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La pasión en los estrados judiciales. De raptos, estupros y seducciones: Cuando el amor es pecado

Enero de 2015. Por: Hernando Guzmán Paniagua.
En Periódico El Pulso.

“América Gómez, en 1936, se negó a declarar ante las autoridades competentes ‘cuándo, cómo, dónde ni con quién perdí mi virginidad’, porque consideraba que ‘ni como hombre, ni como empleado público le concedo derecho a inmiscuirse en asuntos de mi fuero interno’. Es una de tantas declaraciones de tantos seres reales en tantos procesos judiciales por tantos delitos, algunos que hoy ya no lo son en los códigos pero sí en la vida, donde se baten en duelo el amor romántico sacralizado en el matrimonio y el amor pasional, transgresor por naturaleza: ‘modelo de amor que está, de entrada, por fuera de la ley’”.

Este latir de la vida en la severidad de los expedientes judiciales y de las historias clínicas, es lo que buscaron Eulalia Hernández y María Mercedes Gómez, estudiantes de Doctorado en Historia de la Universidad Nacional de Medellín, con su hondo estudio “Palabras de amor: Vida erótica en fragmentos de papel. De las escrituras populares en el archivo histórico-judicial de Medellín 1900-1950”. Tatiana Pabón aportó las historias clínicas para el trabajo.
Reza el texto: “Tantos secretos revelados de amores incautos, de encuentros clandestinos, de rincones emancipados por la presencia soterrada de los cuerpos; de lágrimas que rodaron en silencio, de tantas voces quebradas de dolor mientras rendían declaraciones; tantas remembranzas acompasadas por el recuerdo de un jadeo o un leve movimiento. Cuántas cartas de amor, anexadas, para entonces, en la frialdad de las pruebas de un proceso judicial, pero escritas antes para la Intimidad de los amantes”.
En los expedientes de delitos como estupro, rapto, seducción, incumplimiento de promesa matrimonial, así tipificados en el Código Penal de entonces, las mujeres en calidad de “ofendidas” probaban la relación afectiva con el “sindicado”, aportando cartas, boletas, retratos y otros documentos que hacían palpables “los modos de sentir, volviendo verbo el amor”.

Eulalia dijo a EL PULSO: “María Mercedes y yo somos amigas y queríamos hacer una investigación juntas, la beca de investigación de la Alcaldía de Medellín nos daba libertad para escribir lo que pensábamos, en temas que nos atravesaban: el amor, las relaciones amorosas, las subjetividades femeninas y masculinas; y escribir para otros públicos, que no se quedara en un informe académico. Hallamos una forma de amar diferente a la actual: era todo ese cortejo, las cartas, rituales distintos, todo tocado por lo familiar y social, la moral cristiana, cuando la institución del matrimonio era muy importante y el madre-solterismo no era bien visto”.
Y anotan: “Una de las cosas bonitas que hallamos es que a cualquier persona, joven o mayor, que le hablemos de cartas de amor, se le iluminan los ojos porque es algo muy cercano, ¿quién no ha recibido una “credencial”? (Credencial: postal con mensaje de amor). Dice Eulalia: “A mí el caso que más me conmovió fue el de Maruja, taquillera del Circo España y quien salía de paseo con un hombre con quien tiene fotos en el Puente de Occidente de Santa Fe de Antioquia y las presenta como prueba de que estuvo con él, pero muchas cosas la hacían libre, su forma de relacionarse con los hombres, tantos sitios frecuentados, y pese a esa libertad, termina en las garras de la moral; aunque iba acompañada por una amiga, al final su hombre la lleva a una posada pues ya la habían echado de la casa, es una historia con tensiones”.

La virginidad, riqueza femenina

María Mercedes recalca el valor social de la virginidad que subyace en las historias: “En muchos testimonios, el novio dice a la novia: Déme una prueba de que usted no está dañada, porque a mí me han dicho… Me impactó mucho el caso de Arturo y Constanza, en los 40 -en general los sumarios consultados son de clases populares: tejedores de sombreros, empleadas domésticas, campesinas, chapoleras, y este caso es de clase media-alta, ella secretaria, él empleado de una empresa de autos, y de los pocos casos urbanos, Medellín era un pueblo grande- en el que ella lo acusa de seducción que desemboca en incumplimiento de promesa matrimonial; unos amigos de Arturo publican en El Colombiano un aviso cifrado diciéndole ‘piérdase que lo están buscando’, él se escapa, hay un montón de chismes, un reverberar de palabras que van y vienen, de la élite que se reunía en el Salón Ástor de Medellín”.

