4 de mayo 2020. Por: Valeria Murcia Valdés.
En El Colombiano.
Nomeolvides o ámote, eran el tipo de mensajes que viajaban entre los telegramas. En la era de WhatsApp las palabras parecen ser ilimitadas, pero hubo otra en la que la economía del lenguaje era indispensable porque cada palabra costaba y había que hacerla contar.
Entre un puñado de viejos documentos, diarios, mapas, fotografías y su árbol genealógico, el periodista Juan Diego Restrepo Toro encontró una historia que le pedía ser contada. Siete de sus antepasados, todos ellos hermanos de su bisabuela María Dolores Trujillo Cossio o “Mamalola”, ejercieron el oficio de telegrafistas.
Eran oriundos de Urrao, Antioquia. Desde 1922 comunicaron a larga distancia los mensajes de la gente, entre una mezcla de cables, clave morse y una discreción absoluta para mantener en privado las comunicaciones oficiales y los mensajes de amor.
Restrepo, quien también es docente de la Universidad de Antioquia y magíster en Salud Colectiva, descubrió cómo esa parte de su familia se había esparcido por el territorio antioqueño y chocoano ejerciendo una labor que tanto se parece a la suya: llevar un mensaje.
Terminó envuelto en esa historia de un pasado que es parcialmente suyo, persiguiendo un sueño que había planeado con su primo Alejandro: querer escribir un libro. La misión quedó en manos de Juan Diego luego del fallecimiento de Alejandro, quien era comunicador y había trazado cuidadosamente ese extenso árbol genealógico de su familia, que se transformó en mapa de ruta.
Restrepo se topó con que además de la genealogía había montones de documentos, nombres y fechas que no sabía cómo organizar o qué sentido darles. La historia de los telegrafistas, muchos de ellos mujeres, fue la que más se destacó. Se fue a Urrao para complementar toda la documentación que habían recogido, y para hablar con los hijos y nietos de esos primeros telegrafistas, conocer sus historias un poco más de cerca.
El resultado fue Una familia en clave morse, publicado por Sílaba editores y ganador en 2019 de la Convocatoria de Estímulos a la Creación. Fue un proceso relativamente rápido para escribir un libro, Restrepo arrancó en la Semana Santa de 2019 y ya en diciembre tenía el libro en sus manos. Fue poco tiempo en cuanto a meses, pero mucho tiempo de horas detrás de esos archivos.
Es un libro corto “que tiende a contar una historia de una manera concisa”. Al igual que hicieron sus protagonistas, “que usaban sus palabras milimétricamente”, el pasado familiar también le sirvió de inspiración para hacer una publicación corta.
Otras tecnologías
Crear crónicas a partir de personajes que ya no viven es una labor compleja. Por eso, estableció una fuerte conexión con el presente, le dio darle un lugar en el texto al protagonismo que tienen las comunicaciones hoy, a los mensajes de texto y “cómo esa tecnología es sucesora o bisnieta de la telegrafía”.
A pesar de que en los últimos 30 años parece como si la tecnología hubiera pegado un salto inmenso por interconectar a la humanidad, “en ese momento ya había una tecnología”, destaca Restrepo.
Curiosamente, en épocas de teletrabajo y telecomunicaciones, hace énfasis en ese prefijo “tele”, de lejos, de ese mundo a distancia. “Realmente toda esa familia de palabras, entre las que también está telescopio, telepatía o telegrafía, comparten ese anhelo por acercar a los que están lejos”.
De esta experiencia le queda un pensamiento rondando: “Valorar la importancia de hablar con los viejos, con los abuelos, de escuchar esas historias”, dice. Recordar lo que precedió, para conocer un poco más por qué somos quienes somos.
Dentro de su publicación, Juan Diego Restrepo descubrió que detrás de la historia de los telegrafistas, durante la fundación de un pueblo colonial, “uno de nuestros antepasados era encargado de los correos”. La línea de tiempo de oficios comunicativos se ha tejido desde hace más años.