Por: María Dolores Jaramillo.
En Revista Aleph.
La reciente antología del poeta Eduardo Escobar, Insistencia en el error (Editorial Sílaba, Medellín 2020), es obra poética y melodiosa de importantes logros estéticos. Reúne una amplia colección de poemas, entre los cuales se destacan algunos excepcionales en el panorama de nuestra literatura colombiana, por su imaginativa mirada analógica, su visión de intimidad, la mordacidad y el tono irónico. Son poemas de gran riqueza y abundancia verbal. Singulares por sus variaciones rítmicas, la fecundidad y diversidad de sus juegos sonoros y polisémicos, los inesperados adjetivos, y la cuidadosa organización de los versos. Se distinguen por el vaivén entre la luminosidad y la duda, el carácter reflexivo y conjetural y la fuerza del humor que los realza. El poeta desarma muchas certezas tradicionales y privilegia la duda y la incertidumbre.
Incluye oraciones, ruegos, pinturas, conversaciones, retratos, elegías, evocaciones, recuerdos, homenajes y plegarias. Ejercicios de reflexión poética y filosófica. Divagaciones, y conversaciones con Dios, su sombra, o su doble. Se destaca el diseño de cada poema y cada verso, intercalado por espacios en blanco que ayudan a marcar los compases musicales , y significativos . Hay distintos niveles tonales. Diferentes capas de significación. Continuos sonajeros consonánticos y vocálicos. Abundantes alusiones. Referencias cultas. Analogías imaginativas. Y numerosos efectos lúdicos que rodean las preguntas que se hace el poeta: “Las cavilaciones sobre el origen…las preguntas sobre el sentido de la carne….la esencia del tiempo… la realidad del espacio…o la utilidad del arte”, entre otras.
El poeta se deslinda de la poesía militante , que pretende servir a un partido, a un gobierno o a una ideología, como lo hicieron los mejores nadaístas desde el año 1958. Aquí vuelven a escucharse los tempranos pregones de Gonzalo Arango en defensa de una escritura libre de sujeción política y contraria al llamado arte militante o comprometido. Y aparece desde el primer poema su advertencia poética: un poeta no puede decir todo lo que quisiera decir, de ahí el título del libro: insistencia en el error… de tratar de aprehender y descifrar la vida y expresarla con palabras.
Entre los poemas más importantes y redondos,- que invitan a una placentera segunda y tercera lectura-, se encuentra un primer dueto de cavilaciones filosóficas y religiosas: “Oración” es un conversatorio fraterno con un dios-par. Un testigo. Un confidente. Un cómplice. Con tono lúdico invita a Dios a compartir un trago. A hablar de los recuerdos y la intimidad. A escuchar el canto de los pájaros. A tratar de responder juntos las preguntas esenciales. “Buscador” es un hermoso poema de búsqueda y desencuentro de Dios. Sin dramatismo, y con la singular levedad del humor, nos dice que tal vez lo sintió alguna vez “en la risa de las muchachas”, “y en sus senos de rosas niñas”. Poema único entre las múltiples interrogaciones es el poema del ‘Tal vez’. Con ecos de Gurdjieff construye un hermoso canto de incertidumbre múltiple y profunda. Y desarma las certezas con un vacilante tal vez: “Tal vez estamos muertos hace tiempos…Tal vez estamos muertos hace tanto…Tal vez no hemos nacido…Tal vez estamos muertos desde nunca…Tal vez estamos muertos todavía…Tal vez estamos muertos no sé cómo…Tal vez estaremos muertos hasta quién sabe cuándo…”
Un segundo grupo de poemas conjeturales preguntan y juegan con la identidad : “Vida privada de mi sombra”, “Declaración del espejo”, “Identidades”, “El insistente desconocido”, y “La flecha inmóvil”. El poeta se afirma en la duda y la incertidumbre. “Identidades” es un poema juguetón y fantasmagórico que acerca los muertos y los vivos. “Vivos y muertos se entremezclan, – sin diferencia-, en la misma liturgia vana del vivir y el morir.” Los vivos repiten las andanzas de los muertos. Y los muertos se transfiguran en vivos. “El insistente desconocido” es un singular poema de desdoblamiento y contrapunto de las dudas que acompañan al poeta. Y en “Declaración del espejo” proyecta a su doble en el espejo y formula un hondo examen de conciencia. La imagen reflejada le permite interrogarse y burlarse de sí mismo.
En tercer lugar encontramos algunos poemas- pinturas como “Nocturnos”, de bellas analogías y evocaciones silvanas. El poeta exhibe su sentido imaginativo y lúdico mientras contempla la noche dormida: “se ha detenido el crecimiento rumoroso de las plantas (…) y enmudecen los bejucos”. Y una hoja solitaria tiembla. “Marina” integra diversas imágenes en una composición plástica del mar. Y “Paisaje infinito” reconstruye un espacio sonoro y circular.
Y, finalmente, quisiera resaltar algunos poemas especiales, como “Elegía”, homenaje a la autenticidad y profundidad de la poesía de César Vallejo, a sus “palabras heridas y quebradas”; el poema de las falsas apariencias de “Las personas decentes”; el recorrido por lo decadente, desvencijado, y roto, en el magnífico “Homenaje a un anticuario muerto”; el muy bello retrato de sí mismo, lo que el poeta es y lo que pudo haber sido, y los caminos que no escogió, dibujado a través del oxímoron contradictorio de “La flecha inmóvil”; o el melodioso y leve “Tango de los hampones” que descubre cómo la vida nos vuelve tramposos y mañosos para sobrevivir.
Estamos frente a un libro de poemas, muy singular y bien logrado.