15 de marzo de 2015. Por: Redacción de GACETA.
En El País.
¿Cuál fue la primera adivinanza que escuchó en su niñez?
No fue una, fueron dos; como una de ellas la he repetido, va la otra:
Pasa por agua
no se desagua
Pasa por peña
no se despeña
¿Y la primera que escribió?
Si no recuerdo mal, fue la siguiente:
Hermana del sol
de cara gatuna
Lámpara del pobre
y del que tiene fortuna
Adivíname ésta
adivíname una
¿Por qué cree que nos seducen tanto los acertijos, tanto a niños como adultos?
Creo que nos seducen porque ocultan algo, y el gusto por descubrir lo oculto es una de las claves del hombre; esta cualidad está muy presente en los niños. Usted, me imagino, jugó a las escondidas, descubrir al escondido era un frenesí.
De las adivinanzas de la antigüedad, ¿cuál considera la mejor lograda?
Hay varias muy buenas, la que le planteó la esfinge a Edipo, que muchos conocen:
¿Cuál es el animal que en la mañana camina en cuatro patas, al mediodía en dos, y al atardecer en tres?
Y para variar, ésta que aparece en ‘Las mil y una noches’:
Soy pájaro, pero no tengo carne ni plumas,
no podría decir si estoy vivo o muerto
y mi color es como la nieve y el oro.
¿Se tiene noticia de la adivinanza más antigua?
Esa es una pregunta para Matusalén. Podría ser una que, dicen, apareció en Sumeria, en la cuna de la escritura:
Hay una casa en la que se entra ciego
y de la que se sale vidente.
¿Qué casa es?
La respuesta es la escuela. En esos tiempos las escuelas debieron ser talleres donde se hacían tablillas de arcilla y se aprendía a escribir, tal cosa debió ser un acontecimiento.
Para un poeta debe ser mucho más fácil escribir adivinanzas. Tiene medio camino ganado ¿o no?
Lo podría tener ganado, o no lo podría tener, depende. Para escribirlas, antes hay que haberlas escuchado, apreciado; algunos poetas las miran por encima del hombro. Borges las tomó en serio, el poeta mexicano José Emilio Pacheco escribió un libro de adivinanzas.
¿Puede haber adivinanza sin rima?
Sí, claro. Las hay muy buenas rimadas y las hay excelentes sin rima. También las hay cojas. Algunos, a las no rimadas las llaman acertijos.
¿Hubo algo a lo que usted no pudo componerle una adivinanza? Si no, ¿cuál fue la más difícil?
Hay animales y seres que son un blanco fácil, el elefante por ejemplo, el rinoceronte con el cuerno en la nariz, la tortuga a la que la poesía no la deja tranquila; con la silla me saqué un ojo.
¿Dónde está la clave de una buena adivinanza?
Está en el peso; una adivinanza debe ser breve y ligera, la mucha cola la hace caer. Debe aparecer y desaparecer y dejar una estela de interrogantes. Hechas para ser dichas, por lo general no van más allá de las cuatro líneas.
Si tuviera que hacerle una adivinanza a la paz, ¿cómo sería?
Esa es una adivinanza difícil de construir, la tendríamos que hacer entre todos. Mientras nos ponemos de acuerdo:
A la guerra no más
abrámosle la puerta a la …
Muchos dicen que no hay literatura infantil, sino una sola. Para usted, ¿qué cambia al momento de escribir para niños, de escribir adivinanzas?
Me cambia el humor, me siento relajado, me río solo. La verdad es que no las escribí sólo para los niños, mi esperanza es que cualquier persona se interese por ellas. Creo que fue Borges quien dijo: la literatura infantil es una degradación de la literatura. Habrá excepciones, agregaría yo.