16 de abril de 2022 I Por: Lina María Pérez Gaviria
Se puede pensar que las mujeres de estas páginas se revelan como en un álbum de fotos. Pero ¡cuidado! Cada mujer, en su urna de palabras, genera una conmoción en el lector al descubrir sus esencias, sus ropajes y entornos. En esta cuidadosa galería asombran el lenguaje, la sustancia estética, el milagro poderoso de la propuesta de Juan Manuel Roca. La hondura de su poesía nos convence de que hasta somos capaces de “lavar el agua, que es como lavar la liquidez del tiempo, como tocar el arpa de la lluvia” o de “coserle un botón al viento”. Y desfilan, como recién inventadas, Hellen Keller, la Joplin, Bettina Brentano, Sor Josefa de Castillo, Ofelia, Scherezada, Alicia. Conmueve el homenaje a ella, a María Mercedes Carranza que “al asomarse a la ventana encuentra que se robaron el paisaje.”
En esta espléndida colección vibran otras mujeres dulces con las peores heridas del amor; algunas brujas y gitanas y aquellas que se convierten en estatuas de sal. Quiero para mí el olor de las mujeres de Picasso, o las de Chagall que “siempre guardan en estuche de violín sus alas de balso.” Hay algo subversivo en las mujeres poéticas de Roca: dan ganas de desordenar el mundo, y como auténtica hechicera, apoderarme de “un papel de justiciera, de bienhechora y curandera, de conspiradora y no pocas veces de guía o sacerdotisa.”
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