1 de mayo de 2015. Por: Christopher Tibble.
En Revista Arcadia.
Año y medio después de publicar un extenso reportaje sobre Horacio Benavides, Arcadia volvió a hablar con el poeta sobre su trabajo y su nueva fascinación: las adivinanzas.
No es difícil distinguir a Horacio Benavides. Su espesa barba, casi toda blanca, así como su pelo levantado y negro, hacen que sea fácil reconocerlo. En la Feria del libro de Bogotá, dentro de la Carpa Arcadia, se sienta con los piernas apretadas, mientras espera a ser entrevistado para la radio. Nos advierten que es tímido. Y sus gestos lo delatan. Aprieta con ambas manos una caja de jugo y sus ojos, entreabiertos, casi orientales, nos observan atentos.
Hace año y medio, cuando ganó el Premio Nacional de Poesía, Arcadia lo entrevistó en Cali. Desde entonces ha publicado un poemario dedicado a la violencia, titulado Conversación a oscuras, y un libro de adivinanzas para niños, su más reciente obra. Por eso se encuentra en Bogotá: para presentar su último trabajo, que hace parte de Leer es mi cuento, uno de los programas de fomento a la lectura del Ministerio de Cultura.
A pesar de ser retraído, la entrevista se prolonga. Sosegado, responde las preguntas. Habla de su infancia, de los niños, de los muchos muertos que ha sufrido. Incluso se toma el tiempo para hacerle una adivinanza a un estudiante. Una hora después lo encuentro saliendo de una charla. Es bajito y parece un maestro de escuela. Me sonríe y nos sentamos. Continuamos la entrevista.
¿A qué se ha dedicado desde que se publicó el reportaje suyo en Arcadia?
Bueno, yo vengo haciendo un trabajo con niños casi continuo en Cali. Ahora, yo le dedico la mayor parte de mi tiempo a la poesía. No escribo todo el día, pero me levanto muy temprano, quiero decir cuatro o cuatro y media de la mañana, me tomo un café y estoy atento a ver si algo llega. Tengo un territorio amplio que estoy explorando y me alegra mucho saber que a veces parece que no va a llegar nada y llega algo. Me alegra también poder dedicarle tiempo a la poesía sin culpa, que creo es un problema fundamental.
¿Por qué sentiría culpa?
Yo creo que todos los escritores tenemos culpa porque escribir no es una profesión, no es un oficio. Un oficio quiere decir que todos los días está ahí, siempre hay una remuneración, y escribir es estar aparte de eso. Ese rol establecido trae por supuesto culpa: no estoy haciendo lo que debería hacer. Pero ha llegado el momento en que lo puedo hacer.
¿Por qué decide levantarse tan temprano?
Yo no escribo de noche. La noche para mí es para dormir si puedo dormir. Yo trabajo de día y fundamentalmente por la mañana, como si pudiera empatar el sueño con mi imaginación. No me dura mucho la energía. Puede llegar las siete o las ocho de la mañana y cambio de actividad.
¿Por qué le gusta trabajar con los niños?
Trabajo con ellos porque compartimos ciertas cosas. Compartimos la fe. Sobretodo la fe en lo imposible. Para los niños todo es posible. Si hablamos de fantasmas, sienten miedo como si los fantasmas existen. Y además la ciencia es cada vez es más poética. Y los niños están muy cerca de eso. Es decir, existe ahora lo imposible, por ejemplo la posibilidad que tengamos un doble en otra galaxia. Ya descubrieron que las partículas son dos y que una puede estar aquí o puede estar volando lejos. Eso es fundamental. Los niños creen en eso y pueden entrar muy fácil en esa ciencia. Que la mayor parte de la energía sea oscura, materia oscura, y que no sabemos de ella, ni dónde está ni qué es. Eso es muy poético.
Foto por: Milton Ramírez
¿Por qué decidió publicar un libro dedicado a las adivinanzas?
Ocurre que yo de niño, muy temprano, tal vez de cinco años, escuché por primera vez adivinanzas. Entonces eso se quedó pegado en mí. Más tarde, durante mi trabajo con niños descubrí que a ellos les interesa mucho. Cerca a Cali hay un corregimiento que se llama La Elvira, y como estuve haciendo un taller allí me puse a leer las adivinanzas escritas por estos chicos campesinos, y me encontré con que a una niña de cuarto de primaria se le ocurrió la siguiente: ¿Cuál es la rosa del camino? Y la respuesta era la piedra. ¡Me desorganizó la cabeza! Porque se requiere una gran sensibilidad para llegar a esa conclusión.
¿Cómo es el proceso para crear una adivinanza?
El proceso no lo conocía y ahora lo conozco. Hay un primer momento que es clave: haberlas oído y quererlas también. Como las oí de niño algo se quedó en mí de ellas, pienso que un especie de matriz, para luego poder hacerlas. Luego yo no pienso cuando voy a hacer una adivinanza sino que ella va apareciendo. No partí de un proceso o de un método. Conocí lo que hice con el tiempo.
