Febrero 12 de 2015. Por: María del Pilar Camargo Cruz.
En El Tiempo.
“Pues bien yo nesecito (sic) decirte que te adoro, decirte te quiero con todo el corazon (sic); que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que lla (sic) no puedo tanto y al grito en que te imploro, te imploro y te hablo en nombre de mi ultima (sic) ilucion (sic)”. Esta esquela -transcrita como la encontraron dos investigadoras antioqueñas- existe hace más de 121 años. La escribió Heliodoro Viana, un policía de Medellín que en 1894 se suicidó con un arma de fuego por una decepción amorosa.
Las historiadoras de la Universidad Nacional Eulalia Hernández y María Mercedes Gómez llegaron a esta curiosa misiva luego de explorar una fuente de consulta poco común: el Archivo Histórico Judicial de Medellín.
Motivadas por el libro ‘Déjame gritar’, escrito por el periodista Jorge Mario Betancur, las investigadoras leyeron unos 200 expedientes, ejercicio que demoró tres meses. Llamaron su atención 44 casos, fechados entre 1894 y 1960.
Esas carpetas, añejas y manchadas, pero atiborradas de secretos, contienen cartas de amor, recados, retratos, fotografías y cancioneros, así como anillos, pañuelos y porcelanas. Esos contenidos y elementos se presentaron como pruebas en procesos judiciales registrados en Antioquia, Chocó y Valle del Cauca.
Asombrosamente, uno de los delitos es la seducción. En ese entonces, un hombre podía ir a la cárcel por conquistar a una mujer con el fin de tener relaciones sexuales. El caso se complicaba al comprobarse que existía una promesa de matrimonio. Esa situación deshonraba a la joven y a su familia.
También se hallaron procesos por homicidio, rapto, adulterio, violencia, corrupción de menores, suicidio y estupro –delito que se comete cuando, a través del engaño o la seducción, se tiene una relación sexual con una persona mayor de 14 años y menor de 18-.
La investigación, titulada ‘Palabras de amor: vida erótica en fragmentos de papel’, describe a través de historias de vida cómo amaban y deseaban quienes vivieron en Colombia a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Gómez habla sobre la vitalidad de los expedientes, que en sus palabras traen “sangre, lágrimas y amor”, y cuenta que uno de los logros alcanzados fue rescatar voces silenciadas.
“Esas voces siguen latiendo en la vida de los archivos, que no son papeles muertos. Sus personajes cuentan historias y datos de la vida cotidiana de ese entonces. Se conoce qué pensaban las mujeres hace cien años, cuando están consignadas a su hogar y circunscritas a lo privado”.
En criterio de las autoras, la investigación demuestra que la mujer de hace más de medio siglo hablaba plenamente sobre su sexualidad y admitía ante desconocidos sentir placer, una idea que hoy podría ser difícil de creer.
“Hoy no hay archivos sobre el disfrute del cuerpo, pero en los expedientes notamos que las mujeres disfrutaban de su sexualidad, sentían curiosidad (…) Es muy rico encontrar este tipo de relatos, en los que las mujeres hablan abiertamente de este tema”, subraya Gómez.
No obstante, Hernández lamenta la invasión en la intimidad de las mujeres de ese entonces, quienes debían someterse a exámenes médicos para confirmar, por ejemplo, hacía cuánto tiempo habían perdido su virginidad.
Durante la investigación, reconocen ambas investigadoras, ellas se volvieron “cómplices de las historias de amor”. Su afinidad fue tal que la indagación las transportó a los mundos de sus abuelas y de sus madres. Mentalmente resolvieron algunos interrogantes: “Cómo sentían el amor, cómo construían una relación con su cuerpo, cómo escribían, cómo era el romance, cuál música oían, cuáles películas les había llegado al corazón”.
Gómez destaca que los testimonios de hace cientos de años despiertan el interés de las generaciones actuales sin mucho esfuerzo. “Es un tema demasiado humano. En medio de esos afectos, la gente logra conectarse; es normal que se entusiasmen porque todos de alguna manera nos hemos enamorado”, dice.
Este trabajo -ganador de la IV Convocatoria de becas de investigación en patrimonio cultural de la Alcaldía de Medellín en el 2013-, es un ejemplo de cómo contar la historia de Antioquia desde otra orilla, concluyen sus autoras.