La vida secreta de los perros infieles

El amor y sus laberintos

2 de mayo de 2014. Por: María Toro.
En El Espectador.

En “La vida secreta de los perros infieles”, Fernando Cruz Kronfly resiste y persevera en su propuesta de convertir el lenguaje en el protagonista principal de su escritura literaria y de su propuesta estética, tal como lo hizo ya antes, con preciosa pulcritud, en “La ceniza del Libertador”, en “Falleba”, novela delirante con la que obtuvo un premio internacional en Bilbao, en sus cuentos y relatos, reconocidos y premiados, y en su reciente Destierro. Incluso en sus tres libros de ensayos sobre la modernidad y su crisis, convertidos en textos universitarios.

El tema aquí, en esta nueva novela de Cruz Kronfly, es la infidelidad humana. Pero esta vez asumida con frescura y sinceridad. Con alegría y pulcritud. El lenguaje poético, hermoso y pulcro, no necesita recurrir a procacidad alguna para dar a entender y sugerir lo que ocurre en los oasis del intercambio furtivo. “El orquideral”, lleno de flores y de espejos, es el lugar público donde suceden los encuentros secretos entre Uldarico y Manzana la Tucupita. Que en el lenguaje de los aborígenes del delta del Orinoco significa “pedazo de tierra que se mueve anclado a la tierra”. Pues en esto se convierte, ciertamente, Manzana la Tucupita, cuando ante los espejos se contorsiona de amor.

Mientras esto sucede, Uldarico ya se ha despojado del bigote postizo y de las gafas oscuras que al entrar puso en la mesa de noche. Por su parte, Toño, perenne lector de poesía en el altillo y esposo de Manzana la Tucupita, a espaldas de ésta, se entiende en secreto algo “morrongo” con Golondrina, cuyo nombre verdadero es Amapola Cisneros, hija del puerto de La Pintada, de donde en buena hora huyó.

Se parte en esta novela del principio según el cual toda mujer es una sinfonía que merece ser escuchada por quien quiera poner la oreja en su pellejo. Igual podría decirse de todo hombre. Las mentiras de que se recubre la infidelidad no son en realidad mentiras, sino resultado fulgurante de la imaginación creadora, que le permite al infiel regresar satisfecho a casa y mantener abierta la opción de recaer en “El orquideral”. Feliz de haber nacido en este mundo y de poder vivir abriendo los candados del amor. Por lo tanto, en la infidelidad tampoco hay traición, sino misterio e imaginación. No hay engaño, sino agonía ambivalente de quien camina feliz sobre brasas que se saben encendidas.

Con La vida secreta de los perros infieles, Cruz Kronfly continúa resistiendo a las exigencias contemporáneas del “marketing literario”, que se propone convertir al lector en “cliente” al que hay que hacer concesiones y ofrecerle lo que pida. Transformar al lector en cliente que impone sus gustos y caprichos de medianía es algo que amenaza con desterrar de la literatura los componentes estéticos, simbólicos, lingüísticos y cognitivos a los que se refiere Harold Bloom cuando establece el canon de la literatura occidental.

Sílaba Editores hace entonces, también, una apuesta de resistencia, encaminada a acompañar a los escritores nacionales que se proponen una escritura de elevado nivel estético y formal. Como ocurre con Herta Müller y Samuel Beckett, premios Nobel de Literatura, guardadas las proporciones, en Cruz Kronfly el lenguaje estéticamente elaborado se preserva como el protagonista principal de su novelística, en armonía equilibrada con las encantadoras anécdotas que viven los infieles que buscan a todo costo la felicidad, por fuera de los candados. Porque los actos infieles no son actos contra nadie, sino regalos que los hombres y las mujeres infieles se dan a sí mismos en nombre del amor.

Esta reseña fue reproducida, con información complementaria, en NTC … Narrativa