7 de julio de 2018. Por: José Miguel Alzate.
En El Tiempo.
Camila Builes dice que la novela ‘Camposanto’, de Marcela Villegas Gómez (Premio Nacional de Novela Corta 2016, de la Universidad Javeriana), es una obra que camina sobre los muertos. Para la periodista de ‘El Espectador’, la ópera prima de esta escritora residente en Estados Unidos, nacida en Manizales, es una historia “compacta, bien contada y dolorosa”. En esto tiene razón. Sobre todo porque Villegas crea un personaje narrador que va contándole al lector el drama de una mujer que ve impotente cómo su mamá se muere a pedazos. Pero cuando dice que la novela es un caminar sobre los muertos es caer en eso que Jaime Mejía Duque calificó como desmesura. ¿La razón? ‘Camposanto’ no es un inventario sobre la cantidad de víctimas que el paramilitarismo dejó en Colombia.
¿Qué es, entonces, ‘Camposanto’? Un desgarrador relato escrito en primera persona sobre el drama que vive una mujer, Amalia, al ver cómo su mamá va perdiendo la memoria por culpa del alzhéimer. Desgarrador porque la hija va contando, en un lenguaje exento de sensacionalismo, lo que le está pasando a Elena, su madre. Narra, por ejemplo, el estrépito de vidrios rotos que escucha desde su cuarto una noche. Se levanta para indagar qué ha pasado, y se encuentra con una escena que le parte el alma: Elena camina, sin darse cuenta, por entre el reguero de vidrios, en la cocina. Como los pies le sangran, la lleva a una clínica. Este hecho le hace pensar que su pérdida de la razón es preocupante. Es ahí cuando decide investigar con especialistas sobre esa enfermedad.
‘Camposanto’ está estructurada en dos planos narrativos. El primero, las voces de la madre y de la hija, que se van alternando en la novela, en monólogos cortos, donde van contando su sufrimiento. El segundo, con los relatos que hace la narradora sobre su trabajo como antropóloga forense. En estos dos planos, que tienen fuerza testimonial, se consolida un estilo literario que trae a la memoria, inmediatamente, la forma cómo Piedad Bonnett narra su sufrimiento cuando se entera del suicidio de su hijo, en el libro ‘Lo que no tiene nombre’. Los dos dramas conmueven. El de Marcela Villegas porque está narrando a través de un personaje llamado Amalia su propio dolor al ver cómo la salud de su mamá se deteriora. El de Piedad Bonnett porque es el dolor de una madre frente a la pérdida de su hijo.
‘Camposanto’ es una novela testimonial. Refleja la angustia de una familia que se resiste a la realidad de ver a la madre reducida a una cama, muerta en vida.
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Esta novela nos recuerda esos ríos de sangre que hicieron correr los paramilitares. La cantidad de muertos conmovió al país. Amalia, la antropóloga forense, que es el personaje principal, cuenta cómo debe asumir la exhumación de los cadáveres arrojados en fosas comunes o encontrados en las orillas de los ríos. Ella tiene la responsabilidad de identificarlos para luego entregárselos a sus familiares y, así, ayudar a hacer menos dura su pena. Sin embargo, el único caso que en la obra visibiliza es el de Felipe, un transexual que un paramilitar conocido como ‘Muñeco’ ordenó matar. El padre Sarmiento, que vio cuando lo subieron a una camioneta, nada pudo hacer para evitar el crimen. El llanto de la madre para que le dijeran donde estaba el cuerpo de su hijo no conmovió a los asesinos.
El drama que narra Marcela Villegas en esta novela, que se lee con gusto por la solvencia literaria de una prosa enriquecida con asomos esporádicos de poesía, lo viven miles de colombianos que tienen algún familiar sufriendo una enfermedad degenerativa. Ver que un ser querido ha perdido el control de esfínteres, que lanza gritos desesperados cuando se le baña, que camina con la mirada perdida es una angustia constante para quienes comparten su vida. Amalia, la protagonista, vivió el dolor de darse cuenta de que su mamá salió de la casa sin que nadie se diera cuenta, terminando arrollada por un vehículo. Por esta razón, ‘Camposanto’ es una novela testimonial. Refleja la angustia de una familia que se resiste a la realidad de ver a la madre reducida a una cama, muerta en vida.
Villegas Gómez escribió una novela que una vez iniciada su lectura no se quiere dejar hasta llegar a la última página. Todo porque condensó en un texto breve (130 páginas) los elementos que se requieren para estructurar una historia que atrapa al lector: muerte, amor, sexo. Y el paisaje como fondo. ‘Camposanto’ no es, como su nombre puede indicarlo, una historia de cementerio, ese lugar a donde se llevan los muertos. Es un relato lleno de reflexiones sobre un tema que interesa a muchas familias. Una novela bien escrita, con personajes que trascienden por el dolor escondido en el alma, con pinceladas de erotismo. Y con un argumento bien trabajado toda vez que la autora recurrió a la asesoría de especialistas en enfermedades degenerativas para lograr un texto objetivo.