domingo 15 de julio de 2012. Por: Marcos Fabián Herrera.
En Auroraboreal.
Es la suya una voz alejada de los esnobismos dulzarrones que pregonan lo femenino como etiqueta comercial. Sus creaciones, equidistantes del averno y la rutina, transgreden la convención para poner de manifiesto lo coercitivo en nuestras vidas. Los seres que habitan sus ficciones se esfuerzan por escapar del pesado légamo que acumula el tiempo y que nos impone un mundo en sepia. Su vocación, tan vigorosa como su escritura, conserva la valentía de quien ha cincelado sus libros con la certidumbre del talento y el abrigo del silencio.
1. Leer cada uno de los cuentos de La Casa Imposible equivale a asomarse a un precipicio para divisar las costuras por las que se asoma la perversión, la pesadilla y el desequilibrio de lo cotidiano. ¿Son los personajes de éste libro “seres amordazados que se rebelan y empiezan a desnudarse”, como lo reflexiona uno de ellos?
En cierto modo, lo son porque se sienten oprimidos por unos mandatos y luchan por romper los límites que les asignan una forma en la que no encajan sus ansias, su deseo de ir más allá. Es lo que ocurre con la educación que mata en el niño la espontaneidad, la capacidad ilimitada de soñar. Lo que Freud plantea enEl malestar en la cultura: la represión del instinto que nos convierte en seres civilizados. Pero no es menos cierto que si Alicia hubiera sido una niña obediente, cauta y prevenida, jamás hubiera atravesado el espejo para entrar en el país de las maravillas. Estos personajes buscan la pureza original, en últimas, añoran la infancia perdida y se rompen en su intento por destruir los moldes que les imponen. He aquí una contradicción que exploran estos relatos escritos en distintos momentos de mi vida.
2. ¿Son sus cuentos pócimas de exultante imaginación con seres despiadados que acuden al delirio para amainar la abulia de sus vidas?
Probamente sí, porque la vida como conjunto de rituales sociales idénticos a sí mismos, repetidos hasta el infinito, es lo más parecido a la muerte. Sin embargo, hay seres que en ello basan su seguridad. De ahí la necesidad de viajar que tenemos algunos seres humanos. Esto no significa trasladarse físicamente de un lugar a otro. La escritura es el viaje que emprendemos cuando nos lanzamos al abismo de la página en blanco. Cuando era niña exploraba selvas exóticas en los libros y algo de ese deseo de enfrentarme al misterio permanece intacto en mí.
3. ¿En Prohibido Salir a la Calle, el apropiarse de la niñez y su universo para construir una voz narrativa está determinado por la necesidad de valorar la adultez y la ciudad desde una óptica ajena a todo precepto moral?
Sin duda, la mirada de un niño es de lo más pura, porque aún no está condicionada por las rejillas teóricas e ideológicas que nos impiden acercarnos de manera directa a las personas y a la propia naturaleza. El procedimiento más eficaz de dar cuenta del universo del hogar y de la novedad que representaba descubrir la Bogotá de finales de los sesenta, fue enfocar ese universo desde la mirada de la niña que vivía en mí.
4. ¿El hacer de una niña la narradora de la novela es una deliberada apuesta para alcanzar la naturalidad y la escritura libre de artificios?
Eso que llamas “naturalidad” y “escritura libre”, es muy difícil de alcanzar. La perspectiva de la infancia es la única vía de acceso que tuve a ese lenguaje que nos constituye. Además, es el resultado de un proceso largo y doloroso en mi búsqueda personal de una voz propia. En la distancia, cada palabra de la infancia, con el sentido que arrastraba y las sensaciones que traía, fue un hallazgo, una especie de catarsis. Por eso, esta novela es de las que más aprecio entre el conjunto de mis libros.
5. ¿Qué importancia le concedió a la situación de permanente exilio y extranjería a la hora de iluminar literariamente la vida de Vargas Vila?
Mucha, porque como él me he sentido escritora en el exilio, pero compartía pocas cosas y rechazaba sus novelas folletinescas, que tuve que leer para intentar desentrañar el sentido de su escritura y el efecto en los lectores de su tiempo. Sin embargo, algo del personaje me asediaba, el sentimiento de que no había sido tratado con objetivad ni justicia por los suyos. Ese reclamo de Vargas Vila, esa ira que no daba tregua, motivaba mi búsqueda y también mis evasivas, porque la novela fue escrita veinte años después de haber presentado mi tesis doctoral sobre este personaje: una franja de tiempo muy importante como para tomar distancia de él. Gracias a esta distancia pude desdoblarme y en cierto modo representar la teatralidad de sus maneras y sentir, como solo era posible en la atmósfera de la belle epoque, maravillosamente inspiradora. Pensemos en la chica de la película de Woody Allen,Midnight in Paris, que se quiere quedar a vivir en ese tiempo… yo también sentí deseos de vivir en aquel tiempo y la escritura me lo permitió.
