27 de junio de 2022. Por: Beatriz Mesa Mejía.
En Vivir en el Poblado
Autorretrato. Una alegoría del periodismo, antología de columnas escritas por la periodista Ana Cristina Restrepo Jiménez. Un libro publicado por Sílaba Editores, de necesaria lectura.
Volver a leer las columnas de Ana Cristina Restrepo y leer las no leídas, reafirmó en mí esta sensación de que su voz es una de las más potentes y lúcidas en Colombia. A veces dolorosas, polémicas, disruptivas; a veces llenas de esperanza. Me alegra que hayan salido del papel periódico y que ahora estén recopiladas en un libro. Las tendremos más cerca, a la mano, en esta edición tan cuidada, tan profunda en su contenido, que ofrece un material fundamental para investigadores, profesores de periodismo y ética y estudiantes y para cada uno de nosotros, como ciudadanos, interesados en reflexionar sobre las encrucijadas de nuestro tiempo, sobre esa fuerza que entrañan la historia y la cultura.
Las columnas de esta antología fueron publicadas en los periódicos El Colombiano y El Espectador. Si bien forman un conjunto, cada una tiene una especificidad. Ana Cristina habla de nuestras violencias, de las víctimas, de política, de educación, de familia, de feminismo, de género, de periodismo, de censura, de la infancia, de un libro de ensayo o de ficción. Es ella siempre. No se contradice. Sus búsquedas están ligadas a lo humano. Su coherencia se hace evidente.
Organizado por temáticas, ella nos lleva por tópicos muy diversos, que identifican una de sus premisas fundamentales, no pensar en el interés que provoca un determinado asunto, sino en la afectación que un hecho puede tener para los ciudadanos. Durante la presentación del libro en Otraparte, ella lo decía. Desde distintos ángulos intenta entender nuestra sociedad haciéndose múltiples preguntas. Su reportería es intensa, la calle, la conversación, el documento, la nutren. No puede escribir encerrada en su biblioteca.
Así, Ana Cristina nos lleva por caminos inciertos. En sus columnas hay nombres que la violencia ha querido ocultar, están las voces de las madres que buscan a sus hijos desaparecidos, en medio de su profunda soledad. Están los latidos de las palabras dichas por otros. Esta la lucha por las libertades de las mujeres. Está su capacidad para ponerse en el lugar del otro. Hace unas relaciones a veces impensables. El recuerdo de una película, de una pintura, de un lejano viaje, de una frase, puede ser la pincelada final para hacer más comprensible su análisis. En la brevedad de las columnas, el reto es mayor.
Inquisitiva, logra ahondar en asuntos intertextuales, logra poner en contexto con agudeza e invita a sus lectores a conversar. A veces, habla de sus propias experiencias. Su padre, su madre, sus hijos aparecen en algunos textos. Ya alguien decía, el escritor se alimenta de su propia biografía. Ellos están allí. Nada es gratuito. Su aparición tiene plena justificación. Un vínculo conceptual más allá de una anécdota. Puestos en el lugar preciso, iluminan al lector en lo que quiere decir la autora. Y, Ana Cristina se humaniza ante él.
La columnista tiene los pies en la tierra. En medio de la niebla densa que nos habita, puede hablar de poesía, de injusticia o de memoria; del significado de las cartas que un abuelo envía a su nieta o del Río Cauca y su andar cargado de belleza y tragedia. Así, en sus columnas hay imágenes que se quedan en la memoria.
Imaginé a Ana Cristina en varias circunstancias, todas ligadas a su hacer como columnista y reportera. Como una metáfora.
* Esculpiendo: labrando la piedra y la madera. Como el artista que pone a hablar la materia, o mejor, que sabe escucharla. Ella escucha las realidades a las que se enfrenta. Ella escucha sus latidos, sus preguntas. Como el escultor ante la piedra observa volúmenes, texturas, aristas. Y, poco a poco, modela. Y lo hace con sus propios hallazgos. A través de la palabra escrita.
* Veo a Ana Cristina abriendo cajones. Ella sabe lo que busca, sin embargo, se deja sorprender. Y eso inesperado que encuentra puede usarlo, porque está conectada con cada historia, con cada hecho. Muchos autores lo dicen, cuando escriben una novela, un relato, están tan metidos allí, que todo a su alrededor pareciera que vibrara en su misma sintonía.
* La veo como el navegante que conoce sus coordenadas y los secretos de su brújula. Ella busca en el océano interior de su cerebro. Y su experiencia de lectora, de viajera, de estudiosa, de investigadora de las realidades de Colombia y del mundo; sus intereses en la historia del arte, en la poesía y el cine, le ofrecen un mapa que se expande. Una cartografía. Tal vez se pierda, escribir es doloroso, sin embargo, encuentra el camino, aunque le cueste.
* Hay en Ana Cristina viento y furia. Exaltación de la palabra escrita. Esa sensibilidad que la habita está marcada por una fortaleza enorme para no hacer concesiones. Honestidad, libertad, redención. Indignación.
* Como el arquitecto, su palabra le permite al lector construir y deconstruir, dialogar, otear. Él busca su propia atalaya. Para ella, la base del periodismo es la conversación. El periodismo es una creación de ideas y estas no se crean solas.
* Como el buzo que va hasta el fondo del mar, como exploradora, hay en ella una inmersión profunda en el lenguaje. Rigor en su escritura. Hay un tejido que no deja ver el revés. Hay un dibujo que no deja ver tachones y borrones. Los hay, sin embargo, nada de ello se advierte.
* Como en la nieve, el texto se desliza. Sin alardear de saberes y conocimientos, ella expone su opinión tan libre y auténtica. Tan genuina. A veces, con humor e ironía.
Ese profundo conocimiento sobre los temas que aborda, le permite a Ana Cristina hacer conexiones con realidades de país y de mundo bien argumentadas. Nunca su mirada es en blanco y negro, está llena de matices.
En el texto que Ana Cristina expone subyace un delicado tejido, en medio de la agitación que, a veces, sus análisis provocan. Cada columna coge su camino. Ana Cristina ofrece una manera de andarlo. Como dice el poeta rumano Mircea Cărtărescu, quien estuvo hace poco en Medellín, un escritor escribe para descargar lo que tiene en su alma, si es así, ya intuimos la riqueza que Ana guarda en ese lugar del que nos muestra, apenas, algunos resquicios.
Sus columnas tienen algo fundamental: a partir de un tema específico, aborda asuntos más profundos, lacerantes; hay certezas, también preguntas. Y dudas. Nunca la indiferencia ha sido una opción para ella, hay una insistencia en hacer un periodismo con fuentes de primera mano que permiten recuperar y mantener la memoria y reflexionar sobre esta sociedad tan convulsa, tan intransigente. Para ella, el periodismo de investigación es como ese sol de tierra fría que rompe la niebla.
En una de sus columnas, Ana Cristina recordaba lo dicho por la artista colombiana Doris Salcedo: “La profundidad de la palabra juntos es lo que permite la vida”. A través de sus columnas, Ana Cristina nos permite pensar juntos.
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