14 de octubre de 2016. Por: ÁNGEL CASTAÑO GUZMÁN.
En Revista Arcadia.
La escritora Lina María Pérez ha merecido varios premios literarios, entre ellos el Internacional de Cuento Juan Rulfo, por un variado cuerpo de trabajo. Hablamos con ella a propósito de ‘El mismo lado del espejo’ (Sílaba, 2016) su más reciente incursión en el ruedo editorial.
El trabajo narrativo de Lina María Pérez ha merecido varios premios literarios, entre ellos el Internacional de Cuento Juan Rulfo. Su obra, compuesta por cuentarios, libros para niños, dos novelas y una biografía de Vladimir Nabokov ha sido bien recibida por la crítica. La ficción novelesca El mismo lado del espejo (Sílaba, 2016) es su más reciente incursión en el ruedo editorial.
En El mismo lado del espejo hay una reflexión permanente sobre el papel del autor en la obra de arte. ¿Qué tanto hay de usted en sus libros? ¿En ellos está su visión de mundo?
El acto de escribir no tendría sentido para mí sin pensarlo como un trabajo íntimo, muy personal, de búsqueda de lenguaje para sintonizarme con lo literario. Ser “autora” significa tejer un buen argumento narrativo y escudriñar la poesía que hay en él para convertirlo en ficción. Intento distanciarme de mí misma. No quiero que mis historias se contaminen ni de mis miserias ni de mis proezas. Mi literatura no es una cloaca en la que voy arrojando todo aquello que me estorba para liberarme de culpas o exaltar audacias. No quiero crear espejos de anécdotas personales. Sólo pretendo que mi escritura exprese lo que pienso, lo que siento y, sobre todo, aquellas certezas éticas y estéticas de mi experiencia, de mi filosofía vital. Mis personajes tienen todos algo de mí, pero por fortuna, ellos adquieren vuelo y me entusiasman en su loco deseo de existir tal como son.
Su trabajo literario incluye el cuento, la novela y la literatura para niños. ¿Tiene algún procedimiento para abordar cada género?
Nunca tengo traumas con la página en blanco. Cuando me obsesiono con la idea narrativa, ésta se instala en la cabeza y empieza a existir como una conmoción, una fascinación; me invade de día, se apodera de mí en las noches, me persigue inclemente hasta que se impone y ya no puedo huir de ella. Entonces se inicia un combate de deleite y tormento a la vez; los primeros lances se dan entre el argumento y los personajes. En ese momento la idea define su camino narrativo: cuento, novela, relato para niños… luego se desencadena una batalla con la voz, el lenguaje, el tono y el ritmo. Es un ejercicio descarnado por lograr “la unidad de impresión” a la que se refería Poe. Me obsesiona el impulso de narrar, de fabular; me empeño en moderar los personajes para transmitir, de manera contenida y concreta, ese poder de persuasión con que ellos se me sugieren para inventarlos.
Antes de escribir la primera frase siento la necesidad de prepararme, de sintonizarme estéticamente con alguno de los imprescindibles. Algo así como un guerrero antes de la batalla. En un ritual muy simple, tomo de la biblioteca un libro, preferentemente de poesía y leo varias páginas con las que renuevo la conciencia de que estoy a punto de emprender una aventura estética.
Hace algún tiempo un cuento suyo ganó el premio Juan Rulfo. ¿Son los premios el único camino que tienen los autores alejados de los circuitos mediáticos para darse conocer al gran público? ¿Qué impacto tuvo ese laurel en su vida literaria?
Los premios son un estímulo. Aparte de darme cierta notoriedad, en mi caso, el laurel me enfrentó a la responsabilidad de abrirme, de entender la escritura para que otros la leyeran, y dejar de escribir para guardar mis cuentos en un cajón. Los autores poco o nada conocidos deben llenarse de coraje para ofrecer sus textos al desdén de las editoriales.
En su novela es una mujer que pinta la protagonista del relato. ¿Se alimenta su escritura de otras artes? ¿Qué relación tiene con ellas?
Me interesa el acto creador como posibilidad de redención, de libertad, de goce. En esta novela la protagonista es la pintura, la conciencia de pintar, el discurso interior de por qué y para qué Antonia pinta y qué significa para ella sentirse la autora. Me gusta explorar el ingenio como la esencia del artista, sea este escritor, pintor, músico, escultor, y en casi todos mis escritos de ficción planteo esta exploración.
En su experiencia de docente de Escrituras creativas, ¿cuáles son los ingredientes que alguien debe juntar para dedicarse a la escritura? ¿Qué consejo les da a los noveles escritores?
Entiendo la docencia en el campo de la escritura creativa como un acompañamiento. Una lupa que mira los aciertos y las debilidades de un texto. Alguien que quiera dedicarse a la escritura de ficción debe tener ingenio, manejo riguroso del lenguaje, gracia y autocrítica. Nada de eso se enseña. Mi consejo es siempre no solo leer como una larga vocación de deleite, sino haber leído. Uno escribe con el legado de los grandes escritores.