6 de julio de 2018 I Por: Maria Adelaida Escobar Trujillo
Querida Claudia Ivonne:
Ayer en la noche terminé tu novela. En los dos últimos días leí 120 en un instante, me fue llevando, arrobando y no podía parar, en el baño, hasta muy tarde, en medio de un viaje, leí en complicidad, en casa, entre las cobijas y me sentí arropada.
Confieso que las primeras 40 páginas, cuando inicié intermitente, visitante, pero no moradora, me costó. No lograba entrar, acoplarme con el ritmo, con el narrador. De repente empecé a entrar en ese bosque, en Irene, en Lucelly, Amanda, Laura, Anita, en las voces de tantas mujeres y en ese narrador que las sabe a todas, y las trata con tanta simpatía, complicidad y las abraza dejándonos ver su alma, sus miedos, sus silencios.
Yo siento desde lo profundo que esta novela, es una novela importante sobre la mujer y las mujeres. Pero una mujer nueva, yo la llamaría la nueva Aurora, la verdadera Aurora porque aquí no hay llanto ni lloriqueo, hay luz y mucho trabajo lento, pausado y con miedo muchas veces. Siento y pienso, ambos, que es una novela que devela la feminidad con elegancia, con sutileza y también con autoridad construida por cada uno de estas voces.
Me llena y la siento circular. Eso me fascina, me he dado cuenta al acabarla, que solo empezaba y que ya volverla a iniciar era necesario para poder entenderla mejor.
Me complace sentir que Laura aun teme el espejo, pero ya es capaz de sentarse a comer frente a su hermanita y su madre, pero mucho más admiro la certeza de esa madre que sabe, como el Cónsul, “no se puede vivir sin amor” “Si le gusta este jardín…cuídelo”.
Me siento tan en paralela unión con Irene, con la autora también, que solo puedo sentir que, aunque soy incapaz de tejer lanas, estoy iniciando ese camino con mis palabras, esas chiquiticas, que voy descubriendo. Me fascina como juega el narrador con las distintas voces, como ese coro griego, que bien conoce a sus heroínas y su destino.
Hay en tu novela liberación histórica y esa figura milenaria, tan mexicana, tan nuestra, de la llorona, se le hace frente, se le pone cara y se le dice hágase a un lado que ya su tiempo está acabando.
Amo igualmente ese final en el que Irene, desnuda, se mira frente al espejo y le gusta lo que ve. Yo quisiera eso para mí, quisiera llegara ese momento feliz de reencuentro, parar de ser una fantasía y sentir que eso que veo corresponde con lo que soy y quiero ser. Esa parte me pareció hermosamente lograda.
Me encantaron igualmente las presencias de Javier y Alejandro. Pero para el fin principal que es Irene, su encuentro y honestidad con ella misma.
Yo podría asegurar que esta novela es un poema -feminista- pero preferiría llamarlo sobre la mujer, para las mujeres y con las mujeres. Con la naturaleza, desde ella y para llegar a ella.
Tu novela me conmueve, me hace pensar, me abraza y solo quería decirte estas impresiones cortitas hasta verte y poder hablar de ella en presente, en presencia y darte un abrazo para agradecerte un regalo, un trabajo tan hermoso, tan bien pensado y elaborado. Comparto tu cuarto secreto/el cuarto secreto de Irene, el bosque, tu/su trabajo.
Gracias por la dedicatoria, por el regalo, por ofrecerme tu voz, te haces y persistes en mí como maestra, como guía y adoro todo este proceso.
Un abrazo tejido en el tiempo, desde la distancia cercana de lo que se ama.
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