Escriben los lectores de ‘Pequeño libro de instrumentos musicales’

Escriben los lectores de ‘Pequeño libro de instrumentos musicales’

04 de agosto de 2024 | Por: Fredy Yezzed | En: Revista Abisinia

Seguramente Pablo Montoya coincide con Schubert cuando dice que «cuando uno se inspira en algo bueno, la música nace con fluidez, las melodías brotan». Montoya en Pequeño libro de instrumentos musicales ha buscado inspiración en los materiales, las formas y las historias míticas que esconden los instrumentos; son ellos los que le han susurrado una prosa poética que llama, en el fondo del corazón de su estilo, a la ternura, sin abandonar la erudición y la actitud crítica frente a la tragedia de la humanidad.

…..El libro está dedicado a Eloísa, su hija menor, quien tocada por la música, creo que habrá corrido tras la imaginación de su padre para que le hable sobre aquellos extraños inventos de donde nacen notas y melodías que sacuden nuestra sensibilidad, que nos acompañan en las horas de más honda congoja o gozo. Es de esta forma que el tono ilustrativo, sencillo y poético anudan a la materia —madera o hierro, cuero o pelos de cola de caballo—, y están aquí para hacer su propia música. El libro une a padre e hija, a experiencia con inocencia, a ingenio con fantasía.

…..Pequeño libro de instrumentos musicales, por sus humildes motivos, me evocan con admiración a aquel Neruda de las Odas elementales; dos libros cuyo ingenio está en narrar las esencias de la cotidianidad y del trabajo con los elementos. El inventor abraza o besa o acaricia o golpea o saborea su creación. Al escudriñar en la prosa y en los intersticios de estos dos libros vemos saltar la torcedura, la inventiva, la originalidad ante nuestros ojos, o debería decir ante nuestros oídos. Los dos libros son un homenaje a la luz y al sonido.

…..Intuyo ahora que Pequeño libro de instrumentos musicales es hijo de un libro anterior de Pablo Montoya al que le guardo gran cariño, pues me acompaña cuando el día parece agotarse en ruidos y ruina, y es su Programa de mano, un poemario, cuyos títulos son los nombres de los grandes compositores del mundo de lo que creo, mal llamamos, «música culta». Estos dos libros cuentan anécdotas, hablan de la historia del hombre a través de la música; la única diferencia que hallo a primera vista, es que el primero le rinde culto a la materia, al aire, al movimiento, y el segundo al talento que manipula dicha materia.

…..Pablo Montoya, quien fue músico en sus años de juventud, con su estilo de frases breves, expresión contenida y poesía fluyendo entre los dedos logra obsequiarnos una bella sinfonía. Quizá el poeta abraza con nostalgia al músico que fue. Y el músico aquel desde el pasado no hace más que sugerirle que le ponga letra a sus melodías.

…..Celebramos en Abisinia Review la publicación del libro de poemas en prosa Pequeño libro de instrumentos musicales de Pablo Montoya. El libro fue publicado por la hermana Sílaba Editores y la editorial Universidad Veracruzana, Medellín-Xalapa, en 2024. La bella edición que cuenta con 17 obras en su interior fue ilustrada por Sofía de la Rosa Toro.


El tambor

Confabulación de árbol y animal. Arcano de los dioses revelado. Su espíritu es negro, aunque el ímpetu que posee se dirige a toda la humanidad. Voz primigenia. Sortilegio. Rebelión. Siempre está sonando. Es nuestro nacimiento perpetuado.

La tuba

Ajena a la retórica, la tuba tiene el encanto de ser sin ambages. No sobra, sin embargo, quien la vilipendie. Pese a su dimensión abrumadora, que urge del soplo de un titán, la tuba suele provocar risa. Algunos bromean al escuchar sus monótonos ronquidos y nada les recuerda el largo instrumento de guerra que la tuba fue entre los ejércitos romanos. Su cuerpo, por desgracia, se asocia hoy al ámbito de las evacuaciones. Es usual, además, endilgarle el epíteto de paquidérmica. Pero un luthier alucinado le prodigó pistones y la tuba logró encontrar su puesto en las filas de la orquesta. Ahora está en lo alto. En un extremo o en el otro. Tan sola que parece deprimida. Pero es el pilar de las grandes construcciones de la música. Y su único sueño es ser una línea melódica que los otros acompañen.