Tantos secretos revelados de amores
incautos, de encuentros clandestinos, de
rincones emancipados por la presencia soterrada
de los cuerpos; de lágrimas que rodaron en silencio,
de tantas voces quebradas de dolor mientras rendían
declaraciones; tantas remembranzas acompasadas por
el recuerdo de un jadeo o un leve movimiento”.
Eulalia Hernández y María Mercedes Gómez

Fue ahí donde Constanza insinuó que Arturo era “dañado” y éste, en venganza, dijo: “Les voy a probar que no soy marico” y lo hizo poseyéndola. Dice María Mercedes: “Constanza se arrepiente de haberlo denunciado y le pide al juez que le devuelva las cartas aportadas como pruebas, pero el juez se niega”. En ese mundo, indican las autoras, atravesado por los discursos de la Iglesia, el Estado, la Escuela, y del control social del rumor, “Eros gana la partida y los amantes no dejan de soñarse, desearse, conquistarse, encontrarse y explorarse, revelando que el amor está, más que en otros artificios, en la piel misma. (…) No descubrimos un arrume de papeles, empolvados y amarillentos, sentenciados al olvido; descubrimos a mujeres y hombres con historias que, conforme nos adentrábamos en la lectura de los procesos, tomaban un rostro y un nombre: Salvador y Cecilia, Libardo y Lucila, Fernando y Rosa Herminia, Francisco y Mercedes, Arturo y Constanza, Rafael y Sofía, Horacio y Teresa, Angelino y Rosa, etc”.

Conscientes de que no están “perfeccionando” la investigación judicial sino hurgando en los vericuetos de la vida, cuestionan: “¿Cómo desdibujar la vitalidad que brota a borbotones como la sangre de una herida de estos expedientes?”. Declaran Eulalia y Mercedes: “Muchas personas se sorprendieron: ¡¿Cómo, seducir e incumplir promesas de matrimonio eran delitos?! Pues hoy son prácticas normales. También es difícil saber cuándo una denuncia era falsa o no, en algunos casos las mujeres confiesan que se entregaron libremente, sin promesa de matrimonio y se retractan como Constanza, diciendo que sus padres las presionaron. En una carta, Constanza le escribe a Arturo a la cárcel (uno de los pocos presos): ‘No te quiero ver en ese estado, yo sé que todo fue libremente, tú no me presionaste ni incumpliste alguna promesa, pero mi padre me dijo que si yo no te denunciaba, me mataba, me molía a golpes o me echaba de la casa. Entonces, queda esa amplia zona gris de si fueron o no engañadas, pues esas intimidades no quedan en los sumarios sino entre los amantes”.

Se dice en el estudio que cerca de 98% de los procesos eran sobreseídos por falta de pruebas: sólo en un par de ocasiones, los procesos terminaron en reclusión y pago de multas. Afirman Eulalia y Mercedes: “Nuestra postura al hacer historia no es buscar la verdad, sino reconstruir esa atmósfera, esas vidas, esas escenas cotidianas, esos espacios y prácticas”.

Dice Eulalia: “Vemos una flexibilidad de las normas morales, así uno no lo crea, y es otra cosa bonita que hallamos: nos han contado historias de las abuelitas que recibían a los novios en la sala y sólo les daban la mano; pues sí, en las salas muchas abuelitas sólo daban la mano, pero ¿cuántas cosas no ocurrirían en otros espacios?”.

Y expresa María Mercedes: “Todo esto tiene que ver mucho con la literatura, por la riqueza en descripciones del entorno, por ejemplo La tía Julia y el escribidor y en general la literatura erótica, y en ella la cotidianidad que parece hecho excepcional por ir a los estrados judiciales”. Dicen las historiadoras: “Buscamos una investigación cada vez más cercana a los ciudadanos comunes y corrientes, no un lenguaje que se quede en los anaqueles de las bibliotecas; enfocar la historia desde otro punto de vista, con temas afines a la humanidad misma”

El amor, ese sujeto al margen de la ley

El amor es ciego sin duda, por eso cualquiera lo lleva impunemente a los estrados judiciales. Ciego, pero sobre las cartas amorosas caen miles de ojos. “Tantas lágrimas como tinta han corrido por amor “, manifiestan las historiadoras Eulalia Hernández y María Mercedes Gómez, en su investigación “Palabras de amor: Vida erótica en fragmentos de papel. De las escrituras populares en el archivo histórico-judicial de Medellín 1900-1950”.

De las escrituras populares en el archivo histórico-judicial de Medellín 1900-1950”.
En los expedientes quedaron atrapadas bajo el rótulo de una prueba, las cartas de amor que antes fueron las mensajeras de una pasión profunda, regentada por Eros, “el eterno culpable”. Cuentan que muchas de ellas fueron interceptadas por padres y custodios, y esos papeles cumplían el papel de infundir “una vitalidad capaz de invertir el statu quo, es decir, esa condición femenina construida e impuesta por los siglos de los siglos y que las obligaba a cargar su cuerpo como una cárcel”.

Junto con los boleros, los tangos, los “libritos de amor”, los epistolarios, la literatura censurada por El Índice del Vaticano (“Aura o las violetas” de Vargas Vila, por ejemplo), la magia de las radionovelas como Kalimán, Arandú y La ley contra el hampa, o Chavela Vargas con su versión mejicana del tango “Churrasca” -la mejor pintura de una carta- las cartas actuaban como musas del amor, ese sujeto contumaz al margen de la ley.

