Description
La poesía de Camelo, canto errante como el de Darío, es búsqueda y esperanza de conquista de ese otro lugar para que el hombre y su palabra, por fin, estén. El hombre y su palabra humana que debe ser (todo en la poesía de Mario nos lleva a esta intuición) de origen divino, pero en nuestro exilio Hasta la presencia de lo divino es incierta. Para rescatar un fulgor de certidumbre hay que bucear en esa incertidumbre.
Pero lo que constata ante todo el poeta es que la palabra, la que nos funda como la infancia y la muerte, está en el exilio con nosotros pero cada vez más lejos de nosotros, como perdida: Mi infancia y mi muerte / Para siempre perdidas y errantes. E inmediatamente: Las palabras/ Dónde están? / Las palabras no están. / Y lo que quedó sembrado en las ráfagas de un crepúsculo, / Y lo que no quedó sembrado./ Las palabras ?/ Ya no están. O están también ellas desterradas. Y se sospecha, subterráneamente, lo más terrible: que ya casi no son. El malestar de la errancia, el exilio, la sangre viva de los naufragios por todos los mares en la inquieta persecución de un lugar para estar, marcan con extrema dureza esta obra de palabras donde cada palabra es una ola errabunda visitando la lengua / y la lengua una ciudad arrasada: «Lengua sin oficio».
Sobre los escombros de la lengua el cometido del poeta es reedificarla, buscarle quizá una tierra donde se arraigue, aunque sea precaria; se adivina leyendo estas páginas que el quehacer de la poesía es dar presencia y realidad a la palabra ausente, devolverla a su oficio, acercarse a la luz del Verbo que era en el principio, y rescatar la palabra poética, la hacedora, sobre lo único que nos queda: el alterado silencio de Dios.
Américo Ferrari