro (poesía): Arroyos y Valses de Agua de Abel Anselmo Ríos Carmona.
Bach – Concierto N° 7 para clavicémbalo en sol menor
Habría que creer en Dios
cuando irrumpe como un delta de manos generosas
contra el mar de inquietudes
que camina en la espalda
Habría que darle fe
a los susurros de luz que se reciben
sobre el calor rosado de los pómulos
en el vaivén de agua
que llueve con la música
Habría que difundir
este evangelio sublime
de caricias y témpanos de fuego
Toda la jornada de las nubes
Todo el maratón de las cascadas
El crepitar de abrazos que guardan los glaciares
Júbilos de rocío
naciendo de mis lágrimas
Habría que sucumbir a las preguntas
y declarar que el reino de los cielos
es una respuesta incomprensible
como el temblor del aire cuando tocas mis brazos
como un alud del vientre
cubriendo toda la tierra
develando ante los ojos
la niebla que protege a la confianza
Habría que creer en Dios
mientras los ríos de la palma de las manos
siguen desembocando en la alegría
de que inundes de océano
el dedal de mis pensamientos
Habría que creer
y comprender que todas las historias
ya fueron celebradas
en las manos de Bach
en los arrullos de cada anochecer
Sucumbir a la fe
Aceptar que un espíritu de escarcha
navega las corrientes de la duda
Reconocer que hasta mi escepticismo
hace parte del canto
de los pájaros
Y darle de nuevo play
al séptimo concierto en sol menor
Matilde Lina – Leandro Díaz
Su merced amarrándose los zapatos…
Su merced hundiendo una daga en el pecho de un intruso…
Su merced en el pensamiento
de cualquier forma
Prieta precisa
Imagen intocable que se desvanece en el guargüero
Como manjar de brisa con lágrima esponjada.
No puede ser normal este estremecimiento
Su merced pinchándose el pulgar
con las espinas agrias de la rosa…
Su merced a merced de las olas del sueño…
Su merced con las nubes de Luis Alfredo.
No puede ser cristiana
Esta hojuela de seda
entreverada en llamas
que incineran el aura
Cigarras, lloren cigarras
Grítenle piedras al campo
Cuántos destinos por acoger la daga para aquel que no es intruso
Cuánto deberle al destino para que vire la proa hacia otros remansos.
Su merced en la sonrisa de la sabana
Con los pómulos rosados del frío santafereño
Con el sudor a jacinto que añora el Serengueti
Con el hambre de la pampa cubriendo las espaldas
Con la altanería oceánica de las montañas
Con el cristal de un totumo bebiendo al Guatapurí
Si existiera el amor
Sería un hechizo tan firme
Que solo podría infundarlo el capricho de la fatalidad
Digámosle a este frío que recorre los témpanos de las vértebras
Digámosle conciencia que se adquiere
cuando no nos interesa comprender nada nuevo
mientras todo se desnuda ante los ojos
y se rechina el manto de guama que solía protegerlos
Su merced ignorando que una hojuela de seda
desprendida de su desentendimiento
se ha instalado en el rincón más frágil de esa grieta
que otros insisten en llamar dizque Alma.
Su merced tejiendo un canto de obsidianas
mientras la vida teme que siga recordando
eso que no es usted
sino la imagen suya que ha salvado la vida.
Su merced caminando simplemente…
Su merced aventando improperios y piedras contra el sol…
Su merced entre aceites industriales,
entre el lodo de las culpas de la humanidad…
Su merced apilando hadas empalagosas en una bolsa de
supermercado…
Siempre hermosa
Con sonrisa de daga.
Su merced que no existe
y aún así sabe provocar el temor que merece la vida.
Un paseo que parece de Leandro Díaz.
La noche llegará – Canto Cardenche
Ya soy de aquí
Polvo del tiempo recogido en los pasos.
Ya habito el cactus jugoso
Y recorro en el buitre los caprichos del viento.
Sonrío como horizonte de suelos olvidados
Y siento dentro del vientre
la yerma algarabía
Sabor a terciopelo y a satisfacciones.
La noche volverá
Tendrá piedad de mí
De que te extraño un poco más
que a algunos achaques fríos de la vida
Traerá sus susurros
y los agujeros que ha aprendido a hacer en la luz del
firmamento
La noche, que colecciona cosquillas titilantes
y rutilos ajenos y lejanos…
Ya soy de la noche parda.
Bajo la costra que acogió al camino
he regresado a la nostalgia por la escarcha.
Mis manos crecerán
Para esperar tus dedos
Seré espinas frondosas
Seré madriguera de antiguos madrigales
−cantos silvestres con dientes afilados−
Ya soy de aquí
Nocturno bajo el sol generoso del desierto.
Puedo decir que te pienso
Pero cubres mis desentendimientos
Como esta sábana de arena sobre mi quietud
Soy de aquí
Del lugar que te aguarda
Te ansía
Y resquebraja sus rocas
Añorando el temblor de tu cabello.
Soy de aquí para siempre
Luego seré un árbol y sus frutos
Luego seré un océano cubriéndome
Luego regresaré
Con flores para mí
Otearé entre la tarde
Y despediré lo que quede del sol en lejanía
Soy de aquí
En tu recuerdo
Y eres del material que cubre mi descenso.
Somos arena
y tierra
y horizontes
Somos la noche mientras vives los días y las noches
Somos la noche que ha reclamado lo que había de vida en
la mirada.
Soy de este momento pisoteado Y soy recuerdo del prado que