El valor de la palabra ancestral. Dos libros que conversan y convergen

El valor de la palabra ancestral. Dos libros que conversan y convergen

Diciembre 2 de 2015. Por: María Isabel Gaviría.
En El Espectador.

Los guardianes de la sabiduría ancestral. Su importancia en el mundo moderno de Wade Davis, canadiense, y Komuya uai. Poética ancestral contemporánea de Selnich Vivas Hurtado, colombiano, han salido de una escuela común: el ensayo literario y los viajes. La particularidad de sus propuestas deviene no solo de la escritura por el camino, sino también de su manera de tratar los temas no occidentales. Son ensayos literarios de —dirían los especialistas— corte antropológico, pero si lo son, se encuentran despojados de los vicios de la escritura académica objetivista, distanciada. Dicho en otras palabras: sus páginas apasionadas están dedicadas a la palabra ancestral, es decir, a los saberes de las culturas milenarias. A su vigencia en el mundo moderno. A su utilidad en la corrección de los extravíos modernos.
Estas culturas perviven en numerosos lugares y, para alegría de millones de seres humanos, como lo referencian los autores, nos hablan y conmueven profundamente con sus lecciones sobre la convivencia y la protección de la vida en el planeta. Los dos autores son escritores, profesores y viajeros. Son académicos excéntricos que han descubierto, después de dominar el cientificismo y la racionalidad occidental, que su vínculo espiritual e intelectual proviene también de culturas supuestamente incompatibles con las conquistas del mundo moderno. No son un ejemplo de esa espiritualidad ecologista, vuelta moda ante el vacío que dejan las guerras, sino prueba fehaciente de una conciencia crítica, basada en la investigación y el aprendizaje de complejos sistemas de conocimiento, que irrita por igual a los defensores del modelo extrativista y a los organizadores de las guerras internacionales.
Ambos escritores han aprendido que las lenguas nativas de cada continente son necesarias para la comprensión de y la armonización con la Madre Tierra. Esas lenguas son indispensables para el desarrollo de todas las disciplinas del conocimiento. Wade, un ferviente defensor de las lenguas ancestrales, de sus hablantes y de sus conocimientos, habla de los derechos de las culturas ancestrales y los derechos de la Madre. Por eso nos dice: “Un idioma, desde luego, no es únicamente una serie de reglas gramaticales o un vocabulario. Es un destello del espíritu humano, el vehículo por medio del cual el alma de cada cultura llega al mundo material. Cada idioma es un bosque primitivo de la inteligencia, un hito del pensamiento, un ecosistema de posibilidades espirituales” (Davis, 2015, 14). Aceptar esta evidencia de fácil comprobación, quién lo creyera, llevaría a la transformación de nuestras sociedades racistas, excluyentes y violentas en espacios de convivencia donde gobierne el respeto, la equidad y la pasión por el conocimiento y no la soberbia del dinero y la violencia.
Selnich, poeta formado en Alemania, es un apasionado difusor de los cantos en mɨnɨka, una lengua indígena del río Igaraparaná. Esa lengua hace parte de las siete mil lenguas que todavía se hablan en el planeta, pero que están en peligro de ser borradas por el sistema imperialista de las pocas lenguas globalizadas. Cuando se pierde una lengua, perdemos todos al mismo tiempo, pues “las lenguas son la memoria de la humanidad, las claves del planeta. Entre más lenguas aprendamos, mayor comprensión alcanzaremos del conocimiento humano, que está compuesto por todas las lenguas” (Vivas, 2015, 12). Decir todas las lenguas no es un acto retórico; es una consigna política. El estudio de las formas de pensamiento desconocidas e incomprendidas por las universidades occidentales, todavía ancladas en su viejo prejuicio de desechar todo aquello que no venga de Europa, es absolutamente necesario para la vida.
Wade y Selnich asumen que seguir enseñando que hay lenguas escritas superiores y pueblos ágrafos inferiores es una falla garrafal de la universidad que ha puesto al mundo en las puertas de su destrucción sistemática. Las mentes colonizadas por el fanatismo de las universidades se han convertido en “vasallos de la escritura alfabética, de sus esquemas de percepción del mundo y de sus modelos de pensamiento” (Vivas, 28). “La escritura, sin duda una extraordinaria innovación en la historia humana, es casi por definición una brillante taquigrafía que no solo permite sino que invita al entumecimiento de la memoria” (Davis, 140). Entumecer la memoria y vasallaje a la escritura han hecho del mundo científico, académico y político un caldo de cultivo para la testarudez y la estupidez. Por eso se entiende que los gobiernos del mundo contemporáneo sean fanáticos del progreso, del consumo, de la guerra y del lujo. Para ellos es inadmisible que las conquistas del Occidente moderno puedan ser combinadas con la sabiduría ancestral ágrafa que posee “un cierto diálogo misterioso con el mundo natural” (Davis, 140). Las culturas milenarias no son el enemigo de la Modernidad, sino su correctivo.
En lo ancestral pervive la solidaridad desinteresada, la humanidad generosa y el afecto irrestricto. En el Sahara se le brinda al desconocido que llega a mi carpa hasta la última gota de agua. “Nunca se sabe cuándo será uno ese desconocido que aparece en la noche, con frío y con hambre, sediento y urgido de contar con un albergue” (Davis, 174). En el Amazonas, se atiende al desconocido con comida, bebida y plantas de poder. Todos sabemos que sus cantos pueden servirnos de salvación cuando viajemos a otras tierras: “Anabi raɨdɨ mooñoke jitoo, dama jerie guiyanona, taɨnuiaɨ, rafuiaɨ yote” (Vivas, 73). Tú que estás allí sentado, ya sabes que en el alimento que me brindas está la alegría o la enfermedad.
La editorial Sílaba inaugura con estas obras una nueva colección, Anáneko. En mɨnɨka la palabra hace referencia a la universidad de los pueblos del fogón y del cuidado de la Tierra. Para los mɨnɨka la casa-madre, la casa colectiva, es la madre en gestación. Estudiar en la anáneko es comprender que somos hijos del mismo vientre y que tenemos la obligación de cuidarlo para que todas las especies sigan con vida.

Wade Davis. Los guardianes de la sabiduría ancestral. Su importancia en el mundo moderno. Medellín: Sílaba Editores, 2015, 220 páginas.

Selnich Vivas Hurtado. Komuya uai. Poética ancestral contemporánea. Medellín: Sílaba Editores, 2015, 182 páginas.

*Estudiante Literatura Universidad de Antioquia