Son las palabras de Francisco de Roux en el prólogo de este libro de Juan Camilo Gallego, presentado en la Fiesta del Libro y la Cultura y que narra la historia de amistad y guerra entre dos nombres que hicieron parte del conflicto armado en el país: Ramón Isaza y Manuel Buitrago.
16 de septiembre de 2024 | Por: Claudia Arango | En: El Colombiano
Juan Camilo Gallego nació en Guarne, Antioquia, y el periodismo lo ha hecho llevarse más de una sorpresa. Como cuando se dio cuenta de que a Ramón Isaza (paramillitar) y a Manuel Buitrago del frente Carlos Alirio Buitrago del ELN, los unía una amistad familiar que al final se rompió “por las sospechas, las mentiras, el miedo y el odio”.
Esa conflictiva relación fue la que lo llevó a investigar para su libro La grieta, recientemente lanzado en la Fiesta del Libro y la Cultura y finalista en 2022 del Premio Nacional de Literatura de la Universidad de Antioquia. “Es una crónica sobre las familias de dos protagonistas del conflicto armado en Antioquia”, cuenta el autor quien en conversación con EL COLOMBIANO da más detalles de este libro cuyo prólogo fue escrito por Francisco de Roux.
¿En qué momento quiso escribir esta historia y por qué?
“En 2017 conocí a Manuel Buitrago en un barrio popular de Medellín. Uno de sus familiares, sobre el que había escrito en uno de mis libros, me confió parte de la historia familiar, me contó que la familia Buitrago fue protagonista del conflicto armado en el oriente antioqueño. El ELN había creado el frente Carlos Alirio Buitrago en honor a dos de los hijos de Manuel asesinados por Ramón Isaza, el 17 de septiembre de 1982 en la vereda Santa Rita, cerca del corregimiento Estación Cocorná, en el Magdalena Medio.
Manuel me dijo en 2020 que quería encontrarse de nuevo con Ramón, quien por décadas fue uno de sus mejores amigos de música y tragos. Semanas después reuní a los viejos amigos en el centro de Medellín, después de 37 años de guerra y odio a muerte. En ese momento, mientras los viejos amigos y enemigos hablaban de sus años anteriores a la guerra y del porqué sus familias habían protagonizado un conflicto armado, tomé la decisión de escribir sobre ambas familias, comprender cómo nace una guerra y sumergirme en los efectos que esta trajo para ellos; quise ahondar en la historia de los sentimientos, en los amores, desamores, despedidas y ausencias que los apellidos Buitrago e Isaza llevan consigo”.
¿Al ser periodista conocía bien esa relación entre Ramón Isaza y Manuel Buitrago o se llevó algunas sorpresas?
“Me sorprendió la cercanía que ambas familias tuvieron durante casi dos décadas. A los dos viejos amigos solo los separaba el río Claro. Un fin de semana Ramón cruzaba el río y visitaba a su amigo Manuel en la vereda Santa Rita. Llevaba la guitarra consigo y animaba las parrandas con aguardiente. Otro fin de semana Manuel y su hermano Horacio cruzaban el río y visitaban a Ramón y a su primo Toño Isaza en la vereda La Estrella. Fue una amistad rota por las sospechas, las mentiras, el miedo y el odio.
Hubo muchas sorpresas con los hijos, nietos y viudas de ambas familias. En la familia Isaza, una nieta de Ramón nunca quiso estar cerca de sus tíos guerreros y prefirió dedicarse a criar marranos; en la familia Buitrago me sorprendió cómo la guerra se llevó consigo a siete de los diez hijos de Manuel y los efectos que esas ausencias dejaron en hijos que nunca crecieron con sus padres y en mujeres que debieron asumir solas el liderazgo de sus familias”.
¿Cuánto tiempo duró todo el trabajo investigativo antes de plasmarlo en el libro?
“Fueron cinco años de investigación, de compartir con las familias y sembrar confianza con ellos. En La grieta los protagonistas son las familias, personas dispersas por distintos departamentos del país, algunas de ellas continuaron sus vidas lejos de la guerra y de un pasado que para sus hijos hoy es una ficción. Entrevistas en Santander, Valle y Antioquia; trabajo de campo en los lugares donde transcurrieron las vidas de los viejos amigos y al lado del totumo en donde ocurrió la masacre de Carlos Buitrago, Alirio Buitrago, Fabián Buitrago, Gildardo Ramírez y Marcos Marín”.
¿Qué significó ser finalista del Premio nacional de literatura de la UdeA?
“La grieta es mi cuarto libro. Después de más de una década de escribir sobre el conflicto armado, este reconocimiento también es la confirmación de que tengo una voz y de que esta tiene algo para contarle al país.
Uno de los jurados del premio fue el profesor y escritor Juan José Hoyos, a quien he leído desde que estudiaba periodismo en la Universidad de Antioquia. Juan José no solo fue el maestro del que aprendí casi todo lo que sé en el periodismo, sino que se convirtió en mi amigo. No gané el premio, pero gané la amistad y el consejo del mejor maestro posible”.
¿Y cómo llegó Francisco de Roux a hacer el prólogo?
“Lucía González Duque, excomisionada de la verdad y ex directora del Museo Casa de la Memoria, ha confiado en mi voz y en mis historias desde que conoció mi primer libro. Gracias a ella, quien supo de la importancia de La grieta, el padre Francisco Roux aceptó amorosamente escribir el prólogo, pues él conoció directamente esta historia y sus protagonistas, conoció el sacerdote que fue motivo de la discordia entre Ramón Isaza y Manuel Buitrago. Como dice él en el prólogo, ‘lo que leo lo conocí de primera mano, a mi manera. Cuando anduve el Magdalena Medio durante catorce años en medio de los grupos enfrentados, tratando de hacer desarrollo y paz y viendo morir a compañeros y compañeras de camino que lucharon sin armas por la reconciliación’”.
¿Por qué es importante que la gente conozca esta historia?
“Una guerra nace por cualquier cosa, como dice el padre Francisco de Roux. La grieta es la historia de dos familias que se destruyen y destruyen otras tantas vidas, como es la historia de la guerra en Colombia. Además, es un relato que se adentra en las familias, en los efectos del conflicto armado, en la historia de los sentimientos, incluso en las de quienes la protagonizaron. También habla de reconciliación, de la necesidad del diálogo necesario en el país para acabar con el odio a muerte que vivimos y heredamos. El daño ocasionado por ambas familias les recuerda al ELN, las disidencias y los grupos paramilitares que Colombia no merece tener más familias destruidas por la guerra y que las armas nos demostraron que no van a solucionar ningún conflicto. La grieta es una espiral que sigue dando vueltas. La grieta debe detenerse”.
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