24 de septiembre de 2020. Por: María Dolores Jaramillo.
En El Espectador.
La editorial Sílaba de Medellín acaba de publicar una antología con poemas de Eduardo Escobar. Insistencia en el error incluye una selección de treinta poemas precedidos por unas consideraciones de Juan Felipe Restrepo David.
El poeta escribe, rearma, pule y reconfigura muchos poemas en un trabajo creativo de continua movilidad y ajuste. De este oficio de escultor poético surgen nuevas versiones y composiciones que afinan la belleza, multiplican los sentidos y sonoridades o someten el lenguaje a mayor significación y precisión.
El libro, de prosa poética y meditaciones filosóficas, pregunta y conjetura sobre la existencia, la muerte, la vida después de la muerte, la presencia de los muertos en los vivos, cómo llegan o aparecen los poemas, o el tiempo que todo lo deshace. Formula cavilaciones sobre el origen, preguntas sobre el sentido de la carne, la realidad del espacio o la utilidad del arte. El poeta se interroga. Evita las respuestas definitivas. Prefiere la incertidumbre a las certezas. Capotea con amplio sentido del humor e ironía. Se desdobla, habla con su sombra, se examina en el espejo, dialoga consigo mismo, observa y trata de descifrar los misterios de la noche, o conversa fraternalmente con Dios.
Desde el título el poeta anticipa un tema central: su lucha con la escritura. El “escribir como una ocupación muy tormentosa”. Habla de la insatisfacción que deja, del descontento que el escritor establece consigo mismo. Eduardo Escobar afirma que “insiste en el error…con la esperanza de acertar”. Pero asegura que nunca es posible… Y se refiere al “doloroso oficio de escribir”, en el que -evocando a Pound- “hay que exprimirse el cerebro”. Philip Roth dijo en la misma dirección que la escritura es una frustración cotidiana… casi una humillación.
El poemario incluye numerosas reflexiones sobre la escritura y su génesis. Como los poemas “vinieron, aparecieron en mí, me sucedieron, brotaron un día”. Y en su correspondencia añade: “Yo no me elegí escritor, no hay elección. La escritura fue más bien un destino, un instinto del que acabé preso. Pero no me arrepiento. El servicio del habla me enorgullece en cierto modo, aunque tenga implícito al mismo tiempo tanto sufrimiento, tantas privaciones y tantos esfuerzos… Aquí estamos y aquí seguimos… entre libros, palabras, ideas, desalientos y exultaciones…”
El primer poema del libro, “Advertencia retórica”, pone las cartas sobre la mesa. Antes de partir la baraja expone al lector sus principios estéticos. Y la distancia frente a la poesía militante y comprometida -que trazó Gonzalo Arango en sus prosas y versos- es aquí un primer mandamiento de lealtad y convicción. Los nadaístas antioqueños buscaron una poesía libre de todo servilismo, independiente de las promesas de partidos, dirigentes, y políticos.
El poema del “Tal vez,” armado con ecos de Gurdjieff, derrumba todas las certezas convencionales y bordea la nada. La nada por la que también se preguntó G. Arango. Y dice: “Tal vez estamos muertos hace tiempos”, “Tal vez, a pesar del silencio sin mancha que nos rodea/ seguimos prendados de las palabras”, “Tal vez estamos amorosamente muertos…”, “Tal vez estamos muertos hace tanto…”, “Tal vez nos dejamos atrás hace años…” “Tal vez estamos convertidos ya en la apariencia de unos hábitos”…
“Homenaje a un anticuario muerto” es un poema muy bello. El poeta recuerda al padre, comerciante de antigüedades, y lo rodea de objetos viejos, deshechos, desvencijados que evocan el desgaste del tiempo y la lucha del hombre por recomponer, arreglar y rescatar. Cada objeto ilumina al padre deshilachado. Reflexiona sobre el tiempo y sus destrucciones. Predominan la introspección y las correspondencias . Intuiciones y recuerdos de un hijo que evoca la dignidad del padre entre sus cachivaches muertos.
“La flecha inmóvil” es un autorretrato que da un testimonio valiente de intimidad. El poeta se dibuja en sus contradicciones . Ante los diferentes caminos que ofrecía la juventud y que no escogió. Repasa las opciones que no tomó, mientras el perfil del escritor y el poeta se va construyendo, grande y digno, frente a lo que abandonó.
Un singular poema descubre con ironía la falsa decencia: “Las personas decentes”. Los nadaístas reflexionaron las propuestas de Nietzsche sobre la necesaria transformación de los valores y la falsedad de la moral convencional. La poesía de Eduardo Escobar afirma nuevos valores en contravía de los más tradicionales, engañosos y artificiales.
Es un delicioso libro para repetir.