El triángulo

Quien lo inventó gritó ¡eureka! Porque lo suyo es tan grandioso como un principio o un axioma. Una barra de metal con tres ángulos. El último de ellos asomado al gran vacío. La cuerda puede ser un nailon poderoso o un hilo de costurera, capaz de sostenerlo. Y la delgada varilla para tocarlo. Imagino, pues, a quien lo hizo, con el corazón arrebatado y los oídos sedientos de revelación. El secreto piensa el inventor, es invisible y está encerrado aquí. En este espacio parecido a una pirámide pequeña, ahíto de nada. Su mano toma la varilla para rozar la barra. Y el sonido, cristal tintineante, surge. Sale del recinto donde están y, en menos de un segundo, alcanza la estrella más distante.

La trompeta

La trompeta parece incapaz de abandonar su atuendo militar. No en vano nombró los numerosos estandartes y acompañó al águila y a las cruces en conquistas tenebrosas. Y es que para celebrar victorias imperiales siempre está dispuesta. Y no en actitud servil, sino con su pabellón orientado hacia el frente y los pistones erguidos como inmensas fortalezas. Cascos de caballerías, juicios finales, todo lo que sea fuego y rapacería, la trompeta es la indicada para trazar los rumbos del sometimiento. Sin embargo, a veces se fatiga de que su destino sean las batallas, los despilfarros y las soberanías. Reconoce, entonces, su extravío. Y, sin decírselo a nadie, se refugia en los barrios negros del planeta. Y como si fuera otra, cargada de amor y de nostalgia, empieza a confesarnos su dulzura.

El arpa

Al inicio fue una tripa seca tensada entre dos palos. Allí se ponía no la flecha sino el sonido. Desde entonces el arpa ha sido capaz de construir en la imaginación lo que la escritura, el habla o el dibujo apenas pueden esbozar. Los perros del infierno caen dóciles, una y otra vez, ante su voz. Un rey, que es todos los reyes de la historia, se olvidaba de su muerte cuando ella le murmuraba versos sin palabras. Vista de perfil es un trozo insignificante de madera. Pero cuando suena una sola de sus cuerdas, somos capaces de sortear todos los abismos.

Las claves

En importancia son idénticas y nunca se les ve en conflictos de supremacías. Desconocen la vanidad y el individualismo. Solo el que les entrega su constancia sabe que un grado de levedad las distingue. El palisandro las convierte en piezas de coleccionista. El caobo y el cedro las vuelve codiciadas. Pero con el guayacán su voz es tan radiante que siempre se ganan el inicio de la música festiva. Cuentan que alguien, en una cita de amor, concibió el diálogo de las claves mientras esperaba. Esto ocurrió en una isla donde las imaginan hechas del azúcar de una caña. Su toc toc toc-toc toc puede enloquecer a un estadio repleto de lunáticos. O recostarse, ajeno a la rutina, en la evocación de aquel amor jamás correspondido.

La siringa

Los tubos sonoros van y vienen por el mundo y por las civilizaciones. Hablan de los ritos de la fertilidad de la tierra y del sexo que procrea. Los utilizan para danzar y también para llamar. Del encantamiento de una gruta pasan a la bóveda celeste para interpretarla y luego a la castración de los animales que saben avisar. De tantas leyendas leídas, me acojo a esta porque refleja algo esencial del amor. Pan se enamora de Siringa. Ella huye, asustada, y clama protección a las ninfas. Para salvarla del dios, es convertida en un cañaveral. Pan, que tiene un oído tan agudo como es grande su deseo, oye que el viento suena por entre las cañas. Reconoce, conmovido, a Siringa. Corta una y otra vez y conforma una hilera de tubos que reproducen la persecución del amor y su realización imposible. Siringa estará siempre conmigo, cree Pan. Pero Siringa no ha dejado de pensar que por fin ha sido liberada.


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