Noviembre 08 de 2014. Por: Mónica Escobar Mesa.
En Unimedios Medellín.
Expedientes judiciales de finales del siglo XIX hasta los años 40 del XX, relacionados con delitos sexuales, fueron analizados por investigadoras de la Universidad Nacional y expuestos en la Sala de Memoria Histórica de la Sede Medellín. Se rescataron testimonios de mujeres engañadas y de hombres que, a pesar de las denuncias, nunca fueron declarados culpables.
“Sus dolores de parto eran tan infernales, que recordaba en cada contracción el momento exacto en que aquel hombre la penetró por primera vez en el solar de su casa, recostada sobre un abrigo gris que él mismo había extendido para recibir su cuerpo dócil…”
Aquel instante podría resumir el dramático desenlace de la historia de amor de Ana Julia Colorado y Antonio Henao, dos jóvenes de Titiribí, Antioquia, que en 1930 se vieron vinculados a una investigación judicial por el delito de fuerza y violencia. Se trata de uno de los tantos procesos consignados en los expedientes judiciales de Medellín, custodiados por la UN.
Como Ana Julia, muchas mujeres de la época, seducidas por sus enamorados, accedían a tener relaciones sexuales sin estar casadas, lo que en casos como el de Ana terminaron en embarazo.
Denunciar a los responsables ante la justicia para salvar su honra era la única salida para mitigar el daño moral y el escarnio público. Por eso, dentro de los procesos judiciales, las cartas, retratos y demás evidencias del amor proferido eran utilizados para juzgar la culpabilidad del hombre, el cual resultaba exonerado la mayoría de las veces.
Este relato es solo uno de los analizados por las estudiantes del Doctorado en Historia, María Mercedes Gómez y Eulalia Hernández, en su investigación titulada “Palabras de amor: vida erótica en fragmentos de papel”. El estudio fue realizado con base en material resguardado en el Laboratorio de Fuentes Históricas de la UN Sede Medellín, integrado por la Unidad del Archivo Histórico, la Unidad de Restauración de Documentos y la Unidad Centro de Memoria Histórica.
Al respecto, María Mercedes Gómez explica que se estudiaron expedientes judiciales que se refieren a delitos tipificados en el Código Penal de la época, como el estupro, el rapto, la seducción y el incumplimiento de promesa de matrimonio, entre otros, durante los años 1900 y 1950.
“Analizamos las cartas de amor y rescatamos testimonios, sobre todo femeninos, ya que las mujeres, por lo general, no tenían visibilidad en la vida pública y esto resulta una fuente muy importante para aproximarse al género desde otros enfoques”, señala la historiadora.
Secretos de las cartas
Además del contenido, las investigadoras se interesaron por la forma en que circulaban las cartas y los mensajes, dónde las escondían, quiénes hacían las veces de celestinas, qué contenía el mensaje, qué características tenían las grafías e incluso cuál era la fuente de inspiración (música o poesía).
Las declaraciones ante instancias judiciales permitieron recrear, de algún modo, la mentalidad femenina de la época, además de restituir los testimonios como fuente oral para la historia.
La otra autora del estudio, Eulalia Hernández, señala que para la selección de los expedientes con cartas fueron vitales los descriptores que se crearon para clasificar el archivo, desde su llegada a la Universidad.
En primera instancia, se ubicaron los temas de seducción y rapto. A partir de estos comenzó la búsqueda de las cartas, página por página. Posteriormente, se localizaron cerca de 40 procesos que contenían numerosas misivas en las que además se reseñaba el delito, el sindicado, el ofendido, el lugar y el año.
“Se viene utilizando este tipo de archivos para explorar diversas maneras de producción de la historia, es decir, para describir la vida cotidiana, los valores y demás temas. Las cartas de amor en este archivo no se habían trabajado y por eso se han convertido en una novedad”, destaca la estudiante de doctorado.
Tras el agravio, la mayoría de veces los padres o las mujeres denunciaban el hecho y en el desarrollo del proceso, el juez ordenaba un peritaje para determinar la virginidad de la afectada. Se pedía también la declaración de los testigos que habían participado de la historia “de vista u oídas”.
De esta forma, los sumarios (muchos en caligrafía libre y otros escritos en máquina) se iban nutriendo con las cartas, telegramas u otras pruebas aportadas por la demandante, hasta llegar a un veredicto que podía tardar años.
Archivo disponible
Frente al papel del archivo, la profesora Bertha Duque, coordinadora del Laboratorio de Fuentes Históricas, explica que desde que los expedientes judiciales llegaron a la Sede en comodato (1984), se pensó en ofrecer a los investigadores la posibilidad de hacer un vínculo con esas fuentes de información primaria.
Por eso, mediante diversos proyectos y con el apoyo de entidades y gobiernos como el español, se ha hecho la preservación, limpieza y descripción rigurosa de alrededor de 17.000 documentos. En total, son cerca de 20.000.
Estos han servido también para adelantar investigaciones sobre historia de la familia, de los sentimientos y de la propiedad de la tierra. Es una compilación muy completa y de una riqueza inmensa, que tiene además la ventaja de ser el único archivo judicial de los procesos que se conservan del Tribunal Superior. “Se puede consultar y tiene documentación tan antigua como la del período colonial (desde 1667)”, asegura la docente.
La mayoría de las mujeres que relatan sus historias de amor en estos casos quedaron embarazadas y se convirtieron en madres solteras, pues los hombres definitivamente no accedieron a casarse con ellas y la ley tampoco los obligó, pese a las pruebas.
Si bien había una denuncia en contra de ellos, las mujeres terminaban juzgadas por la sociedad, mientras que los sindicados quedaban libres de las acusaciones en el campo jurídico. “Un 98 % de los casos que revisamos se declaraban sobreseídos, es decir, que no había suficientes pruebas para acusarlos”, anota la investigadora.
Como producto de esta investigación realizada en 2013, en el marco de las Becas de Investigación de la Alcaldía de Medellín, en la categoría Patrimonio Cultural, las historiadoras realizaron un informe en el que analizaron lo encontrado y escribieron cinco microcuentos inspirados en los archivos que más les impactaron.
Aunque con esta colección de expedientes no es posible saber qué tan comunes eran estos delitos, sí se evidencia que era algo repetitivo y significativo en la época, como lo ejemplifica Ana Julia, protagonista de uno de los microcuentos, casi 90 años más tarde.
Después de la galantería y de las numerosas promesas de amor que Antonio le hizo, y tras haber logrado sonsacarla de lo moralmente correcto de la época, como era esperar al matrimonio, su familia tuvo que salir de Titiribí hacia Medellín, para evitar que se conocieran las consecuencias evidentes de su error.
Meses después, luego de dar a luz a su hijo en el Hospital San Juan de Dios de la ciudad y sin saber nada de su enamorado, quien nunca cumplió con su promesa de matrimonio ni se encargó de la criatura, Ana Julia no tuvo más remedio que declarar ante los inspectores que Antonio la había exhortado a que “le diera una prueba de que yo estaba buena, que no me había pasado nada con otro novio, porque de esos casos se estaban viendo mucho”.