Abril 03 de 2016. Por: Lui Germán Sierra J.
En Generación. El Colombiano.
Las luchas por la libertad de expresión y por las igualdades sociales, la ahincada defensa de los recursos naturales, del medio ambiente, de la diversidad sexual y de los derechos humanos en general, y todo lo que de una u otra manera se emparente con estos temas, hacen parte de los debates de actualidad en todo el mundo. Es decir, son la comidilla casi diaria, ocupan considerables espacios en los diversos medios de comunicación, y sus “voceros” hoy tienen autoridad y son acatados, en general, por la ciudadanía, por las academias y por el Estado. Ello no indica, sin embargo, que lo que a menudo recomiendan dichos voceros y estudiosos para recuperar un orden en la Tierra, se cumpla mediante la acción decidida de los gobernantes y de los dueños de los grandes capitales y de las industrias de las cuales depende la economía y el modus operandi del mundo. “Se acata, pero no se cumple”, parece ser la consigna tácita, una vez más. Véase, si no, la cantidad de tratados nacionales e internacionales firmados por los gobiernos a favor de la conservación del medio ambiente, de la diversidad cultural y de los derechos humanos, por ejemplo, y véase la deprimente realidad en tal sentido en casi todos los países, ante todo en aquellos denominados “en desarrollo”.
Wade Davis (Canadá, 1953) es uno de esos voceros y estudiosos, y es uno bastante especial porque, aparte de su solvente formación académica como antropólogo con especialidad en etnografía y etnobotánica, es escritor, fotógrafo y cineasta. Además de viajero infatigable. Y como escritor es fascinante, dado que no se limita a la precisión, la veracidad y el vasto conocimiento que requieren sus temas, sino que lo hace por medio de un lenguaje sugestivo, ameno y narrativo. Cuenta historias y de esa manera enseña el mundo de las culturas y de las lenguas. Es un viajero que conoce de primera mano los mundos aborígenes y ha escrito varios libros sobre los pueblos, las culturas, los paisajes y las lenguas de esos mundos (“Ningún estudio o ensayo podría hacer justicia a la enorme maravilla de la experiencia cultural del ser humano”, Los guardianes de la sabiduría ancestral, Wade Davis, Sílaba Editores, Medellín, 2015, p. 35). De esos libros, nueve han sido traducidos al español y varios han inspirado películas y documentales vistos en la televisión y en las salas por numerosos y agradecidos públicos. Decir que Davis es un profundo enamorado de los temas que lo apasionan y lo ocupan es decir, casi, un lugar común. Él es mucho más, pero también es muy difícil decir, sin caer en tópicos al uso, qué es en realidad este investigador y singular escritor. El lector al que, por casualidad, poco le diga el nombre de Wade Davis, el título de su libro más famoso entre nosotros, El río (1996), ya lo sacará de dudas. Fue ese título el que, entre nosotros, catapultó el nombre del autor y lo hizo un referente indiscutido de una verdadera antropología etnográfica en el mundo actual. Un libro de culto, si se quiere.
En 2015 la Editorial Sílaba de Medellín publicó Los guardianes de la sabiduría ancestral de Wade Davis, primera edición en español de un libro publicado originalmente en Canadá, en inglés, como parte de las Conferencias Massey en la Universidad de Toronto. La traducción, fluida y sin duda acorde con el cuidado lenguaje del autor, es de Juan Fernando Merino y Juan Manuel Pombo. Y es un viaje extraordinario este libro. Una vez más atraviesan sus páginas el nombre y las referencias del maestro más querido y más admirado por el autor, al cual debe gran parte de lo que ahora es y hace: Richard Evans Schultes (Estados Unidos, 1915-2001). Pero no es este un libro académico o científico en el sentido en el cual son escritos tantos libros que se proponen un tema como en el que se adentra el autor: la sabiduría de las culturas originarias y la importancia de la conservación de las lenguas (“Cuando se pierde un idioma, se pierde una cultura, una riqueza intelectual, una obra de arte. Es como dejar caer una bomba sobre el Luvre”, frase de Ken Hale, lingüista del Massachusetts Institute of Technology, citada por Wave Davis en su presentación del libro, p. 16). Aquí están el rigor y la precisión de los libros científicos y académicos, claro, pero su escritura se distancia ostensiblemente de la pretensión de ser meramente útil en tal sentido y, además de serlo, se torna en una escritura recursiva y creativa, atrevida y leve al mismo tiempo, íntima y personal, si se quiere. Escritura en primera persona. Poética, en una palabra. No en vano Davis es dueño de la siguiente frase, dicha en una entrevista aparecida en el periódico El País de Cali, consultada en Internet: “Cuando las culturas del mundo responden esa pregunta (qué significa el ser humano) lo hacen en siete mil idiomas y lenguas, y cada una de ellas es como las raíces del gran árbol humano y eso es patrimonio de todos nosotros. Como escritor, lo que siempre he tratado de hacer es ampliar la voz de esos pueblos y todo lo que ellos tienen para ofrecernos, para enseñarnos”.
Es muy posible que un libro como este (los libros de Davis en general) haga posible que termine un día no muy lejano el olímpico desconocimiento de los distintos poderes de las luchas y las muchas manifestaciones en pro de los derechos humanos, que cobijan los derechos ambientales, sexuales, de la libre expresión, etc. Puede ser más efectivo un libro como Los guardianes de la sabiduría ancestral que muchas otras manifestaciones, retóricas y tratados.