04 de mayo de 2022. Por: Carlos Satizábal.
En El Espectador.
El poeta y editor de Animal sospechoso, Juan Pablo Roa, escribe en su prólogo a Una visita al museo de historia natural y otros poemas, que la poesía de Lauren Mendinueta es “pensamiento que canta”. Y así lo sentirá cada lectora y cada lector que se incline sobre su música y su luz. Es una poesía que canta las grandes preguntas de la vida vivida: las preguntas por la muerte, el tiempo, el amor, la feminidad, la infancia, la familia, ser mujer, ser madre, el exilio, la memoria, la poesía misma.
El tiempo vivido es, en la metáfora de la poeta, la historia natural de la vida expuesta en el museo ante sus ojos que descubren de súbito su propio rostro reflejado en el cristal, al lado de Un meteorito. / Un cuarzo gigante. /Otro fósil y se pregunta la poeta con un humor ácido y bello: ¿Ya tengo edad para encontrarme en una vitrina?
El tiempo que huye, observa la poeta, se escribe en nuestros cuerpos como deseables estragos del tiempo. Es el tiempo mortal de lo que ya no somos y solo podríamos ser, por los dones del canto, recuerdo o memoria poética de la posibilidad perdida: la muerte es la muerte de la posibilidad, ya a mi edad no podría ser un virtuoso músico, morimos cada día al morir la posibilidad de lo que podíamos ser y hacer. Pero esa memoria del pasado, como lo perdido que ella canta, es inútil. En el poema El muelle de Puerto Colombia… todo pasó ayer,/ y hoy la memoria y todo su tiempo,/ como el muelle en ruinas,/ no sirven para nada.
Pero así el pasado y los dones y las posibilidades perdidas se nos presenten como ruina, reconocer que somos seres para la muerte es no simplemente saber y temer u olvidar que vamos a morir, es esencialmente ver que vamos muriendo cada día. La otra que observa la vida y la muerte escribe el poema, y se dice a sí misma: escribo para acostumbrarme a vivir. Una costumbre y un deseo de ser poeta, de vivir poéticamente, que se hace oficio vital en el cantar la vida y el tiempo, dice, por lo que en verdad pesa… /el amarillo de los canarios/ la ligereza de un aroma/ y el filo de un hacha. Vivir es ver que la vida huye, que muere, que nos hace abrazar mil veces la muerte; un abrazo que nos deja la acidez del recuerdo cantado, del cantar pensativo: Un día, despacio,/ como una hija inocente y cruel/ la poesía brotó de mi herida/ y me envolvió en su río de sangre.
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