Si uno se remonta a los géneros literarios, la adivinanza se puede considerar uno de los más antiguos. Se me ocurre Edipo Rey, también en leyendas y cuentos chinos. ¿Usted ha rastreado la historia del género?
Desde antes de Cristo había adivinanzas. Estaban los griegos con esa adivinanza preciosa que le plantea la esfinge a Edipo y antes de Cristo también está el poeta Salomón, que las escribía y que se encuentran en la Biblia. Ahora, algunos dicen que no eran de él, que eran de la tradición popular y que él se las apropio. Pero, ¿un rey de qué no se puede apropiar? Todas las culturas han tenido adivinanzas, incluidas las culturas de América antes de Colón.
Usted estudió pintura, ¿qué ha pasado con esa disciplina?
La pintura me dejó hace mucho tiempo. No me quiso. De cuando en vez yo hago mis trazos, sobre todo cuando trabajo con niños, pero no le dedico tiempo. Eso requiere una gran dedicación y pienso que me libré de una situación que pudo ser muy difícil para mí y es que la pintura ha tenido una transformación muy grande, se bajó hace mucho tiempo del cuadro y ha pasado a ser una diversidad de cosas que de pronto alguien que entre en ella se puede angustiar al ver semejante espectro que no puede dominar.
¿Se puede decir, sin embargo, que esa formación pictórica influenció la forma como usted concibe la poesía?
Yo creo que sí. Si alguien lee mi poesía se dará cuenta que es muy visual. Hay una serie de imágenes que se atan y espero que se puedan ver. Además creo que es una poesía que está muy cerca de la pintura. Si no pinto, escribo y hago imágenes.
Foto por: Milton Ramírez
Conversación a oscuras, su más reciente poemario, está marcado específicamente por la violencia. ¿Cómo logra transmitir un tema tan complicado de una forma tan íntima y serena?
Yo he estado marcado por la violencia desde mi infancia. Cuando era muy chico, entre los cinco y los seis años, a Bolívar, Cauca, a la finca de mi padre llegaron dos tolimenses y se refugiaron en mi casa por un año. Huían de esa primera violencia, habían sido expulsados, perseguidos, y el sur del Cauca estaba más o menos tranquilo y por eso buscaron el lugar. Yo no pude sentir en ese momento toda la tragedia que vivían esos hombres pero desde ese momento vivo la violencia. Más tarde un hermano es asesinado cerca de Cali y fue, sabemos, un problema por tener otras ideas. Eso golpea muy fuerte. Por mucho tiempo quise escribir poesía sobre toda esta tragedia colombiana pero no había podido. Al fin pude hacerlo.
¿La poesía se puede considerar una herramienta para lidiar con la violencia y el dolor?
Yo creo que primero escribir poesía, si alguien a sentido un dolor muy grande, puede ser un bálsamo. Yo viví eso con la muerte de mi hermano y sufrí los primeros años pero cuando me puse a escribir, recordando todo lo que pasó, que es una historia muy particular, muy dolorosa, y hasta mágica con cosas que uno no espera como los sueños, y cuando salí de ahí me sentí aliviado. Es más, como si cualquier tipo de odio se hubiera borrado. No solo viví la muerte de él sino muchas muertes. Me metí en la vida de los otros y lo que padecieron.
¿Qué función puede llegar a cumplir la poesía a una sociedad como la colombiana?
Yo creo que la posibilidad de que todos podamos tener una comunicación con nuestro interior es fundamental. Generalmente el trabajo diario del hombre es negarse a si mismo. Diversas funciones que hacen son mecánicas y están olvidándose de su interioridad. Si todos pudiéramos tener ese viaje a nuestra interioridad, a nuestro pasado, a nuestros deseos más íntimos, aunque no fuéramos poetas, fuéramos mejores seres humanos.
Después de haber sufrido la violencia a primera mano en este país, ¿cuál es su concepción de Colombia?
Por ratos, mucha desesperanza. Yo no se por qué caíamos tan hondo, tan profundamente en una cosa tan horrorosa. Algún día tenemos que contestarnos qué nos pasó. Por qué ciertos hombres llegaron a pervertirse al extremo, a matar y a seguir matando. Por fortuna ha menguado eso, pero esa es una pregunta que tenemos que hacernos: ¿Qué pasó? ¿Por qué tenemos marcados un camino terrible?
Colombia ha sido un país muy duro en muchos sentidos. Desde la violencia hasta el sufrimiento de la gente a diario en su lucha. Yo creo que es un pueblo particularmente interesante. El arte, la literatura y la poesía no están a la altura de un drama tan grande, pero tal vez es porque aún falta un tiempo para que todo eso que nos ha pasado pueda ser soñado.