16 de octubre de 2016. Por: Juan Felipe Gómez.
En Crónica del Quindío .
Todos deberíamos tener un cuento que nos acompañe desde que adquirimos uso de razón hasta el fin de nuestras vidas. Una historia que condense olores, sonidos, colores, voces, todas las sensaciones que puedan caber en unas cuantas páginas, y que podamos leer una y otra vez sin que éstas se agoten.
Contar, ese es el ideal. Contar en el sentido de narrar, de dar cuenta, pero también en términos de “hacer parte de”. Yo cuento, tú cuentas, todos contamos. Contar, una necesidad, un impulso vital, un acto socializador y liberador.
Así lo entienden los narradores de oficio y así bien lo sabe José Zuleta, uno de los más devotos cultores del cuento en Colombia y quien acaba de publicar Las pequeñas causas, una nueva colección de sus historias en una cuidada edición de Sílaba editores.
Catorce historias nos ponen frente al devenir de personajes que en diversas situaciones y momentos (históricos, vitales) echan mano a las pequeñas causas como auténticos salvavidas, como brújulas para encontrar su camino o arriesgarse a cambiarlo.
Desde la infancia, cuando todo se observa a través del prisma del asombro, empezamos a tejer una coraza flexible y resistente que nos permitirá afrontar los embates de una realidad que puede ser sublime o despiadada. Así lo entendemos al leer Árbol de Navidad, La rifa, Maternidad, Última función y Encender una hoguera, 5 historias bellamente narradas, con lenguaje preciso y tono apacible, y que nos dicen mucho de lo que significa ser niños.
Otras de las piezas del volumen configuran un notable homenaje al arte de contar historias y a la sabiduría como uno de los bienes más preciados del hombre junto a la palabra. Sin duda los pueblos del mundo se han movido y han avanzado también a partir de las pequeñas causas que han conducido a grandes gestas.
Teniendo esto en cuenta, José Zuleta recrea en tono de leyenda la creación del juego del ajedrez (El juego de Persia); nos confronta con la imposibilidad de apreciar y comprender el paso del tiempo (El reloj); y nos devuelve a un bosque primigenio para escuchar un relato de nuestros orígenes cargado de poesía (Solos silbando por el bosque).
Recreaciones de cuentos antiguos
Un cuentista y El valor del aroma exaltan el ingenio y cierta picaresca como elementos sustanciales de la literatura popular, además de dejar muy claro el dominio que alcanza el autor de la técnica del cuento.
Y si de guiños a la tradición literaria se trata, no se puede pasar por alto El esplendor de la nada. En 1914 el escritor antioqueño Jesús del Corral escribió ¡Qué pase el aserrador!, texto que ha trascendido como uno de los referentes fundacionales de la narrativa corta colombiana. La historia es retomada por Zuleta a partir de la pregunta por lo que le ocurrió al indio boyacense, el personaje que se quedó solo después de que el paisa cruzara el río en la tarabita. Inestimable homenaje de cuentista a cuentista.
Le escuché decir a José Zuleta que algunas de estas historias habían sido escritas para su hija. Este detalle, sumado a la inclusión como fotografía de solapa de una instantánea en la que aparece el autor de niño sostenido en la cabeza de su padre, el filósofo Estanislao Zuleta, nos permitiría señalar este libro como el más personal y entrañable dentro del conjunto de su obra.
Las delicadas ilustraciones que acompañan los relatos nos ponen frente a una pieza más que admirable para cualquiera que se acerque a ella ávido de buenas historias, no importa si es niño, joven o anciano.
Desde hace ya varios años los lectores entusiastas del género cuento en el país no podemos menos que congraciarnos al ver las novedades de las editoriales pequeñas e independientes, y encontrar colecciones dedicadas a la narrativa corta.
Tragaluz, Taller de Edición Rocca, Ícono, Hombre Nuevo, Sílaba, entre otras, han ido a contracorriente de la idea, desesperanzadora, de que el cuento se lee poco y por tanto no se vende. Una revisión a la obra de José Zuleta, en términos editoriales, valida la idea de que el cuento y sus autores han encontrado en los pequeños sellos a los mejores aliados, lo que nos permitirá seguir diciendo: ¡larga vida al cuento!