6. ¿Se puede considerar la incomprensión y el desdén hacia el intelectual y el creador, como la Semilla que fecunda la ira en la postura contestaria de José María Vargas Vila?
Puede ser… porque Vargas Vila no tuvo ocasión de redimirse con el retorno a su tierra natal que siempre soñó. Sin embargo, no es una actitud generalizada en Colombia, si pensamos que a muchos intelectuales se les presta a veces demasiada atención. Núñez era poeta, además de político y fue la figura dominante del último cuarto de siglo en Colombia, el fundador del Estado moderno. Los Cuervo, y los Caro, que eran intelectuales, tenían mucho poder. La cuestión era ideológica: la tensión entre el espíritu expansivo de las fuerzas liberales y la opresión de un tradicionalismo de raíz católica ultramontana que conspiraba contra los reclamos de justicia y libertad de las clases populares. Ahí es donde Vargas Vila ejerce su magisterio, entre las clases populares que lo aclamaban.
7. ¿El lenguaje como escudo, la vida como testimonio y la novela como admonición, es la formulación poética que abriga La Semilla de la Ira?
La novela como artificio de dramaturgia, como puesta en escena de un periodo histórico no muy distinto del presente. No hay que olvidar que la novela trae al presente no solo a la persona y al personaje que se construyó Vargas Vila, sino a los fantasmas históricos que no hemos superado. Yo esperaría que los lectores no vieran solo a Vargas Vila, sino que pudieran verse a sí mismos y hacerse preguntas. En ese sentido, la novela pretende ser un espejo, no un reflejo.
8. Una de sus obsesiones investigativas ha sido la obra de José Martí, ¿Exige estos tiempos de incredulidad y autismo recobrar el pensamiento americanista de éste cubano?
El americanismo de Martí es una defensa no solo de nuestro suelo frente a la codicia del capital extranjero, sino de nuestras raíces multiculturales, de nuestra identidad mestiza, algo que en esta época globalizada está en peligro de desaparición (la vigencia de las preocupaciones identitarias). Pero la pregunta sobre quiénes somos y hacia dónde vamos, siempre tendrá sentido, porque es mucho más que un mandato ideológico, o consigna política: es una cuestión existencial. Desde esa perspectiva el pensamiento de Martí es trascendente y constituye una referencia obligada, así no sea posible poner en práctica su ideario.
9. La crítica literaria en Colombia agoniza entre la asfixia editorial y el fárrago académico. ¿La inexistencia de interpretación y estudio es contraproducente para la literatura colombiana?
La verdad es que a la literatura colombiana le ha hecho falta una acogida crítica rigurosa que se sitúe más allá de lo local, que la proyecte en los circuitos internacionales y por eso sigue siendo muy desconocida. Ese desdén por parte del los maestros lo viví en mis años de estudiante en la universidad. Habría que citar a Juan Gustavo Cobo cuando habla de la “tradición de la pobreza” que no es otra cosa que una falta de amplitud de miras y de generosidad intelectual por parte de quienes han ejercido la crítica de manera espontánea. Y es que solo los espíritus nobles y generosos son capaces de la admiración, lo que puede ser el comienzo de una valoración estética. Lo que se siente en el aire es cierta mezquindad a la hora de reconocer los méritos de otros escritores…eso, a la postre, trae consecuencias tristemente nocivas para lo que entendemos como “literatura colombiana”. Por otro lado, se vive la necesidad de una postura crítica que con valentía cuestione los productos culturales del mercado, que erróneamente trata de convencernos de que una obra tiene valor porque “se vende más”. Sabemos que estos son datos manipulados por el marketing. Por suerte, hay entre las recientes generaciones, grupos de trabajo que intentan desenmascarar esta impostura cultural, en el caso de Colombia, y que empiezan a expresarse en las redes sociales y en los congresos internacionales, como ocurrió recientemente en el XXXIX Congreso del Instituto Internacional del Literatura Iberoamericana en Cádiz al que asistí. El tema está a la orden del día.
Copyright © 2012 AuroraBoreal. Todos los derechos reservados.