Por: Ricardo Osorio.
#Escribenloslectores
El libro en cuestión me conecta con una Colombia rural que viví durante muchos años, me recuerda esos espacios tan importantes en todos los ámbitos de mi vida: la escuela, la parcela y mi familia. Viví la guerra al igual que muchos de los que habitan la ruralidad de nuestro país, y aunque no me quitó seres queridos, hay episodios que recuerdo vagamente y que no lograba comprender porque era muy pequeño; sin embargo hoy mi ejercicio de estudiante me ha permitido llenar de sentido esos espacios que para aquel entonces (con solo cinco o seis años) no comprendía, y entender lo absurdo de una guerra que se ensañó y aún sigue ensañándose en los parajes rurales, tomando como actores a las personas más humildes de esta sociedad.
Las historias de El brillo de las balas son fruto de una juiciosa reportería, relatos poderosos que pueden enamorar a un lector, no solo de sus personajes, también de la forma en que escribe Norvey, de los parajes rurales de los que está compuesto el Oriente antioqueño y por qué no, de la difícil condición humana, tan esquiva y voluble. El libro está cargado de historias hermosas y crueles que retratan una ruralidad siempre olvidada por la nación, donde son los actores armados (por acción u omisión del Estado) los que han impuesto sus reglas, su primaria reacción de aniquilar la existencia del otro solo porque asume la vida y lo político de manera diferente.
Duele más esa población civil que está en medio del fuego cruzado y que aún en esas condiciones no deja de trabajar por un país mejor, como el caso de la profesora Martha Nelly Higinio López, quien en Aquitania y Granada fue educadora en apartados lugares rurales, conviviendo con los actores de la guerra, viviendo en carne propia lo terrible de las condiciones sociales a las cuales se ven expuestos los niños del campo colombiano, experimentando como todos los actores de este libro la pérdida de algún ser cercano por culpa de la guerra. También está el caso de Gustavo Villegas, quien aún con las difíciles condiciones de orden público que se vivían en la primera mitad de la década del 2000 en Sonsón, no dejaba de visitar su parcela y de trabajar en ella incansablemente con el objetivo de mantener bien a su familia, actividad que casi le cuesta la vida. Así como Martha y Gustavo miles de personas vivieron la guerra en carne propia, muchos fallecieron, otros sobrevivieron y, en un bonito ejercicio de memoria histórica, se atrevieron a relatar sus experiencias, lo que aprendieron y lo que perdieron en un momento donde la única realidad para los territorios era el enfrentamiento armado.
Hoy más que nunca leer El brillo de las balas es un ejercicio casi obligatorio para entender mejor el entramado enfermo de la guerra, lo que vivió el Oriente antioqueño y lo que significó la resistencia de una población que se ha sobrepuesto a la devastación. Leer este libro es una encantadora forma de no repetir la historia.
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