Febrero 29 de 2016. Por: Maryluz Vallejo.
En Directo Bogotá.
Prueba de lo poco que leen la mayoría de los colegas está en que el libro El asesinato de Rodrigo Lara Bonilla. La verdad que no se conocía (editado por Sílaba) comenzó a circular en enero de 2016, y solo un mes después, el 23 de febrero reaccionaron los medios colombianos en cadena frente a la noticia “bomba” que detonó Alberto Donadio*, gracias únicamente a que El Tiempo reprodujo en una página uno de los capítulos más reveladores, donde demuestra que en los hechos también participaron agentes del Estado. Y por pura casualidad ese mismo día se difundió el comunicado de la Fiscalía anunciando la exhumación del cuerpo del exministro de Justicia para reabrir el caso 32 años después.
Lo curioso de las lógicas mediáticas es que, recién salido el libro, Indalecio Castellanos entrevistó a Donadio en RCN al Fin de Semana y tres días después El Espectador publicó otra entrevista de Ángel Castaño, pero no tuvieron el eco que sí recibió la reproducción deEl Tiempo. Llama también la atención que la revista Semana hubiera despachado el asunto en dos Confidenciales (edición del 30 de enero) para señalar que la revolucionaria teoría planteada por Donadio pasó inadvertida, pero también para deslizar este comentario: “La teoría es bastante rara pues en Colombia lo que parece conspiración a veces es chambonería. Sin embargo, como Donadio es uno de los investigadores más serios del país, nadie hace chistes”. Lo raro es este comentario.
Para despejar dudas, vayamos al libro que no sería hoy un éxito editorial sin el concurso de otro grande del periodismo investigativo, Germán Castro Caycedo, quien le permitió a Donadio halar los cables (por lo explosivos) que lo condujeron a la bala siniestra, mejor dicho, al orificio que presentaba el cuerpo del Ministro de Justicia en el costado izquierdo, aunque según la versión oficial todos los impactos los había recibido en el costado derecho cuando sicarios en moto dispararon a ese lado del carro en el que se movilizaba (aunque según demuestra la investigación, el vehículo estaba detenido cuando lo acribillaron).
Como al médico y algunos de los expertos del Instituto de Medicina Legal que participaron en la necropsia, les quedaron dudas del reporte que dieron las autoridades, replicado por los medios de comunicación, once años después del magnicidio llamaron a Castro Caycedo para que les ayudara a conseguir el expediente judicial. Dado que el periodista estaba inmerso en uno de sus proyectos editoriales, le pidió a Donadio que les echara una mano, y cuando este les consiguió el documento pudieron confirmar que sus dudas sobre el caso eran fundadas. Al cabo de los años (porque los tiempos de la investigación son largos) apareció otro periodista sabueso en escena, Gonzalo Guillén, quien supo que Rodrigo Lara Restrepo estaba buscando el expediente de la muerte de su padre, en poder de Donadio. Al enterarse de la nueva versión de los hechos, el hijo pidió un dictamen al doctor Máximo Alberto Duque, exdirector de Medicina Legal, quien lo entregó en 2014 (anexo del libro).
Con esta prueba reina que blindaba la denuncia, Donadio publicó su libro de poco más de 200 páginas, fotografías, caricaturas de Osuna (el otro maestro que acompañó con su pluma lacerante la lucha solitaria del ministro contra las mafias), croquis, gráficas y hasta dibujitos para que no le queden dudas al lector de que al Ministro de Justicia lo mataron en circunstancias muy distintas a las establecidas por la justicia penal y con la complicidad del personal de “seguridad” del oscuro DAS.
Si bien Lara Bonilla tenía enemigos en todas partes salvo en su casa, y lo querían ver muerto desde los narcos que temían la extradición hasta reconocidas figuras públicas (todavía en la palestra) y políticos de la calaña de Alberto Santofimio Botero, se aceptó fácilmente que el autor intelectual había sido Pablo Escobar y el material, Byron Velásquez, matoncito de 17 años, quien pagó 11 años de cárcel.
Ante la solidez de las pruebas aportadas por el periodista y legitimadas por Rodrigo Lara Restrepo, hoy Representante a la Cámara, y el anuncio de la Fiscalía, la historia tuvo repercusión un par de días porque el escándalo de Vicky Dávila, ya de autos y filtraciones conocido, todavía copaba la atención de los medios y era tendencia en las redes sociales.
Pese a todas las distracciones del caso, a Donadio nadie le quita lo denunciado, y este “Laragate” pasará a la historia del periodismo investigativo colombiano para que en las universidades enseñemos a los futuros periodistas a leer (y que no se les pasen las noticias relevantes que no circulan por internet) y a investigar con sentido del rigor y de la responsabilidad social, sin el afán de la chiva.
Porque algo va de las videopruebas de la comunidad del anillo al anillo de seguridad que puso a dudar a Donadio. Y ojalá ese otro periodista purasangre que es Daniel Coronell llegue al fondo de la verdad sobre el escándalo de la Policía para que no tengan que pasar otros 30 años de impunidad.
*Alberto Donadio, abogado y periodista, hizo parte de la Unidad Investigativa de El Tiempo, fundada y dirigida por Daniel Samper Pizano, en la que también participó Gerardo Reyes. Historia que está contada en otro libro del autor, La llave de la transparencia. El periodismo contra el secreto oficial (Sílaba Editores, 2012).