2022. Por: Cristian Cárdenas.
Leer a Jhonattan Arredondo es hundirse en las palabras, es pasar por la delicadeza, la lentitud de los versos que provocan un intenso chorro de sombras que cubren incluso la luz. El poeta mira desde las hendiduras, es una voz que se posa en las orillas y contempla el mundo, la poesía, las formas, para después llevarla por las precisas palabras, una única y preciosa imagen.
En cada poema uno ve al escritor omnisciente, al poeta mutado en las cosas, lo imagino en medio de la gente, mientras su espíritu flota y apalabra los tormentos, los dolores, la belleza que solo él, a través de su fina pluma puede materializar. Dicha materia para el poeta es de una liquidez etérea (chorrea por los versos), su tacto, el de sus manos, el de su padre que pesca su sonrisa y la teje a su alma, a sus sombras interiores.
Estamos ante una de las grandes voces vivas y jóvenes de la poesía colombiana, un joven que ha entregado su quehacer a la literatura, que ha arriesgado su propia vida, incluso el bienestar de los suyos por la inmortalidad de su poesía que, después de este precioso libro, su primera obra, aún antes de publicar ya era una importante voz y un refente en nuestra ciudad, un poeta que surge desde las aguas, desde el silencio, desde la lentitud que cubre totalmente la belleza, sus propias sombras, con nuestras sombras.
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