Todo era azar en el Hotel Sahara

“Todo era azar en el Hotel Sahara”, pero no en Rubén Vélez

Por: Diego Firmiano.
En La cebra que habla.

Cualquiera que sea dado a leer libros de viaje ambientados en culturas lejanas, llegará a la conclusión de que esta obra editada este año por Sílaba Editores reúne textos que se abren a la lectura apasionada del hombre que también desea ser encantado como una serpiente egipcia.

Sílaba Editores de Medellín ha logrado un bello libro, tanto en diagramación como en contenido, con Todo era azar en el Hotel Sahara del antioqueño Rubén Vélez.

Rubén Vélez. Foto archivo particular

Rubén Vélez. Foto archivo particular

Una obra semejante a una  bitácora de peregrinaje por tierras exóticas que expresa las reflexiones de un poeta que en el candor de su espíritu deleita a un Califa sediento de historias filosóficas, teológicas, fantásticas, para poder elevarse al nivel de profeta.

Este libro es un hotel grande donde se hospeda el poeta Nebur, el fabulador de Bagdad que como demiurgo de la palabra pone su mirada en las dunas, las montañas, los palacios, las palmeras, la luna, para reflexionar sobre Dios, el diablo, la soledad, el hombre, el destino, la muerte, el amor, temas afines a todo mortal.

Y el Califa ante el cual se recitan éstas rapsodas es mortal, por lo tanto, necesita oír historias, ya que oír es creer y creer es vivir.

Este semi profeta oriental no podría alimentarse de otra forma, ya que lo tiene todo, pero le falta la imaginación que recrea su espíritu.

Es sabido que los libros en el antiguo oriente eran sinónimos de sofás de descanso, pero los signos son baladíes cuando el hombre-libro aparece en forma de narrador para inventar historias de antiguos dioses que en soledad solo ven crecer la hierba mientras reflexionan sobre el destino del hombre.

Y Nebur es ese poeta imaginante. Y aunque su nombre sea un misterio develado, o mejor, el nombre heterónimo invertido de Rubén Vélez, el autor,  la magia empieza a hacer efecto cuando vemos que el escritor antioqueño traspasa con su prosa la poesía, la erudición y la remembranza, tejiendo narraciones propias de la tradición oriental tan dada a inventar el mundo por medio de la palabra.

El genio de Nebur y Rubén, esa unidad mística literaria, sale de su lámpara para encarnarse en el alter ego de Simbad, el heroico y visionario viajero de Las Mil y Una Noches, que viaja por el mundo y regresa cargado no de oro de Ofir, sino de leyendas fabulosas que solo son dignas de ser recibidas por imaginaciones vírgenes y creyentes.

El había una vez, como comienzo de un cuento, no es útil cuando el límite es el universo para crear cielos e infiernos espirituales representados por el fuego fatuo que habita en cada hombre.

La palabra sagrada, ¡Oh sí! La palabra que creó el mundo está allí en 213 páginas, que, sin preámbulo, extasían al lector y lo llevan de la mano como Virgilio a Dante, por lugares imaginados dentro de esos reinos exóticos de Bagdad, lugares sonoros, de formas, colores y aires que danzan por las calles arenosas de los sultanes.

Cualquiera que sea dado a leer libros de viaje ambientados en culturas lejanas, llegará a la conclusión de que Todo era azar en el hotel Sahara son textos hieráticos que en algún momento solo pertenecían a la mirada del Califa, pero que se abren a la lectura apasionada del hombre que también desea ser encantado como una serpiente egipcia.

No importa el lugar desde donde se lea, sea en Medellín, ciudad tan influenciada por el arte cordobés, o Pereira, ciudad viajera y viajante, o cualquier latitud de Colombia.

Sílaba Editores, en la edición especial “Mil y una sílabas” nos presenta un mundo extraído directamente del cráneo de Rubén Vélez, ese poeta, escritor, polemista, que deja su impronta con la literatura que mueve montañas y recrea reinos.