Los Errantes

Tras la nube de polvo

Por: Juan Camilo Betancur E. .
En.

Aparece Herrera con sus botas pantaneras y como un caballo desbocado se dirige a la portería. Pitor se le tira en plancha cortando su avance y Herrera cae en la mitad de la carretera levantando una densa capa de polvo. Pitor, Llille y yo nos paramos en la barrera. Kiko acomoda el balón después de haber contado tres pasos largos. Toma impulso y chuta pero el esférico hace un giro extraño y rebota en uno de los monto-
nes de piedra con los que construimos el arco. Pitor encara a Don Evar y lo gambetea. En su rostro se dibuja una sonrisa porque se siente superior. Herrera lo embiste y lo levanta en el aire provocándole una caída en la que da varias volteretas.

El partido va dos a cero, perdiendo nosotros. En la barrera están Herrera, Don Evar y Kiko. Miro entre ellos un hueco. Chuto. Me quito la camiseta para celebrar el gol y abrazo a mi equipo. Pasamos cerca de Lina, Catalina y Elizabeth, las niñas que nos miran y sonríen. Sabemos que esa es nuestra gran oportunidad.

Llille está solo frente a la portería pero lo distrae el grito de Herrera:

“¡Se lo comió huevetas… ja..!” Patea y el balón cae en las cebollas de don Mario. Herrera arruga el ceño preocupado por el genio de su padre. Don Mario con la pelota en sus manos amenaza con decomisarla. Pero al final la devuelve y se sienta cerca para vigilar que no suceda de nuevo.

Kiko se la pasa a Don Evar que hace un pase al vacío habilitando a Herrera que de media voltereta chuta y anota. Tomo la pelota, se la paso a Pitor que hace un giro de 180 grados para proteger el esférico y me le devuelve. Herrera viene como un loco gritando “¡Ahhh… ahhh… per dió la pelota huevetas!” De un brinco me quito de su camino y cuando está frente a la portería apoya las rodillas y las manos en el suelo y con la cabeza, como un canino, empuja la pelota. Cuatro a uno.

El marcador nos desanima y decidimos sentarnos. Pitor con lágrimas en los ojos dice que no vuelve a jugar porque somos muy marranos. Llille suspira y asegura que mi individualismo es la causa de la goleada. Como puedo, con la voz quebrada, les digo que perdimos todos. Herrera, Kiko y Don Evar nos dicen que nos dan la revancha con dos goles de ventaja. Pensamos en las niñas que nos ven. Lina recién llega a la vereda y Llille quiere invitarla a un helado, Catalina es el amor platónico de Pitor y Elizabeth quiere ir conmigo a un baile. Por ellas aceptamos el desafío.

Llevo el esférico en los pies y se la paso a Llille que intenta hacer una gambeta para que Lina lo vea y… Herrera adelanta el balón y corre como un toro. En la portería Herrera grita y cierro los ojos. La pelota pasa por un lado.

Marcador final de la revancha cinco a dos, perdiendo. Llille se sube en su bicicleta y se va sin despedirse. Pitor patea una piedra y se marcha con los ojos aguados. Herrera, Kiko y Don Evar se abrazan y celebran su triunfo frente a las niñas. Doy media vuelta y siento que me arden los codos. Imagino a mi madre con el rostro tenso por haber estropeado los zapatos del uniforme. Pero, más que el regaño me preocupa el honor que como el polvo se esparce en el viento.