La espiral del alambique y otros cuentos

La espiral del alambique de José Zuleta Ortiz

Abril-junio 2015. Por: Harold Kremer.
En Revista Universidad de Antioquia # 320.

La espiral del alambique
José Zuleta
Sílaba
Medellín, 2014
150 p.

En el cuento “¿Qué es la imaginación?”, un niño le pregunta a su padre por qué su madre los abandonó. A pesar de las respuestas veraces del adulto, el niño no entiende, quiere ir hasta el fondo del asunto, un asunto que tampoco comprende. En ese diálogo entre dos edades, desde dos realidades podemos percibir y observar todos los cuentos del libro La espiral del alambique.

Las vidas de los personajes de los cuentos de José Zuleta plantean preguntas cuyas respuestas no son satisfactorias porque son absurdas y nos obligan a volver a preguntar. Los cuentos del autor parecen un castigo, una especie de trabajo infinito, en el que los personajes siempre tendrán que volver a empezar, a indagar, a fracasar. Igual a como es la vida.

En ese sentido, Zuleta explora la realidad mediante historias en las que los personajes no se complementan, no se escuchan el uno al otro, donde, a veces, es más significativo el silencio y la contemplación para establecer un diálogo, una unión feliz, como sucede en el cuento “La prisa del cangrejo”.

José Zuleta es un hombre rebelde, un hombre que no está contento con el mundo que le tocó vivir y quiere interpretarlo, transformarlo, ponerlo en evidencia. Las únicas herramientas que posee Pepe para llevar a cabo su proyecto es el lenguaje, la imaginación y la voluntad de trabajo. En sus cuentos crea un universo paralelo en el que muestra deseos, anhelos, la idea de un mundo mejor. Y muchas veces cuestiona, critica y exterioriza realidades que apuntan a la sensibilidad de un lector y lo obligan a cuestionarse y a indagar sobre su propio proyecto de vida.

Por eso en los cuentos “¿Eres feliz?” y “3 noches, 4 días” los personajes están condenados al fracaso, porque se niegan a asumir sus propios derroteros en la vida y porque se obligan a vivir situaciones absurdas.

El cuento moderno en Colombia viene de don Efe Gómez, el escritor del cual aprendimos que en un cuento se debe manejar un solo asunto o tema. En el proceso de escritura y reescritura, un escritor debe tener claro hacia dónde va. Y José Zuleta tiene la virtud de presentarnos esos temas con gran precisión. En los cuentos “Las monedas perdidas” y “Vientos, sueños y fantasías”, los personajes desencadenan tragedias que conducen a la muerte. Ellos, portadores de decisiones que ignoran, que no pueden explicar, son usados por el azar para transformar y cambiar la vida de otros personajes. Este tema, que es tocado en otros cuentos, como “Cubos de hielo” y “Clase de gramática”, indaga sobre cómo en la vida todos nuestros actos tienen un significado y una carga permeable que transforma el universo y a todos los que nos rodean. La vida, parece decirnos el autor, es un camino que vamos perturbando en la medida en que avanzamos por él.

Además de este asunto, observamos en José Zuleta un trabajo muy elaborado sobre los personajes, su construcción sicológica y los ambientes. Un escritor serio no puede descuidar estos detalles porque, a través del lenguaje, crea a unos personajes y los pone a actuar en la imaginación del lector. En ese sentido el lector requiere de unas descripciones precisas que le ayuden a montar el relato en el escenario. Por eso en cuentos como “Una cometa y Gabriela”, “El silencio y la rosa” y “La decisión de los Bersman”, José Zuleta dibuja unos caracteres que nos ayudan a ver, casi como voyeristas, los eventos que transcurren en estos cuentos.

Un buen cuento debe presentar, además, verosimilitud, que consiste en crear unas leyes que son propias de ese relato para convencer al lector de que el mundo que se presenta es real. Esa verosimilitud, que muchos confunden, equivocadamente, con la verosimilitud de la realidad, intenta a través del lenguaje convencer de que ese mundo es verdadero, de que ese mundo muestra nuestras pasiones, nuestras miserias, la vida misma. El escritor nos ayuda a desnudarnos, a cuestionar, a reconocer conflictos, a movernos de un espacio a otro. Por eso la literatura no es una herramienta para cambiar la realidad, pero sí es un valioso instrumento que nos ayuda a vivir. Y en los cuentos “Delirium trémens” y “El cuaderno de Helena”, la recreación del mundo de un alcohólico enamorado y derrotado, y de una mujer que, con mucha sutileza al olvidar un diario, prepara un encuentro amoroso en el que desnuda su propia existencia, encontramos el trabajo detallado de lo verosímil.