Por: Daniel A. Penagos
El mundo occidental se jacta de ser la cúspide del desarrollo y el intelecto humano y ha procurado, en muchas ocasiones recurriendo a la fuerza, a llevar su estilo de vida a la mayor cantidad posible de pueblos en el mundo. Esto, sin duda ha llevado a la progresiva pérdida de culturas que por momentos incluso llega a ser más rápida que la pérdida de biodiversidad en el planeta. Aceptar estas pérdidas sin más sería aceptar que una parte de nuestra humanidad se pierda para siempre y con ello una conexión con nuestro pasado.
Estas son algunas de las ideas que Wade Davis aborda en Los guardianes de la sabiduría ancestral, su importancia en el mundo moderno, en donde a través de la exploración de varias culturas tradicionales que perdurar en nuestro mundo, el autor nos sumerge en algunas formas de vida ricas en significado social, espiritual y medioambiental que apenas han cambiado a lo largo de miles de años y que a menudo han sido transmitidas sin lenguaje escrito.
El libro se compone de cinco ensayos dedicados a la idea de que cada sociedad antigua, independientemente de su falta de “avance tecnológico” según la definición de los estándares occidentales, posee un genio único exquisitamente adaptado a su propio entorno, su cultura física y espiritual, una respuesta completamente bien meditada a su tiempo y lugar particulares. Wade quiere que entendamos por qué la sabiduría antigua es importante en el mundo moderno. Señala los atributos universales de los pueblos indígenas y cómo están conectados con la tierra y en sintonía con el mundo natural que habitan. Davis nos lleva a la cuenca del Amazonas, donde aprendemos sobre la gente de Anaconda, Australia y los asediados aborígenes que se aferran a su Tiempo de Sueño, para luego viajar a Nepal y Borneo.
El libro, además permite cuestionarnos sobre lo que pasa cuando una lengua muere, pues no es simplemente que se pierda la habilidad comunicativa entre un grupo de personas y sobre lo que ha implicado imponer el pensamiento occidental entre estos pueblos. Esto viene muy arraigado en la relación estrecha que propone Wade entre la biología y la antropología y la crítica que hace sobre las interpretaciones que la antropología ha hecho de muchos pueblos de forma errónea a lo largo de su historia.
Con una aproximación bastante generosa sobre la cultura —gran paradigma de las ciencias sociales—, al final Wade propone la idea de que la sociedad occidental debe adoptar un nuevo paradigma sobre los sistemas económicos y filosóficos sobre la acumulación de riquezas y sobre su depredación, no solo de la biosfera del planeta, sino además de la riqueza cultural de él.
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