Sexo oral y escrito

Si el piropo, los diálogos de los enamorados, las serenatas son la sublimación del sexo oral, las cartas, ‘boletas’ y otros documentos serían el sexo escrito. Las boletas cumplían el papel de telegramas manuales. Cortos, concisos, a veces encriptados y multiformes, eran los estafetas de la clandestinidad erótica. Una simple hoja que circulaba de cuaderno en cuaderno, o arrancada a un libro de cuentas, un pedazo de periódico o la envoltura de un capacho de sal, “transportaban mensajes de amor, felicidad, deseo, pasión y, en la mayoría de los casos, instrucciones para huir juntos”.

Los escondites de esas boletas completaban la complicidad en este manual que se quisieran los magos de la actividad conspirativa; zarzos, camarotes, agujadas de las tapias, resquicios de los techos, hendiduras de las piedras, cajones, armarios, carrieles, la tierra de los solares y potreros, o los caminos obligados de los amantes a ciertas horas.

Abundaban instrucciones en las boletas como la de “Misión Imposible”: “Rómpala o quémela”. Todo ello suponía una complicidad necesaria: el celestinaje.

Celestina, emisaria del amor

“En ese momento -declaran las autoras a EL PULSO- había muchas Celestinas, desde quien escribía la carta, como los escribanos de La Alpujarra, pues muchos no sabían leer ni escribir; otros eran los mensajeros: niños, hermanos, compañeros y acompañantes, porque a muchas mujeres no las dejaban salir solas. La alcahuetería era un delito y en algunos expedientes, un testigo dice: Yo vi que ellos salían del pueblo a las diez de la noche… doy este testimonio para que no crean que soy alcahueta”. Dice el estudio: “El disimulo, la prudencia y la rapidez fueron las principales cualidades de estos jóvenes que se convertían en Celestinas de los afectos de dichas parejas”.

“Se supone -agrega Mercedes- que la alcoba nupcial era el sitio indicado para el acto sexual, pero como siempre era clandestino, buscan otros espacios, fuera de las casas: los solares, los corredores, zaguanes, las mangas, los potreros, los establos, los cafetales -menos las pensiones-, allí se despliegan esas geografías del amor. “Constanza había sido desflorada por Arturo, lejos del ideal romántico de la institución conyugal, sin luna de miel y sin más preámbulo que el de dos cuerpos danzantes, sobre un tapete verde extenso”. Maruja y su novio se van de paseo y parquean el carro en Moravia, cerca de una bomba de gasolina; no es muy explícito, pero dice como que “mientras íbamos me tocó la pierna…”. Una excepción sería el caso de la Rivas que, de acuerdo con las declaraciones, su desfloramiento ocurrió ‘en la casa de la señora Arcenia Baloy, en una noche en que Zenaida Rivas se quedó a dormir en la referida casa después de haber estado en una velada literaria…’

Sexualidad confiscada

Las autoras recalcan la “confiscación de la sexualidad femenina” e indican que si las “ofendidas” de los procesos cohabitaron no una sino tres, cuatro y cinco veces con sus novios, fue porque pese al martilleo de la obediencia y la castidad, primaron otros valores, y dicen, por boca de George Duby y otros autores de “La historia de las mujeres en Occidente”, que a pesar de “amoldarse a un silencio, una inmovilidad y una reserva casi monacales, las mujeres descubren los tímidos ecos de una nueva ética”.

“La consolidación del Cristianismo llevó a asumir este desprecio por lo terrenal” y citan a Michel Onfray, quien habla del dualismo cuerpo-alma, “un arma de guerra temible en manos de los amantes de la autoflagelación” (“Teoría del Cuerpo Enamorado”). Advierten las autoras que en los expedientes analizados no vieron “el temor a Dios o a la ley”, y “aún bajo la gravedad de la promesa del juramento, los acusados mintieron y mintieron, pero sí, un temor profundo a la condena social”.

Bertha Duque, coordinadora del Laboratorio de Fuentes Históricas de la Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional sede Medellín, “funge como custodio de esta suerte de cadáveres exquisitos, para quienes andamos en busca del tiempo perdido”, indican las historiadoras, pero dicen que el pasado no es sólo nostalgia, sino un rompecabezas de piezas que juntas desentrañan el devenir de la humanidad.

Bertha aludió al valor del estudio para el conocimiento de los problemas de tierras: “Los pleitos que se suscitan entre vecinos, familias, entre el pueblo y los funcionarios, dejan huella en esos procesos; se puede armar una tipología de eventos y de la manera como ellos expresan los sentimientos, las concepciones del mundo de las personas, la problemática del espacio, la delimitación de linderos en las propiedades urbanas y rurales. En el caso del madre-solterismo que probablemente se da en muchos casos, es un momento en que la contracepción no está regulada y lo más seguro de una relación sexual es quedar embarazadas. Como custodia de un lugar que concentra información relacionada con la intimidad de las personas, eso me hace sentir que debe conservarse de la mejor manera tanto el derecho a la privacidad, como el derecho de la sociedad a conocer qué esas formas de lo más íntimo de nuestro ser siguen gravitando hoy en nuestra vida, para entender situaciones que hoy nos impiden expresarnos libremente”.

“Mi único pecado fue quererte mucho”, dirían los amantes como cualquiera heroína inculpada de telenovela barata. Pero, como dice Pascal, nunca se ama bien si no se ama demasiado.